La editorial Eterna Cadencia viene construyendo hace años un proyecto necesario para el desarrollo de la literatura y las ciencias sociales. Con un catálogo amplio y diverso que va desde Theodoro Adorno hasta Diamela Eltit, pasando por Ricardo Piglia, Walter Benjamin y Lina Meruane, ha levantado estructuras sólidas que nosotros como lectores tenemos la obligación de no pasar por alto.
Cuando Eterna Cadencia aterrizó por primera vez en Chile, lo hizo con valores exorbitantes que escapaban a cualquier tipo de lógica. Hoy en día -de la mano de Big Sur- sus libros han bajado considerablemente de precio, acercándose a los recursos que se manejan en los bolsillos de la realidad chilena.
En esta ocasión, queremos recomendarles dos libros recientemente publicados por la editorial Trasandina. En ambos textos, se dialoga con el escenario político-social por el cual está atravesando el mundo, este lugar incierto que de un momento a otro se nos hizo irreconocible.
El capital odia a todo el mundo es un libro que critica lo que fue el Mayo del 68. Maurizio Lazzarato propone la hipótesis de que los referentes del período le dieron la espalda a los principios de la Revolución, centrando sus proclamas en modos academicistas y burgueses que poco tenían que ver con los ideales del pueblo y sus formas de reivindicación. Huyendo de los melancólicos lugares comunes que sitúan el Mayo Francés como un hecho histórico que no merece discusión, el argentino –en un ejercicio anti dogmático que incluyen la valentía y el riesgo- propone volver en el ruedo a este motor político para de esta manera repensar el presente.
En la actualidad, en lo que se asume como la forma más avanzada del capitalismo tardío, podemos observar como todo el sistema en su conjunto está siendo liberal en lo económico, pero conservador en lo social. Donald Trump y Jair Bolsonaro han convertido sus países en supuestos reinos democráticos –se validan en los números de las democracias representativas-, pero han generado discursos que se anclan en las cavernarias formas de la intolerancia. Para apreciar este fenómeno en su totalidad, Lazzarato busca problematizar el pasado, es decir, encontrar las circunstancias del ahora en las luchas que alguna vez existieron.
Dentro de mis círculos familiares, siempre se presentaron las luchas político-sociales del siglo XX como recuerdos intocables que nadie podía interferir ni cuestionar. No existía el ejercicio de interrogar al pasado de izquierda, más bien se le hacía ver como un sitio prístino exento de cualquier tipo de reproche. En una canción del trovador español Ismael Serrano que se llama «Papá cuéntame otra vez», le enrostra a su progenitor esta burbuja en la cual ha vivido, haciéndole ver su melancolía por la resistencia como un fenómeno que no estuvo exento de errores. Lo que hace Lazzarato, en lo que podría ser un regalo ideal para todos los padres que tienen estas conceptualizaciones, es dar vuelta certezas y modificar los imaginarios de los contratos sociales.
En el segundo texto, Las vueltas del odio de Gabriel Giorgi y Ana Kiffer, se analizan las formas en que ha mutado el odio. El concepto no solo es observado desde una óptica gramatical, también en sus capacidades adaptivas –sociológicas e históricas- en las que siempre va generando un rostro diferente. El odio, que actualmente se ancla en el volador de luces de las redes sociales, penetra todos los ámbitos de la vida íntima, posicionándose en las esferas de lo público para dictar pautas en torno a lo íntimo. Giorgi y Kiffer centran sus hipótesis en torno a tres instalaciones artísticas (una argentina y dos brasileras). En los análisis que se realizan sobre estas representaciones, hay que manejar una batería teórica amplia para entenderlos en su globalidad, no obstante, más allá de los tecnicismos, podemos hallar conclusiones globales que son palpables en la realidad que nos rodea. Cada vez que abrimos nuestras redes sociales, cualquiera sea esta, nos hallamos de sopetón con la dictadura del posteo, esa supuesta opinión (limitada por el uso de caracteres), en donde se construye el reino de lo políticamente correcto.
Las vueltas del odio es un texto urgente y necesario que permite discutir y pensar lo que nos rodea, es interesante ver la forma en que Facebook, Twitter o Instagram dictan pautas y organigramas, desplegando formas que pretenden controlar el presente pensando en un único futuro.
Chile y el mundo están cambiando. No sólo el efecto pandemia ha modificado nuestras reglas y comportamientos, también, hay nuevos fines político-sociales que buscan posicionarse en la cotidianidad. Las formas de control mutan y se anclan en los nuevos procesos tecnológicos, funcionando no solo como bases de datos sobre los cuales el poder construye perfiles, también, levantando silenciosos procesos de autocensura que están dominándolo todo.
Debido a la pandemia, o quizás debido al uso excesivo de estas, las redes sociales se están convirtiendo en un verdadero infierno. Peleas, discusiones, mal entendidos, descalificaciones, indirectas que no son tan indirectas y un largo etcétera en el que todos nos hemos visto sumergidos. Este menosprecio que por lo general se da en los grupos de amigos, cuestión que sirve para revalidarse ante las ideas de otro. Por lo general son discusiones bizantinas que no tienen más importancia que no quedar como un estúpido, defendiéndose ideas absurdas para no perder una batalla que finalmente a nadie le interesa. Hace pocas semanas en un grupo de futboleros en los que me encuentro, se armó una trifulca lingüística por el actual técnico de Santiago Wanderers, Miguel Ramírez. Se podían tener diferencias y discusiones en torno al entrenador. Sus clubes, amores, traiciones y decisiones fueron abordadas durante más de cinco horas de un día domingo. Terminó todo en insultos y descalificaciones personales ajenas a cualquier primera forma de discusión. Un par de semanas después, tras la muerte de Maradona, volvieron los excesos. En las redes sociales no hubo tregua ni concesiones, iban y venían los combos disfrazados de publicaciones, funcionando internet como un pésimo catalizador de las pulsiones sociales.
Siempre es necesario estar analizando la sociedad. Levantar la cabeza, mirar a nuestro alrededor, observar nuestra vida y la de nuestros vecinos. Mediante esta introspección, podemos realizar diagnósticos que engloben y muestren la forma en que todo está mutando, no obstante, creemos que este ejercicio debe ser ejecutado con lecturas actuales y atingentes. Leer sobre lo que palpamos, permite complementar las visiones individuales, integrando conceptos que servirán para entender los contextos y las transformaciones a las que día a día nos vemos sometidos.
Libros Eterna Cadencia:
– El capital odia a todo el mundo, Maurizio Lazzarato.
– Las vueltas del odio, Gabriel Giorgi y Ana Kiffer.