Viernes, Octubre 4, 2024
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A 100 años de la Revolución Bolchevique: Rusia en nuestros días

saint basils catedral

Catedral de San Basilio (Foto archivo)

 

De acuerdo con el calendario juliano que regía Rusia en 1917, la “Revolución Bolchevique” tuvo lugar en octubre. No obstante, su conmemoración en Rusia y el resto del mundo corresponde al 9 de noviembre, siguiendo el universalmente vigente calendario gregoriano. ¿Cómo caracterizar a la Rusia actual? El periodista y autor del libro “Apuntes de un chileno en Rusia”, entrega su visión sobre esta nación, en cuya capital y “centro neurálgico” vivió por varios años.

 

Por Francisco Ramírez 

 

“Apuntes de un chileno en Rusia”,

volumen de crónicas vivenciales

se encuentra disponible para descarga en

la Biblioteca Pública Digital de la DIBAM. 

DESCARGAR AQUÍ)

 

 

Tarea titánica es buscar siquiera aproximarse a una caracterización de un país tan complejo, extenso e inabordable como Rusia, algo que, dicho sea de paso, es uno de sus rasgos esenciales a lo largo de toda su historia. En este caso, unas cuantas palabras valen más que mil imágenes:

1.- El historiador británico Simon Sebag Montefiore dio recientemente a la luz una extensa investigación llamada “Los Romanov. 1613-1918”. En una entrevista publicada en marzo en el diario español “El País” declaró: “Rusia es una civilización diferente, esa es la clave. No forma parte de la civilización latina, como nosotros. Es una cultura diferente con orígenes distintos. Como alguna vez Putin dijo a algún presidente estadounidense: `Nos vemos como ustedes, pero no somos ustedes´”.

2.- Cuña ya mítica de uno de los mayores estadistas y oradores del siglo XX y que personalizó como pocos el desarrollo y los entretelones de la Guerra Fría, una de las “descripción” más certeras de Rusia (por entonces, URSS) corresponde a Winston Churchill, quien sostuvo en 1939 que era “a riddle, wrapped in a mystery, inside an enigma”, cuya traducción a nuestro idioma se ha convenido en “un acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma”. Se trata, por cierto, de una reveladora (in)definición (o reconocida ignorancia) por parte del Primer Ministro británico respecto a una nación que se volvería aliada y sería protagónica en la lucha conjunta contra el nazismo en la II Guerra Mundial. De paseo por la Plaza Roja, Churchill tuvo la siguiente reflexión: “Un país que come helado en invierno, nunca podrá ser derrotado”.

            Como se ve, llegamos al mismo punto: la incerteza absoluta.

 

 Estatua de Lenin en frontis de Centro Panruso de Exposiciones de Moscu

Estatua de Lenin en frontis de Centro Panruso de Exposiciones de Moscú.

 

Una multiplicidad infinita

Por estos días se recordará en todo el mundo los 100 años de una fecha que -guste o no- significó un cambio radical en la historia de la Humanidad y definió al mundo en dos bloques, algo que, esencialmente, se mantiene en nuestros días, pese a la desaparición de la URSS y todo lo que representaba. Así, el concepto que la Guerra Fría encarnó en el siglo XX perdura en nuestros días: por un lado, los “buenos” y, por el otro, los “malos”, rol que justamente Occidente atribuyó a los soviéticos.

A un siglo de la épica gesta liderada por Lenin, a continuación intentaremos esbozar algunos aspectos que den luz sobre la Rusia del presente. Tales observaciones se sustentan de importante manera en la singular experiencia de quien redacta estas líneas, en concreto respecto a su residencia durante varios años en Moscú, trabajando en la primera cadena rusa de TV en nuestra lengua: “RT en español”.

El lugar de los hechos nos sitúa en la nación con el territorio más extenso del globo terráqueo, lo que puede comprobarse con una mera ojeada a un mapamundi. Ello nos ofrece ya un indicio de que estamos ante un escenario casi inabordable en el que se desarrollan los actos humanos del día a día en una suerte de abanico inconcebible y siempre en transformación. Quizás ese sea un buen acercamiento para “comprender” lo que es Rusia: una multiplicidad infinita de fenómenos diversos –a veces no del todo “lógicos” para nuestra concepción occidental- que tienen lugar en un momento determinado y que al segundo siguiente… ya han mutado.

