Tuvimos la oportunidad de conversar con Juan Rodríguez, quien trabaja en el suplemento de Artes y Letras de El Mercurio los domingos. Hace unos años atrás escribió Descartes Periódicos. Te invitamos a leer la entrevista.
—Cuéntanos sobre ti
—Nací en Santiago, en 1983. Estudié filosofía en la Universidad de Chile, pero nunca trabajé como profesor ni inicié una carrera académica. Hice un magíster en periodismo escrito en la UC, porque quería hacer periodismo cultural, en particular de ideas. A eso me dedico hace doce o trece años.
—¿Cómo llegaste a Artes y Letras de El Mercurio?
—A través de ese magíster, que hice en 2008. Es un programa de un año que hacen en conjunto la UC y El Mercurio. Como última etapa había que hacer una práctica o pasantía en algunos de los medios o secciones de El Mercurio, durante el verano, de enero a marzo de 2009. Elegí hacerla en Artes y Letras. Después de terminar la práctica, en abril o mayo de ese año, me llamó Daniel Swinburn, el editor de Artes y Letras, para pedirme que siguiera colaborando. Me pagaban por artículo, hasta que en 2011 me contrataron. Desde entonces estoy ahí, ahora con jornada parcial. También escribo en la revista Santiago.
—¿Cómo elaboraste la idea del libro?
—Siempre en las entrevistas queda mucho material fuera del artículo que se imprime; a veces son cosas con menos interés, pero muchas son igual de buenas que lo publicado, y uno las descarta solo porque el espacio no alcanza. Me pierdo un poco en los años, pero debió ser alrededor de 2015 o 2016 cuando me hice un blog en el que empecé a subir algo del material extra, los descartes. De hecho, el blog se llama Descartes periódicos; lo tuve primero en Blogger y ahora está en WordPress (www.descartesperiodicos.com). Nicolás Leyton, uno de los fundadores y editores de La Pollera, fue compañero mío en el magíster de la UC. Un día nos juntamos a tomar unas cervezas, y ahí me propuso hacer un libro de entrevistas que, me dijo, se tenía que llamar Descartes periódicos, como el blog. Así es que la idea los recuperar los descartes es mía, pero la del libro es de Nicolás. De ahí en más, durante uno o dos años, fuimos trabajando el libro con Nicolás y con Simón Ergas, el otro fundador y también editor de La Pollera.
—¿Cuál ha sido, para ti, la entrevista que marcó el libro?
—No sé si hay algo así como una entrevista que haya marcado el libro; aunque sí recuerdo que cuando entrevisté a Raúl Zurita, y se publicó el artículo en Artes y Letras, me di cuenta o quedé con la sensación de que el material era valioso, quizás porque recibí varios comentarios sobre esa entrevista, cosa que no me suele suceder. Hablamos sobre Dante y la Divina comedia, sobre lo importante que era en su vida y en su obra. Así es que de algún modo fue esa conversación con Zurita la que incubó la idea de hacer algo más. Ese algo más es el libro.
No sé si marcan el libro, pero también recuerdo con cierto cariño las entrevistas a César Aira y a Le Clézio. La de Aira porque soy muy seguidor de su literatura, leo sus libros como una especie de ensayos de ficción. A él fue al primer entrevistado que le pedí que me firmara un libro; nunca lo había hecho, no sé si por vergüenza o qué. Desde entonces lo he vuelto a hacer, a veces. La entrevista a Le Clézio la hice en Puerto Rico, durante un Congreso de la Lengua, y la recuerdo porque fue resultado de un desencuentro: habíamos acordado juntarnos a cierta hora en el comedor del hotel; llegué y no lo encontré, lo esperé y busqué por más de media hora. Pude comunicarme con alguien de la organización del congreso, que lo llamó. Le Clézio también me había estado esperando, solo que en otro comedor. Recién ahí supe que había más de uno. De todos modos, bajó a hablar conmigo, pero, me dijo, tenía solo siete minutos (o algo así), porque iban de paseo con su señora. Al final hablamos más, quince o veinte minutos, sobre su infancia como lector del Quijote, sus libros y su relación con la literatura latinoamericana.
—¿Qué es lo que más te gustó al hacer Descartes Periódicos?
—Fuera de lo obvio, poder darle nueva vida a respuestas e ideas que habían quedado descartadas, me gustó rehacer las entrevistas. No solo agregué el material que había sido descartado, también volví a escribir las entrevistas, con nuevas introducciones, quizás con más libertad, más soltura. En ese sentido, son textos nuevos, no fue volver a escribir lo mismo ni es, espero, repetirse la entrevista que salió en el diario. Tampoco sé si existan las personas que hayan leído o vayan a leer las dos versiones; o si alguien se acuerda de lo que ha leído en un diario. Los diarios, lo dice su nombre, duran un día; quizás una semana en el caso de suplementos como Artes y Letras. Un libro debiera durar un poco más; eso también me gusta, aunque sea solo vanidad e ilusión.
—¿Cómo fue trabajar con La Pollera?
—Me gustó, fue fluido, ellos son muy dedicados a su trabajo. He visto como ha crecido la editorial, desde publicar unos pocos libros al año hasta ahora en que tienen novedades todos los meses. Inesperadamente, lo que más trabajo nos tomó, más idas y vueltas, no fueron los textos, sino el diseño, hubo cambios de colores de tipografía, de diagramado. Ahí la pega fue de Pablo Martínez, el diseñador de la editorial. Aprovecho de darle las gracias, porque está bello el libro.
—¿Fue muy difícil elegir cuáles diálogos entrarían en el libro?
—A Nicolás y Simón les entregué un mamotreto con no sé cuántas entrevistas; yo ya había descartado muchas, pero finalmente fueron ellos los que, con la distancia que yo no tenía, eligieron las diez entrevistas que finalmente se publicaron. Tanto en el mamotreto original como en volumen final solo entraron aquellas entrevistas que respondían a la etiqueta, no muy precisa, de «animales que narran o imaginan»; para otro volumen, veremos si llega a existir, quedaron los “animales que piensan”. Fue una forma de seleccionar y distinguir entre ficción y no ficción.
—¿Dónde podemos encontrar Descartes Periódicos?
—Está en librerías, entiendo que tanto en las cadenas como en las más pequeñas; y se puede comprar en la página de la editorial (www.lapollera.cl). A La Pollera la distribuyen en Argentina, así es que el libro también debería andar por esos lados.