Escritora de Nadar en el agua (2015), El final del sendero (2018) y Rudas del año pasado, Carolina Brown (Santiago, 1984) nos contó sobre los efectos que trajo el coronavirus, sobre las librerías y también editoriales independientes y como ella recalca: «creo firmemente que el libro es un bien de primera necesidad». Te invitamos a leer la entrevista a esta gran escritora.
-¿Cómo te ha afectado el Coronavirus?
-Me ha afectado a diversos niveles, tanto emocional como práctico. Nunca me imaginé vivir una crisis de esta magnitud, es algo muy extraño. Pienso que es imposible no sentir angustia con lo que está pasando. Por un lado, los números son desoladores;por otro, la pandemia nos pilla en la mayor crisis política de los últimos años, con una clase dirigente absolutamente desprestigiada y desconectada de la realidad del país, y que además tiene muy poca credibilidad. Eso es lo peor en un escenario como este: los mensajes a nivel comunicacional son muy confusos, no hay liderazgo, la retórica del enemigo poderoso divide más que nada.
A ratos, tengo una sensación de estar en un barco que se hunde. Eso me mantiene despierta por las noches, no te voy a mentir. Si puedo ser franca, el futuro me causa mucha incertidumbre. No sólo por la pandemia, que está teniendo un costo alto y doloroso, sino también por la recesión que se va a venir después. El oasis de Piñera nunca existió. Con suerte un espejismo. Se nos cayó la careta de país desarrollado y estamos desnudos frente a nuestra precariedad. De alguna manera, como país, vamos a tener que hacer las paces con eso también.
Veo con mucha sospecha el endurecimiento de los discursos desde el gobierno, las acusaciones cruzadas, la doble verdad y la maquinaria de la opinión pública. No tengo idea que va a pasar. Solo me puedo aferrar a la esperanza irracional que viene incrustada dentro de nosotros de fábrica y no soltarla: esto también pasará.
En lo micro, la vida diaria y las pequeñas rutinas cotidianas, creo que lo que más me ha afectado es el libre desplazamiento. Parezco animal encerrado. Soy una persona activa y hago mucho deporte al aire libre, es donde en realidad escribo. Echo de menos salir a correr a la calle, subir al cerro, ir a ver el mar. Incluso sentarme en la plaza a leer un libro al sol, deambular por la calle mirando las ventanas de las tiendas, caminar por la ciudad y mirar a la gente. Salir de la casa es lejos lo que más extraño. Habitar otros lugares más allá de estas 4 paredes.
-Las actividades que realizas no han parado y las haces por alguna plataforma de la red, ¿cómo lo has visto?
-Me considero una privilegiada porque he podido seguir haciendo clases, que son mi principal fuente de trabajo. Mis alumnos se han acomodado bien a esta nueva modalidad online y yo también he realizado ajustes a mi metodología y a los contenidos para sacarle mejor partido. Las clases se han convertido en un espacio no solo de aprendizaje, sino también de contención para todos; eso se nota mucho y yo lo agradezco mucho. Para mí, que soy muy analítica y bastante matea, ha sido también una lección de humildad: no todo es intelectual y tal vez ahora importan más otras cosas. Por otro lado, hay algo profundamente humano en la transferencia de conocimiento (y que funciona para los dos lados, yo aprendo mucho de mis alumnos). Creo que son las clases lo que me mantiene cuerda, en verdad. Sin embargo, también soy muy consciente de que he tenido suerte, tenía un oficio que me permitió adaptarme rápido, sin muchos contratiempos. ¿Qué pasa con los trabajadores que no pueden hacerlo? En cultura la situación es crítica porque además casi todos trabajan a honorarios, entonces los seguros de cesantía no existen, tampoco las ayudas del gobierno.Yo siento que estamos muy botados. También pienso en la gente que no tiene el privilegio de quedarse en la casa porque sino simplemente no comen ¿cómo pretende el gobierno parar los contagios así?
-¿Cuál es tu opinión sobre las editoriales independientes?
-Tengo la mejor opinión de las editoriales independientes, conozco su trabajo. Son un actor fundamental del ecosistema del libro, primero porque pueden permitirse propuestas más arriesgadas que las grandes editoriales y así contribuyen a que haya más variedad, a descubrir nuevos talentos, a publicar cosas distintas y nuevas. Me parece que cada una tiene su sello y eso me encanta, algunas tienen propuestas novedosas, muy atractivas. Por otro lado, la factura de los libros chilenos independientes es buena, desde el diseño gráfico, hasta la tipografía y el papel. Eso también me lo han comentado en ferias extranjeras. Yo leo muchos autores de editoriales independientes. Ahora hay que apoyarlas más que nunca, junto con las librerías.
-¿Cómo unes la fotografía con la literatura?
-Creo que es algo intuitivo para mí y tiene que ver con los años que trabajé en publicidad. Desde mi humilde perspectiva, lo fundamental son las historias independiente del formato, que a veces puede mutar. Lo que interesa a mi es contarte algo y hacerlo de la mejor manera posible.
-¿Se te ha ocurrido algún texto o montaje fotográfico durante la pandemia?
