Entrevista a Miguel Inzunza, poeta y cantautor mexicano: «Mi cosmogonía artística está fundada en el movimiento, la traslación»
Por Ernesto González Barnert
Miguel Inzunza, poeta, cantautor y productor musical mexicano, nació en Ahome, Sinaloa, en 1978. Estudió música, periodismo y comunicación, y se diplomó en Letras Iberoamericanas por la Universidad Autónoma de Querétaro. También participó en el Seminario de Poesía Contemporánea del Espacio Cultural San Lázaro, entre otros programas.
Sus poemas han sido publicados en revistas literarias de prestigio como Círculo de Poesía, Altazor, Vislumbre y Poesía Comala, entre otras. En 2014, recibió el premio María Grever otorgado por la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México, la Sociedad de Autores y Compositores de México y el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes.
En 2023, su libro Palangre fue seleccionado por el Instituto Sinaloense de Cultura y la Dirección de Literatura y Editorial para ser publicado dentro de la serie ExLibris. Este reconocimiento destacó su manejo del lenguaje poético, su conocimiento de las formas clásicas y su habilidad para trabajar tanto con escrituras abiertas como con estructuras cerradas como el soneto y la décima. Palangre ha sido presentado en importantes ferias internacionales del libro en México, Cuba, Perú y España.
Como compositor y cantante, Inzunza ha fusionado géneros y ritmos diversos, creando un sonido alternativo, fresco y emotivo. Nombrado al Latin Grammy en 2018, es conocido por su uso innovador de la tecnología musical, incorporando timbres electrónicos y acústicos. A lo largo de su carrera, ha lanzado seis producciones discográficas y ha sido un activo participante en festivales culturales y literarios en México e Iberoamérica.
En 2018, realizó una exitosa gira por México y varios países, y colaboró con artistas como Pavel Núñez. En 2017 presentó su álbum Al Alcance de los Peces, que incluyó duetos con artistas de renombre. También ha trabajado en discos acústicos, documentales y producciones independientes, y fue galardonado con la beca María Grever en 2014.
A lo largo de su carrera, Miguel Inzunza ha colaborado con artistas como Ximena Sariñana, Leo Minax y La Quinta Estación, y ha participado en bandas sonoras de películas. Su capacidad para integrar lo cultural y lo popular en su música ha sido ampliamente reconocida.
Tuve la suerte de escuchar a este gran cantautor, tanto como poeta como músico, en la Feria del Libro de la UJAT en Villahermosa, Tabasco, donde pude ver cómo sus canciones llegaron al corazón del público mexicano que le sigue, respeta y quiere. Así hacerme fan de este poeta y cantautor que emociona y entrega, conoce su tradición poética y musical, sencillo, ameno. Está destinado a grandes cosas.
—¿Cómo influye tu formación musical en la estructura y ritmo de tus poemas? ¿Hay algún poema en particular donde la música y la poesía se entrelacen de manera especial?
—Estimado poeta, antes que nada agradezco tu generosa presentación, amistad y el interés por esta conversación. Charlemos. Bueno, reflexiono que la música es melodía, ritmo, armonía, dinámica. Podemos identificar esas cualidades también en la poesía. Pero me gusta igual pensar en el poema como en una partitura, donde pueda percibirse una dinámica, es decir un cambio de alturas e intensidades, un ritmo que permita que el poema tenga un pulso. Tenemos para ello muchas herramientas, como la anáfora y epífora, o la aliteración, que son muy melódicas. A mí particularmente me gusta imprimirle un ritmo al estilo de la Silva. Frecuento también el verso alejandrino, que tanto visitó el gran Pablo Neruda, que guarda una cesura o pausa y permite que su segundo hemistiquio cobre más fuerza, porque es la emoción contenida, como cuando se aleja el mar, se hace un silencio y regresa con un golpe de ola.
