-En todas las crónicas vemos un fondo poético. No solo está presente el ejercicio de la narración, también hay una escritura cuidada y lárica que resalta tu condición de poeta. Este importante hecho se complementa con un proceso de intertextualidad en el cual se cita a Lihn, Teillier, De Rokha, Cuevas, entre otros. ¿Te parece que en El pejerrey, tanto la prosa como el verso forman una totalidad indestructible?
-Hablar de condición de poeta es como hablar de tener una enfermedad grave e incurable. Considero al género que mencionas como una de las posibilidades que están a la mano para escribir e intentar representar algo. Encuentro que se le da mucho color a la idea de poeta (no digo «figura del poeta» por que es una de las tantas frases hechas y pensamientos orales al respecto). Los autores que mencionas los he leído bien, siempre aparecen en mayor o menor medida en todo lo que hago. En general, pienso que nada puede ser una totalidad indestructible.
-Tus escritos son críticos con las formas que ha traído consigo el libremercado y la posmodernidad. Hay una nostalgia feroz por un Santiago que ha desaparecido (bares, calles, lugares); por las fotos tomadas con cámaras análogas que están por sobre la multiplicación eterna de las cámaras digitales; por los fríos extremos de los inviernos ochenteros que reunían a la familia más allá de las distancias. Pareciéramos estar ante un presente desechable y volátil que solo se representa en comparación con el pasado. ¿Cuánto de idealización de lo pretérito hay en estas ideas? ¿Te parece el presente -de redes sociales y altos niveles tecnológicos- tan desdeñable?
-Prefiero mil veces una cámara digital, los teléfonos actuales, la dirección hidráulica y los motores a inyección. Las redes sociales me gustan y las uso. La verdad no soy muy vintage. A pesar de la melancolía, al parecer inevitable, la idea es tener un encuentro crítico con el pasado, que de alguna manera dibuja el presente.
-Para ilustrar varias ideas, en la gran mayoría de las crónicas refieres a variedad de autores (Clarice Lispector, Pablo Neruda, Matías Celedón), utilizando una inagotable batería teórica que responde a tu condición de avezado lector. ¿Te parece necesario que la literatura refiera a otra literatura? ¿Es más importante ser lector que escritor?
-Para escribir hay que saber leer y me refiero a leer como se aprende de niño. Conocer el lenguaje. Se suele hacer una separación entre experiencia y lectura, pero a mí me parece que pertenecen al mismo lugar. Quiero decir que es equivalente a cualquier experiencia que consideramos de goce. Lispector es una cronista de excepción, Neruda un ícono ineludible, Matías Celedón, además de ser un gran escritor, es un amigo. Tuve la suerte de que confiara en mí para enseñarle a pescar. Recuerdo la primera vez: le expliqué cómo funcionaba el asunto y sacó de inmediato un pejerrey y luego un róbalo. Yo no saqué nada ese fin de semana. Después de las jornadas de pesca reflexionamos en preguntas como la que me haces. ¿Si es más importante ser lector que escritor? Tal vez es más importante aprender a vivir, asunto que no se termina de entender nunca.
-En tu prosa hay muchas cosas del cronista Roberto Merino. Más allá de que alabó El pejerrey en la contratapa ¿Cuánto influyó su contundente obra en la construcción de tu nuevo libro?
-Evidentemente hay cosas, por que Roberto Merino es un clásico de la crónica chilena y quien quiera escribirlas debe leerlo. Así como a Edwards Bello o Lira Massi. Lo que más me influye de Merino es el humor, el oficio de la entrega semanal y el desafío de reflexionar.
-Dentro de la literatura chilena actual no es tan habitual encontrar libros de crónica. ¿Por qué piensas que se da este fenómeno? Las nuevas generaciones parecieran inclinarse por el género del cuento o de la novela.
-Es un poco el sueño del escritor escribir una novela o un libro de cuentos. A lo mejor ese deseo se pone por sobre los otros géneros o nubla la vista. No sé exactamente en qué están nuevas generaciones, he leído algunos libros, autoras y autores publicadas en el sinnúmero de editoriales independientes chilenas. Afortunadamente hay variedad entre los grupos de ideas más rígidas y verdades de combate.
-¿Cuál es el público objetivo de El pejerrey? ¿Piensas en esto antes de escribir un libro?
-Pienso en mis amigos, en mis cercanos, en mi familia cuando escribo. Si les gusta a ellos ya me doy por satisfecho. Pero obviamente hay una intensión de comunicar algo más allá de los círculos cercanos. Y creo que se cumple en este libro. Este hecho tal vez se constata en la reseña que escribió Nicolás Meneses, escritor con quien tengo buena onda, pero no me conoce de cerca.
-En una de las crónicas sostienes que no sueles leer narrativa. De hecho la vez poco verosímil, igual que los programas de OVNIS conducidos por Patricio Bañados en la década del noventa. Puedes seguir desarrollando esta hipótesis. Es interesante y no muy habitual.
-Resulta que me aburro leyendo algunas novelas o cuentos. Tal vez he leído demasiado de eso. Muchas veces exijo demasiado y cuando descubro alguna pillería dejo el libro tirado. Me falta la paciencia para la ficción, debiera ser un medio para la representación y no la libertad de darle sentido en miles de páginas a una historia que no va a ninguna parte. En la novela en específico le doy mucho valor a lo estructural. La últimas novelas que me ha gustado de verdad son El adversario de Carrere, Dark de Cozarinsky. En ambas hay transiciones sobresalientes sobre nociones de autoría, ficción, no ficción, la reconstrucción de los recuerdos.
-Nómbrame cinco obras -no canónicas- que hayan influido en tu escritura.
-No sé bien qué es canónico o no. No sé cuál obra directamente. Podría nombrar a autores y autoras como Natalia Ginzburg, Clarice Lispector, Fabio Morábito, Pedro Mairal, Richard Brautigan. No sé, hay un montón más.
-¿En qué estás trabajando actualmente? El pejerrey es un libro que podría engordarse. Quedamos con ganas de seguir leyéndote.
-Estoy trabajando un diario que se llama Sistema frontal que parte con una crisis personal, atraviesa el estallido social del 18 de octubre y luego esta crisis sanitaria. Tengo medio terminado un libro híbrido que se llama Vuelvo y no están, mitad diario, mitad poemas. Medio terminado, todavía me es un misterio el momento en el que un libro se termina.