Por Jessica Sequeira
Todo el mundo reconoce el nombre de Gandhi, pero aparte de su famosa Autobiografía, hay muy poca obra suya disponible en español. El Camino de la Noviolencia: Aforismos de Mohandas Karamchand Gandhi, editado y traducido por Alan Meller y publicado recientemente por DscnTxtEditores, es una vía accesible a sus otros escritos, naturalmente con toda la selectividad que conlleva el género. Un aforismo puede ser una pepita de sabiduría, una forma de autocrítica, una ocurrencia ingeniosa, un comentario irónico. El tono de Gandhi es, en su mayor parte, solemne; éstas no son las absurdas greguerías de Ramón Gómez de la Serna ni las viciosos ocurrencias de salón de Madame de Sévigné. Aun así, elegir el aforismo como formato tiene un efecto atractivo. Meller ha elegido cinco categorías—“La noviolencia”, “Desobediencia”, “La mujer”, “Dios”, “La civilización occidental”—y ordenado sus citas de una manera que enfatiza no sólo la naturaleza múltiple de las propias ideas de Gandhi, sino también las contradicciones y disputas internas de Gandhi como ser humano. A menudo cambia definiciones y opiniones, o llama explícitamente la atención sobre sus propias incertidumbres. Sí, Gandhi era un hombre imperfecto, como él mismo admitió, y aun así creó un nuevo ideal —un amor perfecto basado en una noviolencia perfecta— para que otros también lo intentaran realizarlo, quizá mejor que él.
La lúcida introducción de Meller comienza por señalar que el 2 de octubre de 2019 se cumplieron 150 años del cumpleaños de Gandhi, y que ese año también fue el nacimiento del estallido social en Chile. En su lúcida y convincente introducción, Meller pone la vida y las ideas de Gandhi en conversación con los movimientos de protesta chilenos, argumentando que las ideas sobre la fascinación o necesidad de la violencia también pueden generar un círculo vicioso, donde la brutalidad produce más brutalidad. Por supuesto, las desigualdades sociales son en sí mismas una forma de violencia, como señala también Gandhi, así que de ninguna manera está claro que las mismas estrategias de la noviolencia que funcionaron en la India de la primera mitad del siglo XX sean la respuesta adecuada para Chile. Para Gandhi, la civilización moderna era una enfermedad que destruye la distancia y el tiempo; llegó incluso a llamarla “satánico”. Pensaba que hay que desafiar la industrialización con medios no violentos, como la fabricación de la propia ropa con la rueca en vez de la compra de ropa importada, y que la ley espiritual actúa a través de las actividades de la vida diaria y los actos cotidianos. Así también idealizaba la simplicidad de la vida del pueblo. Nuestros tiempos son distintos, en términos del sistema económico y la presencia de la tecnología. Sin embargo, plantear el debate en términos de desobediencia civil, con un contexto no chileno, proporciona otra perspectiva y otras herramientas lingüísticas.
A nivel de la frase, los textos se leen con mucha claridad, gracias a las buenas traducciones de Meller, aunque las ideas en sí mismas son a menudo paradójicas y en tensión, evitando una fácil comprensión. Gandhi define una palabra primero de una manera, luego otra, o hace afirmaciones opuestas. Pese a proponer dicotomías constantemente, los comentarios de Gandhi convierten sus definiciones en serpientes que se retuercen, escapando cualquier encantador en la plaza soleada, para hundirse en la libertad de un bosque espeso, sombrío y mucho menos asible. En una breve nota sobre los “conceptos intraducibles”, Meller llama la atención sobre unas siguientes palabras, que van cambiando de definición a lo largo del libro. Aquí están en negrita, con algunas de las varias definiciones que yo anotaba mientras leía:
Satyagraha
Persistencia en la verdad / Fuerza de la verdad / Fuerza del alma / Fuerza del amor / El resultado de los dos pilares de la noviolencia y la desobediencia civil
Himsa
Violencia / Daño
Ahimsa
Noviolencia / Verdad / Ciencia / Democracia, frente a la violencia de la dictadura / Protección del alma, frente a la preservación del cuerpo mediante la violencia / Amor / Fuerza del espíritu / El camino hacia Dios / Moksha / Sufrimiento consciente / Resistencia del alma / Realización de Verdad / Despertar de la Conciencia / La voluntad de no matar / Voluntad indomable / Al alma lo que el alimento es al cuerpo / El fin de todas las religiones / Todas las religiones / Los medios para la Verdad / Los medios para la Independencia / Radiación en un crecimiento maligno que trabaja para curarlo / La fuerza más activa del mundo / El límite último de la humanidad
Atmán
La eternidad infinita que habita en nuestros cuerpos transitorios
Dios
Omnisciencia / Amor puro / Noviolencia en su estado ideal
Conceptos como Ahimsa parecen similares al Tao, escapando a la definición, un flujo de vida u orientación en vez de algo fijo. Gandhi, un filósofo del lenguaje a su manera, hizo estallar las definiciones dadas de las palabras, transformando términos religiosos en políticos. La austeridad se convirtió en un arma contra el consumismo; el ayuno se convirtió en la herramienta de la huelga de hambre; la rueca se convirtió en un arma de lucha; las peregrinaciones se convirtieron en marchas políticas.
