Este es la segunda publicación literaria de Claudio Suárez Cruzat, un médico que ha tomado la osada decisión de cambiar de oficio para dedicarse a la literatura. Al igual que en el caso de su debut, también este es un conjunto de relatos.
En una primera impresión llama la atención la multiplicidad de escenarios. Un poco a la manera de Borges que podía hablar del mundo del hampa y los bravos gauchos sin salir de su casa, acá hay un procedimiento similar, en cuanto se eleva la capacidad creadora como lo principal.
Son historias que tienen lugar en distintos ambientes, demostrando la curiosidad del autor por captar la dinámica en diferentes espacios. Esto se puede apreciar, por ejemplo, en integrar un léxico particular cuando corresponda. Cada disciplina, cada rubro, implica utilizar un vocabulario determinado y es de gran aporte que el autor integre dichos conceptos, como el caso de pelero, que aparece en el relato de los jinetes que abre el conjunto, La última cabalgata. Así mismo, existe una intención de nutrir la narración de fuentes de interés, que pueden estar en una estatua, testimonio de un pasado ya extinto, como sucede en las figuras Selknam al costado del camino en Fugitivo en la ruta Selknam.
Nadie lo pasa muy bien en estos cuentos. Son personas que por alguna razón se ven en la necesidad de marginarse de su entorno o que perseveran de una forma que ya no demuestra constancia, convirtiéndose en algo parecido a la locura, como el caso de Andrés Busso de Artista pintor, lo que se traduce en un distanciamiento con el mundo.
En sus mejores momentos, Suárez Cruzat logra mantener la intriga de la mano de perfiles de personajes consistentes. Esto se puede apreciar en La última cabalgata, en donde se retrata una arriesgada cabalgata a través de la cordillera en un sector sureño de Chile. Son todos profesionales de entre 35 a 60 años, mayoritariamente del ámbito de la salud, salvo el narrador que es arquitecto. Provienen de un espectro social semejante, pero comienza a surgir un particular tipo de antipatía entre el grupo liderado por Roberto y el narrador. El conflicto está relacionado con quién asume mejor su papel de macho. Roberto y Juan comienzan a tratarlo de blandengue, todo lo contrario a la dureza guerrera que, se supone, debiera tener el ideal masculino que emprenda esas aventuras. Lo interesante es que blandengues y duros completan la travesía, los que se retiran antes son otros miembros de la expedición. Es decir, es posible vestir de rosado y hacer algo viril. Son categorías cavernarias, pero que sin duda en determinados ambientes emergen con fuerza. La relación entre el narrador y su imponente caballo árabe es de un afecto sincero, se preocupa por él y resulta conmovedor. A diferencia del resto, no lo ve solo como algo útil para transportarse.
Así mismo, hay retratos del espanto y sus protagonistas, como se aprecia en Amanecer de un Sábado de primavera, relato que se atreve a meterse en aguas escabrosas, logrando un gran resultado. Jaime Rivera es un profesor de arte de colegio que siempre ha tenido la fantasía de asesinar para saber qué se siente tomar la vida de otra persona. Un día se le presenta la ocasión ad hoc: Benjamín, un niño de tercero básico, se regaza del resto de sus compañeros por haberse quedado practicando la entrada al agua en la piscina. Rivera estaba ahí, supuestamente, para ayudar a que los niños se fueran directo a las duchas después de la clase. Un relato en que se retrata algo sin que el autor se haga presente con juicios de diversa índole, como sucede frecuentemente en el resto del conjunto.
