Bernardita es una mujer multifacética, trabaja como periodista, es fundadora del sello de no ficción creativa Berrinche, de la editorial Libros del Amanecer, es mamá, también es escritora y hasta organiza eventos literarios. Tuvimos la oportunidad de conversar con ella sobre su vida, y acerca de su novela La gente como uno donde nos contó detalles interesantes de su libro. No te pierdas esta gran entrevista.
—Cuéntanos sobre ti
—Soy periodista, escritora y editora. El primero es el oficio que elegí a los 18 años, un poco por descarte y porque mi abuelo había sido periodista; el segundo es un sueño de toda la vida; y el tercero es un giro más reciente de la adultez y que, me he dado cuenta, es lo que más me gusta hacer. También organizo eventos, coordino proyectos literarios, me encanta presentar gente y tener encuentros que considero productivos… En realidad, soy una persona a la que le gusta hacer muchas cosas y creo que en la diversidad está el gusto. Sea lo que sea, si se repite demasiado, deja de llamar mi atención.
Soy la menor («el concho») de tres hermanos, papás separados y a la vez muy conservadores, y un hogar de infancia muy roto. Sobre esto y más pueden leer en mi novela La gente como uno que escribí mientras hacía mi magíster de escritura creativa en California, donde viví 4 años.
Soy fundadora del sello de no ficción creativa Berrinche, de la editorial Libros del Amanecer, un proyecto que me ha traído mucho trabajo extra, pero también la oportunidad de conocer gente muy interesante y hacer más cosas. También trabajo como ghostwritter y he escrito libros para políticos, empresarios, familias, fundaciones, etc.
En lo privado, soy nueva mamá, hago yoga, tengo tatuajes, me encanta leer no ficción creativa (casi no leo ficción), amo dormir, ir al teatro, tomar café en la calle, escuchar música en el metro, y soy súper buena para cocinar cosas que se me ocurren sin recetas. Mi comida favorita del día es, por lejos, el desayuno, más aún si puede ser en mi cama.
—¿Cómo fue la evolución de La gente como uno en el proceso creativo?
—Empezó como una serie de ensayos que trabajé en el ramo de taller del primer año de magíster en Estados Unidos. Poco después, gracias al consejo de un profesor, se convirtió en un texto único que es el libro. En un principio el proyecto estaba pensado para un público estadounidense y fue mi proyecto de tésis, pero a poco andar me di cuenta de que había un componente cultural que se perdía en esta decisión, así que me armé de valor y lo convertí «al chileno». Lo traduje, seguí trabajando por otro año, agregué capítulos… En general, mantuve la estructura inicial que diseñé desde un comienzo, salvo contados cambios. Finalmente terminé el libro a comienzos de 2020 y, a la distancia, empecé a mandárselo a editoriales en Chile. Entonces fue que Libros del Amanecer decidió publicarlo. Lo último que agregamos fue el epílogo, que es casi un capítulo más; habla sobre el estallido social y un breve retorno a Chile de la protagonista, algo que no podía quedar fuera porque lo que estaba pasando se vinculaba directamente con la tesis del libro.
—¿Por qué pensaste en abordar temas personales uniéndolos con la política?
—Nunca hubo un acto de «unir temas personales con política». Son temas que siempre estuvieron vinculados, piezas de un mismo puzzle en mi crianza e infancia. Así como hay personas que crecen en familias donde siempre se hablaba de política en la sobremesa, en la mía no se hablaba nunca, y eso en sí no es un hecho al azar. Tenía un motivo de ser. La política de los 70 y los 80 (la dictadura) atravesó la historia de mi familia y de mi infancia en muchas formas, aun cuando nos creíamos «apolíticos» (¿hay acaso algo más político que decidir no vincularse con la política?). El tema era inherente. Hablar de mi formación era hablar de todo eso que se trató de omitir.
—¿Cómo se ven las emociones dentro de esta novela?
—Como todo libro donde se aborda la infancia y la adolescencia de una persona, las emociones son centrales. En general hay un intento por retratar esas emociones de manera aislada, como en vacío conservado en el tiempo, tratando de no ofrecer una interpretación o relectura desde el yo en el presente, aunque sin duda haber escrito este libro le enseñó a la Bernardita del hoy mucho sobre su propia infancia, sus traumas, sus miedos, sus penas, sus vínculos, sus lutos. La invitación es al lector a leer, absorber, interpretar, identificarse o distanciarse de esas emociones según sus propias experiencias y relato personal.
—La soledad como sentimiento, ¿cómo la viviste durante tu infancia y cómo se forjó a la hora de recordar escribiendo “La gente como uno?
—Por muchos años, no me vi a mi misma como alguien que había vivido una infancia de soledad. Siempre me gustó mucho ir al colegio y tuve muchas amigas, y creo que eso ayudó a llenar espacios, sobre todo en mi manera de recordar. Fue escribiendo La gente como uno, al hacer el acto de reconstruir la intimidad de ese hogar y mi yo-niña circulando en ese lugar, que entendí lo sola que estuve muchas veces, mucho tiempo. No es algo de lo que me arrepiento (no sé si es la mejor forma de expresarlo, porque obviamente no es algo que elegí), porque me formó como adulta y estar sola es algo que siempre he disfrutado mucho y que no me cuesta. Sé que esto es algo muy difícil para mucha gente. A mí, quizás, lo que me cuesta más es el compartir con otro; implica prepararme emocional y mentalmente para entregar mucho y, en el último tiempo, poner límites a esa entrega. No agotarme en ese gesto de compartir.