 

Ex bunker nuclear sovietico transformado hoy en visita turistica

Ex bunker nuclear sovietico transformado hoy en visita turística.

 

URSS: el enigmático ascenso

Durante el siglo XX la consagración de la URSS como superpotencia mundial fue un fenómeno conocido, pero cuya “explicación” tuvo mucho de enigmático. Por cierto, la férrea mano de Stalin desempeñó un rol protagónico, al igual que la (genuina) creencia del pueblo ruso de que el trabajo mancomunado les llevaría al progreso y desarrollo.

Todo ello es parte de la Historia. Libros sobre el tema los hay por miles.

Al pensar la Rusia de “nuestro siglo” resulta pertinente recordar tal transformación, pues es un antecedente directo sin el que no podría concebirse el presente de esta nación.

El ascenso de la URSS se fue registrando meticulosamente, enmarcado en un sistema que aparecía ante el mundo como hermético. Destacadísimas publicaciones occidentales llevaron como tema de portada reportajes fotográficos de profesionales enviados a captar la esencia de la URSS, aunque, obviamente, se llevaban a casa imágenes insólitas, curiosas, que encendieran la imaginación de los lectores sobre aquel territorio inaccesible.

Mientras tanto, el país acrecentaba su poder, teniendo como actores principales a los rusos, pueblo recatado a la hora de ufanarse de sus éxitos, los que si bien no relativizaban eran destinatarios de las fanfarrias sólo hasta donde lo aconsejara el buen gusto. A nadie sorprende, por ejemplo, que Rusia siempre haya estado entre las naciones líderes en cuanto a medallas en los Juegos Olímpicos de invierno; lo contrario sería justamente lo que rompería el esquema. No obstante, no son dados al autobombo –como sí lo son los estadounidenses, en grado superlativo-, si no que juzgan aquellos triunfos casi como una “misión cumplida” 

Hablamos entonces de carácter, una particular configuración interna que debe haber jugado un papel esencial en el engrandecimiento soviético. Esa férrea voluntad rusa –cuya mayor demostración fue la derrota de la Alemania nazi, pese al costo humano de haber sido la nación con más víctimas (por lejos) de todas las participantes de la II G. M.- de seguir adelante y afrontar duras pruebas con tal de conseguir un objetivo generó resquemores en Occidente. ¿Cómo podía entenderse que una nación que sustentaba un régimen político “comunitario” se hubiese levantado en sólo un par de décadas con tal brío de que llegara a ser una “amenaza real” frente para cualquier potencia mundial?

El punto culmine de este poderío global fue probablemente la “Crisis de los Misiles” de 1962. Un terror generalizado recorrió el orbe: la URSS y Estados Unidos estuvieron a centímetros de protagonizar una guerra nuclear de insospechado alcance, teniendo a Cuba como elemento central del conflicto, algo que, más allá de cualquier enfrentamiento militar, aparecía claramente como una toma de posiciones respecto a dos sistemas en total antítesis: comunismo y capitalismo. Fue en aquellos momentos de tensión extrema que el mundo pudo constatar cómo este país de gente circunspecta ya no era sólo una nación pujante, sino que -a pocas décadas de la Revolución de Octubre- era un “riesgo” muy concreto. ¿Cómo un país pudo cambiar de manera tan acelerada y progresar tanto en tan poco tiempo?

 

Mural en Metro de Moscú sobre gesta rusa en la II Guerra Mundial 

Mural en Metro de Moscú sobre gesta rusa en la II Guerra Mundial.

 

Lógica de ayer y de hoy

Entretanto, el acertijo sobre “que” era la Unión Soviética, más allá de lo mediático y anecdótico, seguía en pie. La impenetrabilidad misma del alfabeto cirílico aportaba con lo suyo para seguir manteniendo el ideario ruso como algo impenetrable. Para entrever hasta qué grado llegaba el desconocimiento sobre la Unión Soviética, resulta muy significativo el título de una crónica de un joven reportero colombiano, Gabriel García Márquez, quien en 1957 visitaba el país, por entonces bajo el liderazgo de Nikita Jrushchov. “La URSS: 22.400.000 kilómetros cuadrados sin un solo aviso de Coca-Cola”. Aparte de esta genialidad periodística, Gabo motejó a la URSS como «la aldea más grande del mundo».

