Lunes, Octubre 14, 2024
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Entrevista a Cristóbal Gaete

Cristóbal Gaete es uno de los grandes escritores chilenos de la actualidad. Con una prosa inquieta que deambula entre el delirio y la deformidad, ha construido una obra en donde el ombligo no es un protagonista.

Sus extraordinarios libros Motel ciudad negra, Valpore y Paltarrealismo estaban perdidos, circulando como objetos de culto entre los lectores locales. Recientemente reeditados por Planeta bajo el nombre de Apuntes al margen (además de los inéditos Barrio y Hotel Prat), tenemos a nuestra disposición la pentalogía del puerto, ese lugar incierto en el que ni los géneros ni los cerros tienen algún tipo de frontera.

 

—En tu proyecto literario está presente Valparaíso como una isla de sobrevivientes. Un lugar apocalíptico que se aleja de la postal turística que se le suele imponer. Acá no hay carnavales culturales ni editoriales independientes onderas, acá hay pobreza, precarización y noches violentas. 

—Creo que un habitante porteño podría perfectamente vivir sin entrar nunca a esa postal. No veo casi ediciones independientes porteñas (¿onderas?) en las calles porteñas, tampoco de otras ciudades, sí las que piratean. Y bueno, los carnavales oficiales fueron pero siguen existiendo ya de forma antiprogramática. A excepción de Valpore, en el que me fui a la mierda operando sobre la paranoia social, no considero apocalíptica la forma de sobrevivir que represento en un puerto que es efectivamente precario, pero que paga esa precariedad con gran tolerancia. Creo que es digno autodeterminarse, también, como mucha gente lo hace acá. Ahora las noches, bueno, pueden ser violentas, depende de ti. Me he preguntado si tengo la tabla mental para evaluar todo esto corrida tres pueblos.

 

—El delirio y la deformación de la realidad es una constante en tus textos, de hecho, no son novelas aristotélicas en el sentido de que huyen de las tramas, la presentación de personajes y los finales elocuentes. Buscas transgredir lo cotidiano, pero también el género narrativo como ente convencional e inamovible.

—No tengo interés genuino en la mayor parte de los géneros literarios, más allá de las herramientas pedagógicas que me dan para los talleres que hago, y cuando me encargan un tipo de texto. No es un proyecto, no sé si es bueno o malo que no haga todas esas cosas tradicionales que nombras, me sale así. Puede ser que me aburra o no pueda redondear o definir personajes. Puede ser que me dé flojera contar o tampoco pueda. Podría echarle la culpa al tiempo. Puede ser que solo quiera transferir una experiencia estética y territorial, que termina por dar la forma a mis textos, porque soy un canal de la pulsión de Valparaíso. Me gusta creerlo. Valpo (actual) como ciudad de (mis) novelitas (antenas). Y justo en la libertad de esa ambigua extensión media, liberarse de las exigencias técnicas.

 

—Parecieras huir de la literatura del yo, como si lo importante fuera la ciudad, sus hoteles y bares. En tu obra se rompe el ombliguismo, importan más los rituales de la urbe. 

—Hay un “yo” siempre dando vueltas, pero que trata deliberadamente de desaparecer o mimetizarse con otros y también en la ciudad para que su experiencia incluya a los demás y se conecte con el territorio. Por ahí en todas las cosas y personas me detengo de igual forma. Todas las literaturas llevan su yo, la cuestión es no encerrarse en uno. Mi gusto por la literatura es un viaje a la otredad que se limita mucho con el yoyoísmo.

 

—Si bien hay delirio, calle y marginalidad, en tus textos también hay referencias a otras literaturas. Aparecen citados Pablo de Rokha y Joaquín Edwards Bello. La cultura como algo transversal que necesita de otros registros. 

—Todo lo que he escrito está lleno de otras escrituras, ponte tú en Valpore hay elementos choreados de todos lados, en Motel ciudad negra el clima mental me lo puso un libro de poemas chileno que por pudor prefiero evitar decir. Soy un lector que ha escrito, que adapta materiales para su territorio, y mi obra la concibo en términos laterales, quizá hoy le ponga más vanidad y trabajo al cotidiano oficio en mis entrevistas u otros artículos o crónicas de La Palabra Quebrada o en otros medios. Como mi asunto es el territorio, trabajo o pienso la relación de las formas de la escritura y de la representación, y justo los dos autores que mencionas se dan cita en Hotel Prat, uno al fundar la mitología del lugar y otro en el delirio en la vía pública. Ambos son caros al librito. Edwards para entrar y de Rokha para salir a un fuera negado por las características del proyecto. Ambos están en la cuneta para ser leídos, también. No quisiera mandar a nadie a leer gente de lejos.

 

—Tus libros circularon siempre en las editoriales independientes, ¿cómo te has sentido en este nuevo paso hacia una multinacional como lo es Planeta?

—Bien, todo bien. Es bueno saber que mis obras casi completas tendrán una buena circulación un lapso y llegarán a otras personas. Aprecio de igual manera todo lo que han hecho todas las personas por mí antes y ahora.

 

—¿Qué autores influyeron en tu obra?

—Qué pregunta. No creo que yo pueda responderla con justicia o es algo que se mueve, porque la penetración de una obra en tu estilo sedimenta y caduca, también. Diré como me siento hoy influido, como con elementos aplicados a lo último escrito. Otras listas, a otros años. Los redactores de la revista El Gráfico convirtiendo asuntos y cuerpos normales en épicos. Kerouac. Couve. Arlt. Duras. María Graham. Pablo Palacio. Guadalupe Santa Cruz. Pezoa Véliz. Alfonso Alcalde. Rimsky. Cozarinsky, Millán. Sbarra. Bárbara Délano. Juan Goytisolo. Döblin.

 

—¿Cómo escribes? ¿Tienes algún ritual? 

—Por mi forma de ganarme la vida siempre hay dos meses al año con poca carga laboral. Trato de darle intensamente en ese rato. No puedo escribir de a pocos.

 

—¿Qué estás leyendo actualmente?

—Por pega, Leila Guerriero, La otra guerra, y releí también en ese ámbito los poemas seleccionados del Álbum de Valparaíso en la antología Los trabajos y los días de Elvira Hernández. Tengo detenido en el ajetreo a Mauricio Wacquez, Frente a un hombre armado. El último libro bacán que leí fue Las malas, de Camila Sosa. Cada día me meto a sitios de internet buscando un poema que me ayude a sobrevivir. Hoy tocó uno de Auden.

Joaquín Escobar
Joaquín Escobar
Joaquín Escobar (1986). Escritor, sociólogo y magíster en literatura latinoamericana. Es autor de los libros de cuentos Se vende humo y Cotillón en el capitalismo tardío, ambos con la editorial Narrativa Punto Aparte.
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