De todas las marchas que encabezó Gandhi, la más famosa es probablemente la marcha de Dandi contra el impuesto británico a la sal, cuando con sus seguidores caminaba 387 kilómetros desde Sabarmati Ashram hasta Dandi, a lo largo de la costa hacia el sur. Los números aumentaron a medida que avanzaban, y Gandhi hizo su propia sal a partir del agua del mar, algo ilegal ya que los británicos controlaron la producción señal. Con este acto afirmó que un puñado de sal puede cambiar el mundo. Posteriormente, 60.000 satyagrahis fueron encarcelados, incluido Gandhi, durante nueve meses. El bhajan, o canción devocional, “Raghupati Raghava Raja Ram” acompañó la marcha con su ritmo hipnótico. (La canción también aparece en una escena famosa de la película de Bollywood Kuch Kuch Hota Hai, donde la escuchaba por primera vez.)
Gandhi enmarcó sus ideas espirituales como una ciencia y su propia búsqueda de la verdad como un experimento, como lo demuestra el título de su autobiografía: The Story of My Experiments with Truth. Pensaba que la noviolencia se basa en proposiciones como las definiciones de Euclides, y que esta ciencia constituye el enfoque más eficiente posible hacia el ideal. Para él, sólo la pureza de los medios (la noviolencia) puede conducir a los fines deseados; si la violencia tiene éxito, sólo lo logra en el corto plazo, utilizando trucos y artimañas, pero está destinado a derrumbarse. Su idea del experimento va incluso más allá. Gandhi consideraba el ashram, o monasterio hindú, como una especie de laboratorio que buscaba la mejor ordenación posible del día y sus tareas, para producir la mejor ordenación del mundo interior. Además, pensaba que la noviolencia no existe sin la presencia de violencia; incluso se podría decir que es una reacción que depende de la existencia de la violencia, igual que la prueba del bien depende de la existencia del mal. Por ende, la noviolencia es un experimento o prueba de las reacciones frente una amenaza. Ante una agresión hay que amar al enemigo, responder a la furia con amor, perdonar en lugar de castigar.
Como se puede dar cuenta, en la base de la noviolencia de Gandhi hay una raíz de sufrimiento y autosacrificio. Insistía en la necesidad de reducir el yo a cero, estar orgulloso de ocupar el último lugar entre pares, hacer las tareas de la casta de los intocables sin sentirse por encima de ellos. Para él, la dignidad requiere obediencia a una ley superior, una ley del espíritu. Pensaba que la gente debería ser como soldados disciplinados, educados en la noviolencia y el autogobierno. Los principios de la noviolencia, el autogobierno y el control perfecto de uno mismo significan, en teoría, que no se necesita ejércitos, policías o estados. Gandhi admite que la policía puede ser necesaria, pero como servidores del pueblo en vez de sus líderes. Se critica a sí mismo sin piedad, diciendo que incluso su propia voz interior lo lleva a veces por mal camino. El vínculo aquí con una especie de martirio por una causa es evidente; Gandhi insiste en la necesidad de organizar el cuerpo y las circunstancias para mejor servir a la humanidad. La fuerza para él es coraje y ausencia de miedo, y se necesita fuerza para morir. Dice que el arte de morir, al igual que el arte de matar, debe aprenderse.