—Naciste en el último tiempo de la dictadura. ¿Por qué quisiste involucrar el tema en la novela? ¿Qué relación tiene con tu vida estos «tiempos confusos»?
—Creo que esta pregunta está respondida más arriba, en la pregunta 3. No es que «quise» involucrar el tema en la novela, sino que es aquello de lo que la novela se trata. Sin ese contexto, no sé si la novela hubiera existido. Ese vínculo con la contingencia nacional me pareció siempre el principal argumento para decidirme a convertir el testimonio en un libro. De alguna forma sentía que, además, existían otros allá afuera (una minoría muy específica, la de la «clase media alta») que podían y necesitaban verse retratados en este texto. Y así fue. Después de que el libro se publicó, se me acercaron personas con experiencias de vida similares a decirme «a mí me pasó esto», «en la universidad me sentía así». Eso fue bonito y bastante decidor. Chile es un país donde el clasismo es pan de cada día, la peste imperante, pero a la vez es un tema para el que no existen palabras, no existe un lenguaje. No se habla de ese clasismo. A la gente pobre, por ejemplo, se le dice «humilde» o «sencillo». A la gente de clase alta (o «media alta»), se le llama «la gente como uno». Así de brutal es. Este libro es incómodo porque habla de todo eso, no desde lo cómico o el estereotipo, sino desde la realidad y con mucha culpa también.
—Muchos cuando son jóvenes experimentan maneras para llamar la atención, ¿tu cómo los enfrentaste?
—Hay mucho de esto en el libro… Más que «llamar la atención», creo que la búsqueda siempre fue de un espacio propio donde pudiera sentir y ser sin la presión adulta de cumplir expectativas. Es interesante porque ese espacio se mantiene a lo largo del libro, y va evolucionando y mutando a medida que la protagonista crece e incluso trasciende la adolescencia. Primero, hay mucho de autolesión y desorden alimenticio, robar en el mall, mucho carrete, mucho mentirle a la mamá. Ya un poco más grande se suma el sexo como un espacio de liberación, la experimentación con algunas drogas, la música, la lectura, la exploración de otros ambientes y espacios sociales. Finalmente, está una búsqueda intelectual, un rastreo por la historia política del país y la búsqueda de una nueva identidad y postura con relación a esos hechos y con distancia de lo aprendido de los padres en la infancia.
—¿Te fue fácil o complicado escribir este libro? ¿Por qué?
—Fue difícil, como toda apuesta literaria de mayor envergadura imagino, sobre todo cuando habla del relato íntimo. Pero también fue muy entretenido. Tuve la suerte de trabajarlo en el contexto de un magíster, algo que es sin duda un lujo porque tuve «ojosK que me ayudaron a leer y mejorarlo y, por supuesto, el tiempo y las instancias para sentarme a escribir y que esa fuera mi principal preocupación.
Por otro lado, al ser un ensayo personal, está siempre el tema del pudor. Es brutal saber que lo que estás poniendo en el papel alguien más lo va a leer, te van a ver, te van a conocer y, lo más terrible, te van a juzgar. Uno siempre puede escudarse detrás del componente narrativo («le puse color al personaje, en la vida real no es así»), pero a fin de cuentas al menos en este libro la que está ahí plasmada es mi experiencia, mi infancia y todo lo que resultó de eso y que soy hoy día yo. Con los otros personajes me permití jugar un poco, pero la protagonista soy yo, o la que fui, en su más puro estado. Por último, y quizás uno de los aspectos más duros, fue asumir la reacción de mis cercanos al enterarse del libro (padres, hermanos, sobrinos, amistades de infancia). Muchos no lo terminaron de leer, algunos ni siquiera lo empezaron, pero hubo reproches que, me imagino, venían de un lugar de sentirse amenazados, de no poder elegir cómo otro decide retratarte y mostrarte al mundo. Fue duro ver a mi mamá llorar, a mi papá enojarse conmigo, pero también vinieron reencuentros y conversaciones después que quizás jamás se hubieran dado en otro escenario. Bajo ninguna circunstancia el libro borró el pasado, mucho menos cambió a las personas, pero sí generó espacios que para mí fueron muy sanadores, sobre todo desde el poder hablar una verdad propia.
—¿Qué sentimientos encontrados tuviste con La gente como uno?
—Sobre todo al comienzo me pasó algo extraño que no anticipé: me acuerdo que salió el libro y un pensamiento recurrente que tenía, y un poco absurdo, es que quería que al libro le fuera bien y que mucha gente lo leyera, pero al mismo tiempo quería que el libro pasara desapercibido y que nadie me dijera nada. Como que quería dar vuelta la página. Me imagino que mucho de esto tuvo que ver con lo que cuento más arriba, el enfrentar a la familia y los amigos (que, a fin de cuentas y por mucho que uno tenga diferentes posturas, es gente que uno realmente quiere) a partir de la forma en que son retratados en el libro. Llegó un momento en que yo ya sólo quería que la vida siguiera, que salieran nuevos libros, nuevos proyectos, que ya no me preguntaran más.
—¿Dónde podemos encontrar el libro
El libro lo publicó Libros del Amanecer, así que siempre lo pueden encontrar en la web. La segunda edición ya está disponible en varias librerías y, por supuesto, en la página Buscalibre.