«Mi padre ha muerto. Estoy parado frente a lo que fue mi casa durante los últimos cuatro años, pero ya nada me parece familiar; de esta fachada, solo la idea de huir, la feliz idea de alejarse de Capital. Tengo que volver a Antofagasta, volver dos mil novecientos kilómetros en el tiempo, para encontrarme con el cuerpo muerto de mi padre. Las últimas horas en el departamento las he tenido que pasar frente a la imagen mutilada que me devuelve el espejo, diciendo qué ropa será la mejor para emprender un viaje tan largo, cruzar la cordillera, tomar la ruta a la inmensidad del desierto de Atacama y permanecer fresco. Doblo la ropa sobre el colchón y organizo conjuntos apropiados para distintos climas y otros tantos hombres. ¿Cómo debe verme mi familia al llegar? ¿Qué cuerpo de qué hombre la mamá va a tener que estrechar en sus brazos? Me imagino atravesando la puerta con estos zapatos que no dicen nada de mi vergüenza, con la camisa bien abotonada y el pantalón limpio, quizás con mi bello saco gris o irreverente cruzando en shorts el umbral de la casa devota».
Bulto – Víctor Quezada
Libros del Perro Negro