¿Qué tiene todo esto que ver con la Rusia del siglo XXI? A primera vista, pareciera que nada, pues este país se ha ido alejando rápidamente de su pasado soviético. Sin embargo, hay una vinculación muy directa, pero oculta bajo la superficie: se trata del “cómo hacer” las cosas. En esto, el viejo hacer soviético sigue en pie y está perfectamente encarnado en las nuevas generaciones, las que brindan un apoyo a toda prueba al presidente Putin –quien irá prontamente a elecciones en pos de un más que seguro 4º mandato-, pese a la grave crisis económica de la que el país recién se recupera tras las múltiples sanciones occidentales tras la denominada “anexión de Crimea”. La lógica parece ser la misma que hace 100 años: “Rusia primero: si le gusta a Occidente bien y si no le gusta… mejor todavía”.

En esto los rusos de ayer y hoy pueden ser acusados de cualquier cosa, menos de incongruencia. Algo, por cierto, admirable ayer y hoy.

 

Autos frente a local de Mc Donalds Moscú

Autos frente a local de Mc Donalds Moscú.

 

La paradoja

Probablemente, ninguna nación del mundo vivió un fenómeno igual en los últimos siglos. Sus consecuencias persisten hasta hoy, configurando una inédita dicotomía: un presente que por más que aspire al desarrollo y al futuro ve siempre inmiscuirse las huellas de un pasado imposible de borrar.

De este modo, la Rusia que albergará al próximo Mundial de Fútbol es hoy un país abierto, multicultural, cosmopolita, que no rehúye de las lógicas del capitalismo y que exhibe en sus calles lo más granado de la tecnología y sofisticación de las más avanzadas capitales europeas. Un solo ejemplo: la mítica empresa fabricante de armamento “Kalashnikov” se encuentra en nuestros días ampliando su rango productivo mediante la prueba de drones tripulados que funcionarían como autos que se desplazarían -¡afírmense!- por aire. Se pronostica que este revolucionario proyecto, digno de la más visionaria película de ciencia ficción, estaría en funcionamiento… antes de 2020.   

Sin embargo, como un recordatorio que por ir más allá de lo mortal parece eterno y “por siempre y para siempre”, en el corazón mismo del país, es decir, en plena Plaza Roja persiste aún el monumento más vivo e importante del comunismo mundial: el Mausoleo de Lenin. Visitado a diario por miles de turistas de los cinco continentes, no pocas veces se ha discutido el traslado de los restos del líder de la Revolución de Octubre a una verdadera póstuma morada, pero, como se ve, ello nunca ha dado fruto. La figura de Vladímir Ilich Uliánov, su nombre de civil antes de pasar a los libros de historia es recordada (es decir, homenajeada) en diversos emplazamientos públicos en Moscú, San Petersburgo y en casi cualquier ciudad de Rusia… no así con Stalin. Si bien las generaciones mayores aún le guardan veneración –principalmente por el nivel de desarrollo económico que alcanzó la nación durante su período, sumado ello a la simbólica derrota de Hitler y el nazismo, conmemorada en la más importante fiesta nacional, conocida como la Victoria en la “Gran Guerra Patria” y celebrada cada 9 de mayo-, su figura se ve cada día más desperfilada y  borrosa, sobre todo para los más jóvenes. Para las mismas autoridades –partiendo, claro, por Putin- es una suerte de personaje divisorio que más vale no mencionar.

Es tal paradoja la base vital de la Rusia Actual.

 

Paseo Nuevo Arbat

Paseo Nuevo Arbat.

 

¿“Guerra Fría” a lo siglo XXI?