-Estoy trabajando en una nueva colección de cuentos, pero no quiero adelantar más porque estoy recién empezando.
-En Chile, ¿se lee más que antes?
-Creo que habría que mirar las estadísticas para responder esa pregunta. Sinceramente, no lo sé. Siempre se dice que los chilenos leemos poco, pero ¿poco respecto a qué o quién? Además, una cosa es leer y otra es leer literatura. No estoy diciendo que una sea mejor o peor que la otra, sino que me parece que con los smartphones y otros dispositivos electrónicos hay un enorme acceso a contenidos y la gente lee, ve y escucha mucho, pero no necesariamente «libros».
Por otro lado, me da la impresión de que ya nadie lee novelas grandotas, de más de 250 páginas. Yo misma, generalmente las dejo para el verano, cuando tengo menos trabajo y más tiempo para sumergirme de lleno en la lectura. Me parece que los más jóvenes leen mucho más desde plataformas, como por ejemplo Wattpad. Pero, nuevamente, todas estas son impresiones mías, podría estar profundamente equivocada. Sí te voy a decir que, durante esta pandemia, el libro se ha transformado para mi en un refugio del mundo exterior, que ahora parece más endeble y movedizo. Siento que los libros me permiten respirar, bajar la ansiedad, pensar en otra cosa por un rato. En ese sentido, creo firmemente que el libro es un bien de primera necesidad.Ninguno de nosotros podría sobrevivir a este encierro sin contenidos culturales.
-¿Cuál es tu perspectiva del feminismo dentro de la literatura?
-El feminismo nos ha hecho muy bien. Sobre todo,ahora que está más extendido y hay menos prejuicios al respecto. Lo que ha pasado en las últimas dos marchas del 8M ha sido impresionante. Desde mi perspectiva, ha sido especialmente positivo para las escritoras chilenas, que ya nos movemos en un medio precarizado, donde ha costado años hacerse un espacio. El feminismo nos ha ayudado a tomarnos más en serio, a levantar la voz y a valorizar nuestro trabajo. También a tender redes entre nosotras que es fundamental: ayudarnos entre las autoras, traspasarnos conocimientos y herramientas, abrir oportunidades y, sobre todo, tratar de ir profesionalizando el medio. Creo que ese trabajo ha sido muy importante, sobre todo porque los escritores tendemos a ser animales solitarios, encerrados en nuestro metro cuadrado y funcionando medios solos. Estoy muy contenta de lo que hemos logrado todas juntas en AUCH!, por lo menos yo siento que he aprendido un montón y que hemos formado comunidad. Y eso se ha trabajado desde una perspectiva feminista que ojo, tampoco es única; conviven distintas visiones y eso es muy valioso porque nos reconocemos en nuestra diversidad e igual podemos trabajar juntas hacia un objetivo común.
-¿Qué autores nacionales recomiendas?
-¡Muchos! La literatura chilena está en un buen momento (o lo estaba antes de la pandemia, porque nadie sabe bien cómo se va a rearmar la industria después de esto y cuánto tiempo nos va a tomar). Primero, creo que hay mucha variedad, tanto en los temas como en los estilos, y eso me gusta muchísimo. De los autores nacionales más consolidados, recomiendo a ojos cerrados a Nona Fernandez, Ale Costamagna, Lina Meruane, Alia Trabuco, María José Ferrada. Me parece que están haciendo algo increíble, hay un trabajo con el lenguaje y también con la memoria. Alejandro Zambra, Eduardo Plaza, Vladimir Rivera Órdenes y Simón Soto también me gustan mucho. Disfruté intensamente la novela debut de Maivo Suarez, Sara, y la de Valentina Vlanco, Pieza amoblada. También Paisajes de Macarena Araya Lira, que no sé si es una «novela episódica» o unos «cuentos novélicos», pero creo que ese fue de mis libros favoritos del 2019.
–Rudas, ¿qué tiene de ti?
-Rudas es mi pequeño homenaje a la naturaleza cambiante, monumental y misteriosa de este país en que me tocó nacer. Quería escribir un libro en donde el mundo natural y la experiencia sensorial que tenemos de él ocupara un espacio central y el lector pudiera de alguna manera sentirla, que lo invadiera. Creo que eso es lo más mío que tiene el libro, esta sensación de que la naturaleza es enorme, que puede ser benefactora pero también cruel y que nunca conoceremos todos sus secretos. Que uno es un puntito chico frente a esta fuerza ecosistémica y ancestral de la que venimos, pero de la que nos hemos ido separando. Quizás lo otro es la resiliencia, me parece que es una herramienta fundamental para la vida, más aún en un país como Chile.
-Si pudieras tomar un café o un trago, ¿con cuál escritora (nacional o internacional) te gustaría estar en esa instancia?
-Me gustaría invitar a Teresa Willms Montt a tomarse un chop con un completo. De preferencia en algún antro donde los chops y los completos sean monstruosos. Primero, porque creo que sería una instancia que la haría feliz. Segundo, porque me causa mucha curiosidad su vida. Creo que debió ser alguien con una personalidad muy especial para poder hacerle frente a las convenciones de la época con tanta fuerza.