En el otoño de 1974, el director de cine Werner Herzog recibe una llamada con la noticia de que su amiga y mentora, Lotte Eisner, estaba muriendo. La respuesta inmediata, cargada de fuerza simbólica, fue negar la posibilidad mediante un desafío: con un par de botas, una brújula y una chaqueta contra el frío y la lluvia, se lanzó a caminar desde Münich hasta París (más de 900 kilómetros), confiando en que a través del martirio y la acción podría rescatar a Lotte de la muerte.
Este pequeño diario, mezcla de registro físico y viaje mitológico, de travesía y tormentos interiores, puede leerse como una peregrinación que lo enfrenta consigo mismo, que lanza señales en forma de presagios y alucinaciones, y donde Herzog también posee el arrojo del héroe que desafía el destino.
Los lectores reconocerán el aliento sagrado y rebelde presente en la obra cinematográfica de Herzog, porque al igual que en Fitzcarraldo, aquí somos testigos de la pasión ciega de un hombre entregado a un sueño. «Nuestra Eisner no debe morir», leemos en estas páginas. «No va a morir, yo no lo permito. No morirá, no. No ahora, no lo tiene permitido. No, no va a morir porque no está muriendo. Mis pasos son firmes. Y ahora tiembla la tierra. Cuando yo camino, camina un bisonte».
«Como Goethe o Novalis, Herzog empieza por una tarea casi divina: preñar de espíritu la naturaleza y el mundo».
(Alan Pauls)
«En sus películas hay una especie de absurdo extático, cosas que te hacen cuestionar la naturaleza de la realidad, del universo en el que vivimos».
(Errol Morris)
Werner Herzog nació en Münich en 1942. Fue uno de los nombres clave del Nuevo Cine Alemán, durante los 70 y 80. Su obra, compuesta de ficciones y documentales, lo sitúan actualmente como uno de los directores más importantes del cine europeo. Dentro de sus títulos más destacados se cuentan Fata Morgana (1971), Aguirre, la ira de Dios (1972), Nosferatu, el vampiro (1979), Fitzcarraldo (1982) y Grizzly Man (2005). En buena parte de sus películas ha escenificado la lucha del hombre contra las fuerzas de la naturaleza y de sus propias ambiciones. Conocido por su temeridad y gran sentido de la aventura, ha filmado en las junglas de Perú, Tailandia y Ghana en condiciones, muchas veces, extremas. Parte de las vicisitudes acontecidas en el rodaje de Fitzcarraldo, durante el cual transportó un barco por encima de un monte, son narradas en su libro La conquista de lo inútil. Y fue gracias a esta película que en 1982 recibió el reconocimiento a mejor director en el Festival de Cannes.