Por Ernesto González Barnert
En La casa que espera de Carolina Quijón (Bogavantes, Valparaíso 2023), observamos una bitácora poética donde la poeta busca sellar una manera de leerse y mostrarse más crítica, profunda y desatada en su presencia simbólica, lárica y femenina. Digamos también que construye el relato quebrado de una mujer empoderada, para bien o para mal, en su aldea, para salvar el pellejo.
Así va conectándonos a un recorrido personal y colectivo de manera consciente y literaria donde el inconsciente y lo que se desea fluye volcándose de manera concreta y precisa, a flor de piel, atisbadora de lo indecible, en las grietas humanas, del propio corazón, sin temor al qué dirán entre los suyos, consciente del valor de su testimonio en ese filosofar poético con que va «narrándonos» su día a día, los hitos que componen su propia historia llevada en cada texto también como símbolo de algo más grande y profundo sin nada de grandilocuencia o ínfulas pero sí mucha garra, un acierto. Y claro, hurga de soslayo en los recovecos de la vida aldeana, campestre y urbana en su amasijo inquietante y extraño, día a día. Una propuesta intimista, sensible a la naturaleza, al territorio y al propio cuerpo y sus quereres, en el corazón de la provincia.
Una poesía anhelante pero también vigorosa en la delicadeza con que su voz nos impone un relato matriz, situado, no exento de un fino humor o ironía, para instalarnos, poema a poema, en una casa donde esperar y ciertamente refugiarnos. Una morada donde encontrarnos con esa mirada suya llena de atavíos y observaciones prosaicas, sensuales, sabias o líricas que conjugan un álbum femenino que sorprende en la estampa de su cotidianidad diaria. No dejen de leer a esta «vigía en la convergencia del Cautín y Cholchol», oriunda de Carahue y dedicada también a la mediación lectora. Ahora bien, hace un mes, en abril, conversé con ella, esto es lo que nos responde.
–¿Qué encontrará el lector en La casa que espera?
–Una colección de poemas que dan cuenta, en buena parte, del ritmo y los puntos de atención con los que se crece en pueblos, en cualquier pueblo, una mirada incauta que va alternando en diversas mujeres que se funden y desplazan por esta ciudad, resguardando la belleza de lo cotidiano como reserva de memoria.
–¿Cómo fue el proceso creativo detrás La casa que espera?
–Fue lento, en resistencia, si bien, la mayoría de los poemas de La casa que espera ya existían hace varios años, nunca pensé seriamente en publicarlos, hasta que Ricardo Herrera y Cristian Rodríguez, poetas y editores, me convencieron de que era necesario, que este libro ya existía, en ese momento comencé a armar la propuesta de libro, dejé afuera gran parte de lo creado, éste es mi primer poemario publicado, lo que me obligó a escribir algunos soportes, por así decirlo, no era consciente aún de la estructura, este cuerpo se fue dando natural. La edición realizada por Bogavantes, fue muy paciente y dialogada.
–¿Quisiera ahora preguntarte por tu visión poética, lo que buscas, llamas poesía?
–Para mi la poesía es la exploración del silencio, equilibrarse a través de saltos en las frecuencias de lo otro, lo ajeno, lo que quiero cohabitar, resguardando una memoria que exige
–¿Cuáles son el día de hoy 10 libros claves en tu educación sentimental?
1. Sandokán, El Tigre de Malasia de Emilio Salgari
2. La náusea de Jean-Paul Sartre
3. El grito silencioso de Kenzaburō Ōe
4. El juguete rabioso de Roberto Arlt
5. Los detectives salvajes de Roberto Bolaño
6. Tala de Gabriela Mistral
7. La última niebla de María Luisa Bombal
8. Montaña adentro de Marta Brunet
9. Kramp de María José Ferrada
10. El principito de Antoine de Saint – Exupéry
–Volvamos a tu inicio literario ¿qué detonó que te hicieras poeta?
–El hambre. Crecí en Nueva Imperial, curiosamente el único establecimiento educacional que organizaba, con cierta constancia en el tiempo, un concurso literario y pictórico anual, era el Liceo Industrial. Ser seleccionada para representar, en ese entonces, a mi escuela Bautista, garantizaba un buen desayuno: todas las tazas de milo con leche que quisieras y un «pan de pueblo» con mortadela, un privilegio para la media de los estudiantes de esos años. Pasados los años, fui acompañando al oficio, hasta constituir un ser.
–¿Qué significa en lo personal Revista Los Muros de Nueva Imperial, Poesía Estacional, Tesoros de montaña, Fauna Nativa del Ñielol en Origami y Kamishibai?
–Revistas Los Muros fue un hito para uno grupo de jóvenes poetas de provincia, éramos Poesía Estacional y creíamos que la poesía era lo más importante, descubriendo, en la precariedad de pueblo de mediados de los ‘90s, lecturas que, para nosotros, eran absolutamente necesarias, pero siempre insuficientes en el propio descubrimiento, sin ninguna guía más que nuestro propio “instinto poético”. Creamos espacios increíbles en nuestro pueblo «noches mágicas» que hoy conforman situaciones fantásticas en el límite de lo irreal, tanto en el recuerdo de testigos y partícipes, en donde el río y los puentes nunca dejaron de interactuar.
Luego, pasados varios años, llega la publicación de Tesoros de Montaña, libro que responde a un Fondart sobre cultura inmaterial en la zona de la Cordillera de Nahuelbuta, lugar de origen de mi familia.
Fauna Nativa del Ñielol en Origami, es un libro de fábulas ambientadas en el Cerro Ñielol y que se acompaña de videos con la elaboración de los seis animales nativos en origami.
Y el Kamishibai es una bella forma de contar historias que aprendí desde la fascinación de oír y ver a otros maestros, lo desarrollo principalmente en nuestra Biblioruca ubicada en el sector Piuchén, comuna de Cholchol.
–¿Qué cosas de la obra de Pablo Neruda te han resultado interesantes para tu propio quehacer?
—Neruda es «El Poeta» que todos en algún momento quisimos ser, antes incluso de haberlo leído, era y es una figura gigante. Admiro profundamente, la conexión con el territorio y los distintos contextos y por supuesto, la dimensión política de su obra, es una de los componentes más interesantes, en mi opinión, no se trata de escribir por escribir, ni simplifica esta acción, se lo toma en serio, tanto en el proceso como en las temáticas abordadas.
–¿Cómo ves el panorama actual poético de la Araucanía?
Prometedor, nunca ha dejado de serlo, tal vez, somos demasiados poetas.
–¿Qué libro estás leyendo en estos días?
Todos los pendientes del año; A sangre fría de Truman Capote, Violeta y Nicanor de Patricia Cerda; Los viajes, las vigilias de Jaime Huenún; Seda de Alessandro Baricco, Retrato de mujer sin familia ante una copa de Carmen Ollé; Poesía Anti patriarcal de Gertrude Stein y varios libros álbum, amo esos libros que nunca tuve.
–¿Qué le dirías a un poeta que recién comienza en el inicio?
Que escriba narrativa.
–Si estuvieras en un aula en este momento ¿qué poema le leerías hoy a los estudiantes?
Testamento de Selva Saavedra
«Cuando yo muera
no me cierren los ojos.
Quiero, desde sus musgos,
seguir mirando la vida,
asomarme cada madrugada
a los balcones del sol;
ser parte de la lluvia, pues seguiré soñando
cada noche callada
en un país de savias, hojas y raíces
rumoroso como la vida.
Compartiré con todos,
sin que me vean…»