Estas no son necesariamente ideas atractivas para jóvenes apasionados, furiosos y amantes de la vida, y de hecho, la propuesta de Gandhi fue una de muchas otras. Las soluciones más violentas e inmediatas de figuras como Bhagat Singh (que defendía las tácticas de guerrilla, y a quien Meller compara con el Che Guevara de la India) y Subhas Chandra Bose (que propuso el primer ejército nacional indio) resultaron atractivas para muchos. En Londres, Gandhi se reunió con los anarquistas indios, pero pensó que la India necesitaba un enfoque diferente para el progreso. Además, había visiones irreconciliables dentro de la propia India. En la década de 1940, las diferencias internas entre las visiones hindú y musulmana de una India independiente, más allá de su antipatía compartida por los británicos, se hicieron muy claras. La partición de 1947, que dividió violentamente al Pakistán musulmán de la India hindú, provocó el traslado de unos 15 millones de personas por la frontera y muchísimos muertes, e indirectamente provocó la muerte de Gandhi mismo, ya que algunos creían que había sido demasiado amable con los musulmanes. Nathuram Godse, un miembro de la extrema derecha hindú nacionalista asesinó a Gandhi el 30 de enero de 1948 en Birla House en Nueva Delhi. Pienso en el poema “Elegia sobre a morte de Gandhi” de la poeta brasileña Cecília Meireles, donde establece una conexión entre India y Brasil:
O vento da tarde vem e vai da Índia ao Brasil, e não se cansa.
Acima de tudo, meus irmãos, a Não Violência.
Mas todos estão com os seus revólveres fumegantes no fundo dos bolsos.
E tu eras, na verdade, o único sems revólveres, sem bolsos, sem mentira.
—desarmado até as veias, livre da víspera e do dia seguinte.
El viento de la tarde va y viene desde la India hasta Brasil,
y no se cansa.
Sobre todo, hermanos míos, la Noviolencia.
Pero todo el mundo tiene revólveres humeantes en lo más profundo de sus bolsillos.
Y tú eras, de hecho, el único sin armas.
sin bolsillos, sin mentiras.
—Desarmado hasta tu esencia más profunda,
liberado del día anterior y del día siguiente.
En efecto, ciertas corrientes del hinduismo de la época de Gandhi (y de la actualidad) podían ser increíblemente violentas y militantes. Como señala Meller, si es así, la promoción de la noviolencia desde el corazón de una cultura militante debe ser aún más elogiada. Mientras que el hinduismo homogeneizó su idea de lo verdadero, lo puro y lo correcto, Gandhi quiso abrir ideas como la noviolencia, ampliar lo que podían significar y hacer.
Hay muchos Gandhis en la literatura y el cine, pero pienso en el Gandhi de R K Narayan en Waiting for the Mahatma, donde un chico de secundaria llamado Sriram se convierte en un activista político en el movimiento Quit India de Gandhi, primero para impresionar a una chica, pero luego por convicción genuina, lo que lo lleva a varias penas y algo de tiempo en la cárcel. Al final, el chico se queda con la chica, y al estilo indio, todo termina con un compromiso para el matrimonio, aunque en las páginas finales la partición de la India y la muerte de Gandhi acechan en el telón de fondo de su felicidad. Lo que me llama la atención es que Sriram nunca conoce a Gandhi en persona. Gandhi es una ausencia palpable, que despierta emociones e incita a acontecimientos; Sriram y tantos otros jóvenes se inspiran en el ejemplo que representa y en sus ideas, por ilusorias que sean y por imperfecto que sea el hombre mismo.
Sobre las mujeres, los pensamientos de Gandhi oscilan entre lo progresista, para su época, y lo extremadamente anticuado. Opina que el hombre aprendió a utilizar a la mujer como herramienta y que ella se acostumbró, ya que descender de un ideal es fácil. Está en contra de los anticonceptivos, que considera un insulto a las mujeres y a la humanidad, ya que suponen una falta de autocontrol. Elogia la figura materna como una “hacedora y silenciosa líder” que puede enseñar “el arte de la paz”. Es famoso que Gandhi se puso a prueba en el celibato —otro experimento— durmiendo en la misma cama con varias mujeres jóvenes. También opinó que la mujer tiene más coraje para el sacrificio que el hombre, ya que, según él, naturalmente sufre más. “Siempre me he considerado una mujer”, escribe. Se me viene a la mente aquí la poeta Sarojini Naidu y las muchas mujeres asociadas al movimiento independentista que trabajaron en paralelo con el “padre de la nación” Gandhi, y cuya obra (hacedora, pero no silenciosa) también merece una edición de este tipo.
Rabindranath Tagore llamó a Gandhi un jivanmukta, o alma liberada, y dijo que “su amor por la humanidad es positivo y agresivo”. En una obra de Tagore llamada Raja en bengalí, o The King of the Dark Chamber en inglés, se habla del rey con reverencia y la sociedad funciona en función de su ausencia; aunque nunca se le ve, el mero hecho de que exista —o se crea que existe como gobernante ideal— determina la forma en que se comportan los ciudadanos. En la música clásica indostánica, también se atribuyen efectos sobrenaturales a la música a través de su capacidad para afectar las emociones, que puede cambiar el comportamiento humano de un hombre común tanto como un raja y, por lo tanto, cambiar los destinos políticos de los estados-nación. Las ideas de Gandhi tienen el mismo poder en cuanto que él fue capaz de alterar emociones y comportamientos a distancia a través de su ejemplo moral.