Pero bueno, sin entrar mucho en aspectos técnicos, digamos que para mi la música es fundamental dentro del poema. Varios de mis poemas intentan mezclar esos recursos musicales, uno en particular que se llama Alumbramiento y habla de la música. En este poema yo imagino a la música como un río que se desborda cuando en un teatro comienza a sonar la orquesta, luego aquel caudal de música, en estado líquido, sale a la calle y entorpece el tráfico y por donde pasa va mojando y armonizándolo todo.
—En «Faros de niebla», la imagen de la luz y la oscuridad juega un papel central. ¿Qué representa la luz como un elemento poético y cómo la usas para transmitir emociones?
—Me gusta pensar en la luz como un elemento que nos permite perforar el paisaje, es decir, la imagen poética. Arrojas luz para ver a la distancia en la oscuridad, entonces, si el poeta es el vidente, parafraseando a Rimbaud, la luz es la poesía, y la lámpara es el poema, que nos permite llegar mas allá para ver.
Se me ocurre también, que en la ausencia de luz, no metafóricamente hablando, es decir la ausencia de los fotones, uno puede mirar adentro de sí, puede ver con los otros sentidos, y se produce la imagen igual en nuestra mente. La oscuridad nos permite interiorizar, ver ese paisaje que nos habita.
Hölderlin nos dice que el poeta está expuesto a los rayos de Dios y creo que se refiere a la epifanía, a la ontofanía, a la revelación. El pensamiento poético es eso, una súbita carga de luz, y de sentido, fanopeia.
—El mar aparece frecuentemente en tu obra, como en «Bajo el agua se esconde». ¿Qué significado tiene el mar en tu poesía? ¿Es símbolo de memoria, transformación o quizás olvido?
—Lo dices bien, transformación. Crecí en el mar, desde muy niño entendí que estar en su cercanía además de la evidente estimulación de belleza que representa, nos otorga una conciencia del tiempo. Cerca del mar es mucho más apreciable cómo se está transformando todo. Cuando niño volvía después de alguna ausencia al mar, y la sal o el oleaje, habían devorado una buena tajada del paisaje, grandes piedras del espigón frente a mi casa habían sido desplazadas a otro lugar, los objetos metálicos, ventanas y todo tipo de utensilios plagados de ese sarampión que ataca los objetos, el de la herrumbre. Pienso que el mar nos da la conciencia de que todo está cambiando y dejando de ser lo que era, nos permite conocer la nostalgia, que quizás sea la triste aceptación del paso del tiempo, lo efímero de la belleza, que se posa sobre las cosas siempre de forma momentánea.
—En «Surfista», la muerte se presenta de forma repentina. ¿Qué te motiva a tratar temas tan intensos con una visión poética y visceral?
—Bueno, ese poema esta escrito desde el más genuino asombro. Hay muertes heroicas, muertes dramáticas, muertes terroríficas, pero pocas veces vemos una muerte poética. Yo pensaba cuando leí esa nota en el periódico, que ademas del lamentable suceso, había también un componente inusitado, que condensa, muchos elementos que son de un realismo mágico. No se si alcanza el cuerpo a registrar dolor si te cae un rayo, mueres a la velocidad de la luz, cierras los ojos y al volver a abrirlos, ya habitas otro plano.
Pero además, pensaba yo, ¿qué puede ser más poético que cabalgar en lomos del mar? el surf condensa demasiada belleza. Morir en ese momento…no lo sé. Me fue inevitable escribir desde el asombro e intentar un homenaje a esa joven surfista.
—En «Todo espera», hablas de la paciencia de la noche y la llegada de la escritura. ¿Cómo encuentras la inspiración en medio del bullicio cotidiano?
