Lunes, Marzo 24, 2025
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Entrevista a Ernesto Garratt autor de Casa propia y Allegados

Por Joaquín Escobar

 

lector ernesto garrat

Fotografía proporcionada por el autor.

 

Nos parece que el protagonista de Casa propia no logra verse en el espejo porque esa es la condición social a la que ha sido subyugado por el sistema de libre mercado. La de ser un invisibilizado por parte del Estado, un niño sin rostro que perdió su identidad. Podría ser parte de Los Nadie de los que habló Galeano, o llevándolo hacia un campo musical los Juan González que describe en su canción Eduardo Peralta.

Y también se trata de un protagonista sin nombre. Un joven adolescente que nadie ve. A quien casi  nadie le importa. Lo que no se nombra no existe así que para mí era fundamental que el narrador de esta historia fuera alguien al margen desde donde siempre se fabula en la literatura chilena. Acá no hay cuicos, ni zorrones ni pobres caricaturizados, es la historia de un Chile durante años claves para dejar, por lo menos en las formas, la dictadura: 1988, año del Plebiscito (en Allegados) y, 1989, la elección presidencial (en Casa Propia). Pero esto no es un registro del poder. Todo lo contrario. Lo que se cuenta, la historia de familia, una madre anciana y su adolescente hijo huacho, es la historia de una familia allegada de casa en casa en un reguero de miseria disimulada por una promesa de  progreso que no es tal. Estos libros los empecé a hacer antes de que estallara el llamado estallido social, mucho antes, entonces toda esta toma de  conciencia y crítica sobre lo cruel del modelo impuesto por los malditos Chicago Boys resulta del todo accidental con este presente que vivimos en Chile. Antes del 18 de octubre, Allegados era un novela resentida y solitaria en ese propósito. Después del 1810, pues Allegados y Casa propia, un díptico que me nació de la guata sin pensarlo (y viene la tercera parte, que la tengo casi lista) es hasta coherente con el ambiente crítico que vivimos. Cosas de la vida.

 

Es interesante la imagen del protagonista yendo a la librería de don Nico. Cuando entra queda impresionado al ver lápices, cuadernos, pinturas, atriles de madera, blocs de dibujo. Le interesa la figura de la creación, la de imaginar otros mundos, como si la vida estuviera en otra parte.

Personalmente amo las librerías, las de libros y las de útiles y lápices y hojas y pinturas. Puedo pasar horas enteras en ambos lugares. La primera es una instancia donde vemos la creación terminada, tomos de lomos hermosos, libros listos para ser santos de mi devoción; la segunda es como un taller con los instrumentos y herramientas indicadas para llevar a cabo esa creación: son lugares de potencial making of. Y sí, me fascina la idea de la creación artística, llevo cubriendo eso como crítico de cine durante décadas, en Cannes, Toronto, hablando con los artistas que más admiro sobre sus procesos creativos. Y de hecho en el mismo dueto de libros, el protagonista dibuja y escribe una novela dentro de la novela. Una meta historia con un vampiro, imagínate, un vampiro que NO desea ser eso: no quiere succionarle más la sangre a los humanos que los vampiros esclavizan.

 

Son interesantes los elementos fantásticos con los que construyes tu obra. Hay un ejercicio distinto al que por lo general se hace en la literatura chilena. ¿Qué obras han influido en Allegados y Casa Propia? En largos pasajes el texto hace recordar Mr. Vértigo de Paul Auster.

Gracias por la referencia, pero la verdad nunca he leído a Paul Auster. Lo que sí he buscado como refugio es mirar el mundo donde me siento más cómodo, o sea, el cine. Y sí, me volaron la cabeza películas como la húngara Jupiter’s Moon, que nadie conoce y eso me da lata, porque de verdad es una maravilla o series como Mr. Robot y títulos donde se expresa la fantasía como metáforas de la salud mental. En general miro harto a la novela gráfica y para mí la santísima trinidad de genios de la novela gráfica, Neil Gaiman (Sandman), GrantMorrison(ArkhamAsylumy) Alan Moore (Watchmen) han sido cruciales para atreverme a dejar salir la fantasía que hay en la cabeza y hacerla funcionar según avanza el relato. Es como usar efectos especiales sin que sean solo adornos, sino que apoyen el desarrollo del dolor, la pena, el amor y la acción en general. En ese sentido para afinar la mezcla realidad y fantasía me sirvió más que nada los consejos de mi mentor Luis Saavedra, un tremendo escritor chileno que sabe más que nadie de los géneros y de la mirada profunda que requiere hablar de la realidad cuando se usa la fantasía.

 

Gran parte de Casa propia está anclada en la figura del miedo. Cito: «Cuando uno es allegado se pierde el coraje, la dignidad, la privacidad y hasta el nombre. Lo único que uno no pierde, creo, es la capacidad de tener más y más». ¿Te parece que ese miedo está comenzado a desaparecer a raíz del estallido social?