El tema de los juicios en ocasiones se vuelve un obstáculo para acceder al mundo de determinados personajes. Pareciera que el autor no quisiera que existan dudas de quienes son los malos y con ellos no hay intentos de empatizar o, por lo menos, algún interés de saber de su mundo; conocerlos, en definitiva, lo que permite una lectura más fácil pero también le resta complejidad. Si el malo no se muestra en otra faceta que la de ser un desagradable, sin saber de él algo de mayor profundidad que una línea para saber qué estudió, es muy difícil que se logre una mirada multidimensional del personaje. También un tema que no es precisamente de juicio, pero que se puede apreciar así por cómo se planteó es en Las arenas de Santorini, donde un hombre, mientras recibe las embestidas de su cliente, se pone a reflexionar en torno al hecho de haber sido vejado por toda la sociedad y también por sus padres, relacionando eso con la práctica de la sodomía, utilizando la usual palabra vulgar que no va al caso reproducir acá. Que el propio personaje asocie la humillación que ha sufrido con el modo en que vive su sexualidad tiene una carga moral que resulta inverosímil y, además, termina siendo paternalista: su vida sexual no respondería a una búsqueda del goce sino que a un modo inconsciente de purgar sus males y enfrentar sus demonios.
El diablo está en los detalles. Y como un cuento es una narración de poca extensión, hay que tener especial cuidado porque quedan muy a la vista, restándole calidad al resultado final. Por ejemplo, en Amanecer de un sábado de primavera, el cuento funciona bien, su protagonista es consistente, salvo por el hecho que Jaime, el trastornado profesor de arte, tiempo después del hecho, se junta en un bar con Alfredo, profesor de educación física, y, tal como quién habla del matinal, le cuanta lo que hizo. La forma en que se retrata la relación entre ellos no justifica ese nivel de intimidad y menos aún la respuesta que recibe Rivera: ok, no es tan grave, pero que le deje acostarse con su mujer, él no cuenta su secreto y todos tan amigos como siempre. Se ve como algo gratuito. Esto corre también para las recurrentes sobreexplicaciones, que en ocasiones restan fluidez. Por ejemplo, en Fugitivo en la ruta Selknam, se reitera más de una vez que el auto que maneja Sánchez había sido arrendado por Svetlana, la ucraniana que luego los servicios secretos encontrarán muerta en su habitación. No tiene sentido repetir esa información, que por lo demás tampoco es tan importante. O en Mi personal Jesús, cuando leemos la letra de la canción que está escuchado Jorge (Personal Jesus de Depeche Mode) y aparece un fragmento de la letra traducida. Esto no es correcto, debiese haber salido el original en inglés y la traducción en un pie de página. Puede parecer una exageración, pero esto conlleva a otras cosas que atentan contra la verosimilitud. Por ejemplo, Pedro, quien estuvo 5 años preso en la cárcel de Lima, escucha brevemente la canción cuando Jorge se saca los audífonos y con eso le alcanza para comprender la letra y analizarla. Le hace sentido, conocer y acercarse a Jesús en su tiempo de presidio le hizo tomar conciencia y cambiar de vida. No es verosímil que una persona que estuvo presa, sin buena educación, pueda entender y asimilar una letra en inglés en el acto, porque lo que está escuchando es la versión original de Depeche Mode, distinto hubiera sido que supiéramos que escuchaba un cover en español.
Suárez Cruzar en este segundo conjunto de relatos elabora narraciones fluidas que le permitirán al lector viajar a distintas latitudes. Si bien falta pulir ciertos detalles, son textos entretenidos que dialogan entre sí, donde se puede encontrar una que otra interesante referencia al acontecer, junto a un buen dominio de la estructura que le posibilitan al autor ir modificando la línea temporal a su antojo. Los hombres, en general, quedan un poco como chaleco de mono; seres chapados a la antigua, narcisos, posesivos, pero de todos modos hay espacio para la redención y la posibilidad de, al menos, tener un momento de autocrítica en torno a la propia vida. Ya es algo.
Juan José Jordán
Ficha técnica:
El fugitivo en la ruta Selknam
Cuentos
Autor: Claudio Suárez Cruzat
Editorial: Simplemente editores
Año: 2023
Idioma: Español
N° páginas: 158
Encuadernación: Tapa Blanda
Dimensiones 23 cmcm x 15 cmcm
ISBN13 9789568865825
Juan José Jordán (Santiago, 1982). Egresado de Literatura Udp. Ha hecho talleres literarios, participado en proyectos de edición y ha intentado hacer de periodista en diferentes entrevistas. Le interesa la lectura como espacio de diálogo.