—Me gusta pensar que estar inspirado es estar distraído, Octavio Paz decía, «la distracción es la atracción por el reverso del mundo» es decir lo opuesto de la realidad. Busco conscientemente esa digresión de la vida automatizada que me permita ver los hilos de la marioneta que soy, que somos. «el sujeto está sujeto» nos dice Foucault. Desde esa conciencia, me aparto de las cosas productivas con premeditada frecuencia, A veces no sucede ninguna escritura durante esos momentos de fuga, pero siempre sucede alguna visión que posteriormente puede habitar el poema y si no lo habita da igual, están los poemas nunca escritos que nos andan acompañando como espíritus amigables, verdades íntimas incomunicables.
—En «Pariendo Blues», mencionas a Etta James y cómo la música impacta la identidad del personaje. ¿Cómo ves la relación entre la música, la poesía y la construcción de la identidad personal en tu obra?
—Caramba, creo que la música sí es el lenguaje de lo inefable, nos transporta, nos atropella y nos sublima de muchas maneras. La música es una transfusión de energía.
Incluso es visible y funciona con los animales. La música nos permite ser empáticos. Y si somos lo que sentimos y lo que hemos vivido, la música seguramente es fundamental en la definición que tenemos de nuestra existencia y en lo que sabemos de nosotros mismos a nivel emocional, ideológico. Etc.
Quizá la música que escuchamos, es nuestro autorretrato sonoro.
—En «Gurú», reflexionas sobre el viaje y la búsqueda de uno mismo. ¿Cómo conectas estos temas con la creación poética y cómo esta búsqueda te ha formado como escritor y músico?
—En mi vida, el viaje es una constante, vivo en un tour permanente desde hace más de 25 años. Puedo deducir fácilmente que mi cosmogonía artística está fundada en el movimiento, la traslación. La imagen del Flaneur, está presente de forma inevitable. Hay quizá dos formas de verse en la vida, como el sujeto que ve pasar la vida como un tren, o como quien va a bordo del tren, cruzando atravesando la vida. El poema «Gurú» , fue dedicado a mi hermano. Fui testigo de cómo el camino lo fue forjando. Mi hermano que ha sido por muchos años mi representante, cuando comenzó este viaje, experimentó de golpe la vida gitana del músico, siempre amaneciendo en hoteles diferentes, con la sensación de no tener nunca un punto fijo a donde volver. Eso es un arañazo en la mirada al que pocas personas resisten, al menos no por tiempo prolongado.
Los músicos que vivimos en una gira permanente padecemos “cierta familia de desgastes”
Cuando vives de viaje tus más soñadas vacaciones, son volver un día a casa.
–En «Abrigos de invierno», la idea de irse y desdibujarse evoca el concepto de despedida. ¿Cómo trabajas con el concepto de adiós en tu poesía? ¿Es un cierre o una transformación continua?
–Siento que las temáticas como las de «la despedida», son la herida siempre abierta, uno se despide de la gente que ama con dolor, pero cuando vives en permanente traslación, es un acto reiterado, que amerita un aprendizaje, uno va intentando dolerle lo menos posible a los amigos, a los familiares, o a los amores. Intenta irse llendo de a poco, irse como la humedad, dicen en mi pueblo.
–Algunos de tus poemas, como en «Bajo el agua se esconde», remiten a recuerdos de infancia. ¿Cómo manejas el tiempo en tu obra, entre el momento presente y el pasado?
–Bueno, allí me pescaste. Efectivamente en ese texto yo estoy jugando con ese recurso de edición cinematográfica del poema, aquel del simultaneismo. Me gusta intercalar los tiempos en algunos poemas. El rayo y la memoria dice mi querido amigo, y maestro Mario Bojórquez.
En mi poema esta vertido un recuerdo, y extraigo del agua marina el tiempo pasado para ponerlo sobre la mesa.
Luego está la teoría de que en un multiverso pueden coexistir varios tiempos, es decir ambos tiempos son tiempos presentes en paralelo, aunque en una línea temporal uno sea el pasado del otro y otro el futuro del uno.