En mi caso creo que sí. Es decir, el miedo es brutal y despiadado, el único enemigo que hay que vencer. He vivido con miedo toda mi vida y crecí de los 0 a los 20 años con pavor porque en ese período fui allegado y ser allegado es vivir con pavor. Súmale la dictadura, Chile tomado por monstruos –reales y metafóricos- que aún siguen en el poder y el cóctel que queda es un infierno en la Tierra: no ese oasis que nos vende el establishment. Es un proceso de décadas rozar y darle forma a ese oscuro miedo, apabullante e infinito que nos ha rodeado siempre a quienes lo hemos pasado como el soberano (censurado).

 

¿Ves al protagonista de la novela como una especie de superhéroe chileno de la clase media de fines de la dictadura? Puede volar, leer la mente, trasladarse de un lugar a otro con tan solo pensarlo. Quizás la gran diferencia con la figura convencional del superhéroe es que en algunos pasajes hay bastante humor. Como cuando defeca en la cabeza de un compañero desde las alturas.

Es alguien que tiene poderes pero no sabe usar esos poderes. Es alguien que no se atreve a ser visible frente a los demás. Creo que de eso se trata este modelo de mierda en el que vivimos. No nos dejan ver lo superheroícos que podríamos llegar a ser porque simplemente no somos del grupo de los que son más iguales que otros. Para mí que el protagonista levite, tenga visiones del futuro y lea la mente es como ser alguien con enormes talentos pero que jamás, que triste esto, JAMÁS va a ser visto por lo que es, un superhéroe, solo porque nació en el barrio equivocado. En la familia pobre equivocada. Y sobre el humor, me gusta aplicar esas cuotas de humor casual y orgánico para que la acción inverosímil –volar, ver el futuro, ser telépata- logre de ese modo abrazar claves más creíbles. Además, si las tallas resultan, mejor aún para el lector.

 

Tus novelas han sido promovidas en diversos medios como fundamentales para entender el estallido social que estamos viviendo. ¿Cómo te tomas estas opiniones?

Me gusta que así sea porque creo que es verdad. Si te fijas hay una idea que recorre a las dos novelas, el odio, la rabia, y la idea de que se avecina un fin del mundo, un Apocalipsis. Hay mucho personaje «integrado» como diría Umberto Eco, que cree que el modelo neoliberal, uno sino el más salvaje del mundo, es toda raja… cómo le explicamos a esa persona víctima de la propaganda nazi… un «integrado»…a pues con novelas como las mías. Yo desde un inicio las quise escribir para que el Chile OCDE empatizara con el Chile real que aún tiene viviendo en su centro líquido. A pesar de los 25 mil dólares per cápita, Chile sigue estando en la misma Edad Media: somos un país de siervos de la gleba, pero con smartphones y caleta de tarjetas de créditos para endeudarnos muy fácilmente: negocio redondo para los dueños del fundo.

 

¿Qué estás escribiendo? ¿Tienes pensado realizar una continuación de Casa propia?

Se viene el libro tercero que ocurre en 1990, obvio, el primer año de Patricio Alywin, o sea de supuesta democracia y es el primer año de universidad del personaje. En eso estoy además de ya empezar a lanzar líneas de un noir chileno, que es oscuro, muy mala onda, mágico y despiadado.

 

Trabajas como crítico de cine en el diario El Mercurio. ¿Qué relación existe entre esta profesión y la literatura? ¿Qué tipo de conexiones podemos hallar?

Para mí atreverme a escribir novelas es una manera de dibujar pero con palabras. Amo la narrativa visual. Obviamente por eso tengo referencias cinéfilas cuando escribo ficción y me gusta usar esas referencias porque piso en un terreno que conozco y que me resulta seguro. El oficio de escribir, además, te lo da el periodismo escrito sí o sí. Y creo que la conexión con criticar una historia y hacer una historia tiene que ver con que después de años de crítica, tras años desmenuzando el making of de las películas y de historias ajenas, te quedan en la cabeza estructuras, tonos, atmósferas, en fin… herramientas para usar en contar tu propia historia.

 

¿Qué opinión tienes de la crítica literaria chilena?

Creo que toda crítica, empezando por la literaria, merece todo mi respeto. Yo mismo hago crítica en el cine y creo que se trata de un ejercicio noble de reflexión. Claro, aún no me toca bailar con la fea, que hablen mal de un libro mío. Pero en Chile hay exponentes brillantes.

 

¿Qué lees actualmente?

Actualmente leo un libro de la periodista Pepa Valenzuela, Ciudadano Promedio (o C3 el musical), un registro como me gusta, entretenido y pop, de las historias de vecinos en las Torres de San Borja. Estoy estudiando los cómics japoneses Nausicaä de Hayao Miyazaki y Akira de Katsuhiro Ôtomo: dos maravillas narrativas que me enseñan el uso de la acción en la narrativa, claro, con un trasfondo social y lecturas tan vigentes hoy en día.

 

 

 

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lector joaquin escobar

Joaquín Escobar es escritor, sociólogo y magíster en literatura latinoamericana. Autor de los libros de cuentos Se vende humo (2017) y Cotillón en el capitalismo tardío (2019) con la editorial Narrativa Punto Aparte.

Fotografía proporcionada por el autor.

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