Una nota sobre la edición. A pesar del énfasis de Gandhi en el carácter por encima de la ropa, no puedo evitar admirar la belleza de las firmes cubiertas blancas, las solapas interiores, las guardas negras, un cuerpo que presta un excelente servicio al alma de su contenido. Este es un libro que provoca a admirar, meditar y actuar conscientemente. Las fuentes del libro varían según el género y la época. Incluyen: Autobiography: The Story of My Experiments with Truth (1993), Constructive Programme (Its Meaning and Place) (1948), Hind Swaraj (2016), Journals (1903 – 1949), My Non Violence (1970), Non Violence in Peace and War (1919), “Selected Letters” y “The Voice of Truth” en The Selected Works of Mahatma Gandhi (1968), Self Restraint vs. Self Indulgence (1933) y Truth is God (1955). Me hubiera gustado tener más información sobre los procesos y decisiones poéticas detrás de la compilación de este texto, de dónde provienen estas citas particulares, qué libros o discursos, en qué años y cómo fueron ordenadas. También me hubiera gustado tener más información sobre las traducciones, los problemas específicos que pudieran haber surgido con respecto a ciertas palabras o ideas filosóficas, y las estrategias que adoptó Meller para comprender los textos. Es imposible determinar qué citas provienen de qué libro, o de qué manera varía la selección a lo largo del tiempo. Esto tiene un efecto algo desorientador, ya que no está claro si los cambios en las ideas tienen que ver con la contradicción en el propio pensamiento de Gandhi en un momento determinado, o con los cambios en su pensamiento a lo largo de varios años. En cierto modo, el formato parece comprimir todos los libros en un solo libro, todo el tiempo en un solo momento. Hay en esto una especie de aspiración a la unidad de la sabiduría, que se acerca peligrosamente al género de la autoayuda, pero esta eliminación de la idea de evolución en el pensamiento durante una vida también puede leerse tal vez como un ejercicio gandhiano donde los pensamientos entran y salen de la conciencia, para que el lector los organice conscientemente.
Al igual que los modelos de comportamiento que sirven como ideales para aprender e imitar, los géneros literarios pueden perdurar. Al leer este libro, y pisándole los talones, el Diario de Tokio de Horacio Castellanos Moya, llegué a disfrutar de sus patrones de ideas, incluso si Gandhi (o Meller, tomando citas de su trabajo) es insistentemente abstracto, su conciencia de su propio cuerpo en sus viajes y observaciones periodísticas no son material para escribir aquí, como para Castellanos Moya, sino en algún lugar fuera de la página y en el mundo, antes o después de la teoría en lugar de enredarse con ella. Entre el fragmento diarístico y el aforismo filosófico, hay un cuerpo. Quizá por eso, aunque quería escribir estas notas en la forma de aforismos, quedaron más como párrafos reflexivos que marchan hacia algún tipo de sentido: unos pasos con Gandhi.
Gandhi dice que Dios trasciende el lenguaje y la razón, y que el ser humano sólo puede concebir a Dios con las limitaciones de la mente y la precariedad del lenguaje. La noviolencia, “tan indefinible como Dios”, es el medio para llegar a Dios, una ausencia que es siempre presencia. Ishwar, Alá o Dios son, para Gandhi, palabras que buscan nombrar lo mismo. Buscarlas requiere la dedicación de la vida al servicio de la humanidad. Aunque suelo desconfiar de los dictados solemnes de la literatura inspiradora, para mí, este libro no sólo despertó un interés en otros escritos de Gandhi, sino que también me hizo maravillarme ante el poder de unos conceptos para inspirar un cambio en las condiciones materiales. En alguna parte del libro aparece la idea de que generalmente se piensa en la historia como un registro de guerras, una interrupción de la felicidad. La felicidad es, por tanto, una falta de historia. Quizá es nuestra tarea vital escribir otro tipo de historia, en nuestras palabras y nuestras acciones. Gandhi era un hombre complejo cuyas ideas sobre el amor, el cambio social y las prácticas no violentas fueron decisivas en la India. ¿Qué tipo de ideas hoy tienen el poder de motivar a las masas y servir verdaderamente a la sociedad? ¿Cuál es hoy nuestro puñado de sal, nuestra rueca?