Mi poema retrata también un fenómeno marítimo muy especial. En ciertas poblaciones cercanas del litoral, en el Mar de Cortés, el agua avanza lentamente y a la vuelta de unos años borra las casas que están en la orilla. Yo tengo el privilegio de vivir frente al mar, no se por cuánto tiempo el mar me lo permita, se trata de una población rural costera, donde está mi casa al menos una temporada, porque otra vivo de viaje, y otra en la ciudad de México, como te contaba. Pero frente a mi casa estuvo alguna vez la de mi abuelo, hoy bajo el agua. Quedan fragmentos de piedra y cimientos de lo que fue esa vivienda. Allí encontré un poema.
–En tu libro Palangre, hablas sobre el uso de formas tradicionales como el soneto y la décima. ¿Qué te atrae de estas formas y cómo las fusionas con un lenguaje contemporáneo?
–Me parece que las formas estróficas clásicas o tradicionales, son de algún modo, una camisa de fuerza que nos obliga a compactar las ideas para que quepan dentro, y resulta ser un ejercicio revelador a mi parecer, porque no es hasta que te sometes a esa cajita que te ves en la necesidad de encontrar las formas más concisas y eficientes para expresarte en el poema. Se parece a la canción en cierto modo. Solo que en la canción encima hay que bordarle la melodía al verso y que se correspondan en temperamento y intensidad. Tarea más laboriosa aún.
–Tu obra ha sido reconocida en medios como Círculo de Poesía y Altazor. ¿Qué importancia le das a la publicación en estos espacios y cómo percibes la relación entre el poeta y el mundo editorial contemporáneo?
–Bueno, para un lector de poesía verse publicado en los espacios donde uno encuentra sus lecturas es muy motivante, pienso que aunque la poesía está de puertas abiertas para todo el mundo, no deja de ser también una conversación entre poetas, «los poetas conversamos con los muertos» se dice a veces, porque vivimos conectados a ese correo interplanetario donde algunos ya no están pero su obra sigue hablándonos. Los poetas existen, editorialmente hablando, porque entre los poetas mismos se divulga su obra. Pienso que la poesía, es decir, la obra poetica, es también una estafeta que pasa de mano en mano.
–Como músico y poeta, ¿cómo ves la relación entre ambos mundos? ¿Sientes que uno domina en ciertos momentos, o se equilibran mutuamente?
–Siento que no se conocen mucho los unos y los otros. El poeta sabe de la preparación del músico o la intuye, pero el músico no siempre imagina la preparación del poeta.
Sospecho que una mayoría de músicos ven al poeta como un inspirado de la palabra.
A mí me gusta mucho esa sentencia de Ezra Pound, que nos dice que igual que un pianista se demora años en dominar su instrumento, también el poeta invierte años de aprendizaje para dominar su oficio.
Para mi propia experiencia, el poeta y músico, coexisten en paralelo y se están desarrollando en independientes vías y diferentes velocidades. Aspiro a que mi voz como poeta sea otra que la del cancionista, aunque de cuando en cuando se transfieran herramientas uno al otro.
–¿Cómo ves la poesía contemporánea en México y América Latina? ¿Qué desafíos y oportunidades hay para los poetas emergentes?
–Veo un momento álgido de la poesía en latinoamerica, por razones quizá del orden de la historicidad, factores sociales etc. Es una región con muchas dificultades, pero que por otra parte en la carrera del tecnofeudalismo y la esclavitud autoinflingida del capitalismo vamos perdiendo, pero perdiendo ganamos otras cosas. Con respecto a otras latitudes del mundo, Latinoamérica pese a sus grandes problemáticas de violencia sigue puntuando como una de las regiones más felices del planeta. Allí hay una reflexión importante, tenemos aún vivos ciertos rituales sociales que tienen que ver con el tiempo, Eso entre otras cosas nos permite ver lo que otros no pueden. Sumado a ello somos legatarios de un gran acervo poético
Por otra parte pienso que viviendo en la era de la híper-información y de el bombardeo de estímulos, es fácil sucumbir a la constante digresión de la lectura.