Ciertamente, los tiempos han cambiado y el viejo “misterio” sobre lo que es Rusia no tiene ningún sustento ante la múltiple y variada información disponible en Internet. A ello hay que añadir el material publicado por diversos medios estatales rusos, los que –en un esfuerzo digno del mayor encomio- realizan su labor en numerosos idiomas, incluido el español. Finalmente, está el contenido multimedia publicado en redes sociales por los turistas y los propios rusos.

Ahora bien, en un ensimismamiento hermético semejante al de la era soviética, los rusos de hoy avanzan en diversas esferas a pasos agigantados, tal como ayer indiferentes a la opinión del mundo occidental. Parece que lograr una valoración positiva por parte de Occidente es un tema que no existiese para ellos. Están actuando “a su manera”, como suelen hacerlo.

Liderando este proceso está –a 100 años de la Revolución Rusa- otro Vladimir: Putin. Quien hay va en su tercer mandato, le ha devuelto a la población autoconfianza y un sentido de “destino común” que habían estado ausentes por muchos años. La anexión de Crimea y las posteriores sanciones” occidentales calaron hondo en la economía rusa, inserta en una globalización en la que medidas de ese tipo pesan mucho. Pero Rusia siguió adelante, pese a la oposición directa y sin doble lectura de la casi totalidad de las potencias internacionales. Pese a lo desmedido de las fuerzas en antagonismo, la economía rusa se recupera a paso firme. Tal tipo de victoria se infiltrando en el ánimo nacional, el que sale, a todas luces, robustecido.

Las relaciones políticas y diplomáticas con Estados Unidos no están precisamente en su mejor momento. Ello se debe ante todo por lo que la prensa llamó  el “Rusiagate”. En todo caso, hoy no se vislumbra para nada la misma animadversión que se registró en los puntos más álgidos de la Guerra Fría. Putin incluso hace bromas sobre este asunto, lejos de la histeria que se registró en ciertos momentos del siglo XX. Tal vez esto se deba a que EE.UU. ya no representa de manera tan contundente una “amenaza real” para los rusos, como sí sucedía en el pasado. En paralelo, China se va perfilando como la próxima primera economía mundial, lo que podría ser un golpe fulminante para un Estados Unidos que está lejos de ser la nación señera que algún día fue. Es en ese contexto que las chanzas de Putin pueden interpretarse en su real dimensión: sin perder de vista que aún se encuentra frente a la mayor potencia del planeta, se da de vez en cuando el “gustillo” de provocarla con declaraciones de una lectura poco conciliadora.

Este “muro invisible” que se asemeja mucho al muro real establecido por los soviéticos es el que mantiene a Rusia actuando hoy según sus propios códigos. Probablemente, sea una de las claves para definir a esta nación y avizorar como actuará en las próximas décadas.

 

Rio Moscova en otoño al fondo la Plaza Roja

Rio Moscova en otoño al fondo la Plaza Roja.

 

“Guste” o no

 Curiosamente, la retórica del pasado está tocando nuevamente a nuestras puertas. Así, a comienzos de este año el viceministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Serguei Riabkov, señaló que las relaciones con EE.UU. estaban “en su peor momento desde la Guerra Fría”. Obviamente, el mundo ha cambiado y es imposible que se repita el mismo esquema del siglo pasado, pero el razonamiento no deja de resultar preocupante.

Una cosa es clara: mientras Vladimir Putin siga al mando de Rusia, esta nación seguirá estando en el epicentro de la actualidad mundial y dará que hablar a gobiernos, analistas internacionales y medios de comunicación, entre otros. “Guste” o “No guste” -lógica ésta impuesta a nivel masivo por la red social por excelencia del archienemigo: Facebook- a Occidente.

Por lo pronto, en 2018 con la celebración del próximo Mundial de Futbol se levantarán numerosos “velos” respecto a cómo es la Rusia del siglo XXI, aquella nación que, sin embargo, seguirá siendo “un acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma”.  

 

 

(Texto y fotografías Francisco Ramírez. El autor en Twitter: @Framirez1976)

 

PD: “Apuntes de un chileno en Rusia”, volumen de crónicas vivenciales se encuentra disponible para descarga en la Biblioteca Pública Digital de la DIBAM. DESCARGAR AQUÍ

 

 

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