Hay un gran reto de atraer nuevos lectores de poesía y no podemos negar que los nuevos espacios de lectura son las redes. Esto comienza a condicionar los formatos del poema, cada vez más breves, más epigramáticos o aforísticos. La tarea de revistas y portales como Círculo de Poesía, Altazor, o Lector.cl, etc… son una apuesta por dar presencia y crear vasos comunicantes entre nuevos lectores y con la actividad literaria. La poesía precisa de gente con tiempo libre para leer y ese sujeto libre y curioso es cada vez más escaso. Creo que hay que guiarlo hasta el universo literario.
El argumento más potente nos lo regala aquel escritor y poeta , Luis Rius «no se puede vivir como si la belleza no existiera».
–Al leer tu poesía, percibo una tensión entre el mundo urbano y el natural, entre el ruido y la quietud. ¿Cómo logras que ambos mundos coexistan en tu trabajo?
–Bueno, creo que más que un logro es una consecuencia natural, yo vivo alternándome entre la ciudad y el mar porque mucho tiempo estoy de viaje. En materia creativa, me resulta inevitable el campo semántico marítimo, mezclado con el urbano, por ser siempre ambos paisajes que están a la mano, y que producen imágenes en mi reflexión poética.
Me siento muy estimulado en la experiencia marítima pero también cuando estoy en la ciudad, en la marea de asfalto. Ambos contextos producen su propio síndrome de abstinencia, de tal suerte que vivo, alternándome, intercalando naturaleza y ciudad, a veces no con la frecuencia deseada.
–En «Para leer a solas», mencionas un deseo oculto y una relación prohibida. ¿Qué tan importante es el tema de lo inalcanzable en tu poesía y cómo impacta la conexión emocional del lector?
–La ausencia funda el deseo, nos dice Kant, lo prohibido siempre es un horizonte del deseo. Me gustan los poemas en tono confesional, creo que nos hacen sentir horizontalidad. Habiendo crecido en un pueblo pequeño, donde todos se conocen, afloran esas problemáticas, todos los pueblos son Macondo, donde habita un componente moral y por ende un componente prohibido, que muchas veces nos resulta más estimulante, porque guarda una parte velada y otra desvelada. Es lo inconcluso que debemos completar.
–En «Surfista», la fatalidad parece casi un destino. ¿Cómo abordas el tema de la fatalidad o el azar en tu obra? ¿Crees en la predestinación o en el libre albedrío?
–Creo en las fuerzas que definen la ruta de algún destino, en la entropía de las causas, ese entramado de cosas que están operando aun cuando ignoramos la totalidad de los factores que en suma conducen a un destino. Pero también creo que uno de esos factores es la voluntad, nosotros podemos aportar en algo para que se incline hacia algun lado la balanza de los sucesos. De igual modo pienso que no siempre la voluntad es definitoria, porque es tan sólo uno de los factores operantes, el azar es otro más. Por eso arranca el poema diciendo «Qué ibas a sospechar tu Katherine».
La fatalidad está en el poema, se trata de un suceso trágico, un final inesperado, que en mi caso produce una reflexión, una meditación, y detona el deseo del poema, lo que la poeta Nicole Brossard llama la energía libidinal de la escritura.
–Tu poema «Pariendo Blues» mezcla lo emocional y lo físico. ¿Cómo logras equilibrar lo abstracto y lo concreto en tu poesía, especialmente en tu conexión con la música?
–Escribí ese poema recordando la grabación que presencié de una cantante en un estudio.
Mezclé ese recuerdo con otro muy añejo, el de una amiga que tuve en la universidad, que también cantaba blues, de extracción muy humilde pagaba sus estudios cantando a capela en bares y buses urbanos, pasando el sombrero como se dice comúnmente. «La rana» le apodaban y ella portaba orgullosa ese apodo. A ella le daban ataques de epilepsia, muchas veces le pasaba en la escuela, algunas de esas estuve a su lado cuando le sucedía. Ella me avisaba cuando eso iba a pasar, se sentaba en el piso, esperaba la descarga eléctrica y yo le ponía una cuchara en la boca a petición de ella, para que no se mordiera la lengua. Al recuperarse del ataque, me decía. «Ya, ya estoy bien, así es el Blues».
Pffff, eso me cimbraba.
A mi me quedo la idea de que el blues siempre era un abordaje al dolor y que desde ese lugar podría extraerse algo, una expresión con arte. La siguiente vez que tuve esa sensación, fue al atestiguar la grabación de aquella cantante, despedazándose frente a un micrófono en el estudio. Pero volviendo a tu pregunta: no se si logro equilibrar algo, creo que me conformo con exponerlo, intentándo que sea poética la descripción.
–Finalmente, ¿qué proyectos tienes en mente para el futuro, tanto en lo literario como en lo musical? ¿Hay algún tema o proyecto que aún no hayas explorado, pero que te gustaría desarrollar?
–Bueno, actualmente me encuentro en un periodo intenso previo al alumbramiento, pero igual de alta curiosidad literaria, acumulando más miedo a la escritura, como me pasa cuando descubro nuevos autores geniales. Es decir que ando buscando provocar esa colisión con la obra indispensable, placentera y reflexiva , buscándola.
En cuanto a producción ando preparando un nuevo libro, que aun no me revela su nombre. Tratando de condensar un nuevo álbum también, cosecha de canciones y decantación de los dos últimos años.
Remando, amigo Ernesto. Con el placer de coincidir con poetas y amigos que hacen siempre entrañable la conversación.
Selección 8 poemas de Miguel Inzunza
FAROS DE NIEBLA
Hay un corto circuito en los faros de niebla
la luz intermitente
retrata como un flash en mis pupilas
fragmentos del paisaje
Afuera está zumbando la noche sinaloense
la noche que desnuda su perfume
mujer recién bañada
Alguien está quemando la hojarasca
a la distancia justa
para que pinte apenas en el aire
su nota de carbón
Piso el freno de prisa
– ¿Estoy despierto?
– Sí lo estoy
y le clavo
los ojos al cristal
los puños al volante
la nariz a los campos de cultivo
Hay también en la mezcla
un concierto de mango humedecido
que se expande
como un rumor de pueblo
Mi olfato se parece a la luz de estos faros
que atraviesan lo incierto del camino
a bordo de una máquina
gruñona y soñolienta
ha
yun
cort
circui
nlos far
de nieb
un martillo en los párpados que hunde
el sueño como estaca
Yo me muerdo la lengua y no funciona
vuelvo a pisar el freno y pego un salto
me doy dos bofetadas
Las luces del jeep viejo
en que atravieso la humedad nocturna
son párpados también durmientes que secuestran
la breve claridad en la que avanzo
El vértigo se enciende
cuando la luz se apaga en medio del trayecto
pero también con ello
los ojos de la noche
se clavan en mis ojos
y estalla tras mis cuencas
un viaje campesino de carretas
Me duermo en un segundo y al otro me despierto
el yo que está dormido y
escribe este poema
el yo que va al volante lo destruye
se da otra bofetada
Entonces me convierto en el camino
por dónde anda la noche
vertiendo su perfume.
Hay un corto circuito en los faros de niebla
y es como un picadillo de presente
la vida en breves dosis
de luz y de ceguera.
(Matacahui, Ahome, Octubre 2022)
BAJO EL AGUA SE ESCONDE
Bajo el agua se esconde
la casa de mi abuelo.
El mar se fue internando entre las calles,
golpeó y clavó sus dientes de sal entre los muros,
pero a pesar del agua y
la digestión del tiempo,
no logró triturar la infancia de mi madre.
En el lenguaje oculto de las olas
sigue cantando alegre aquella niña.
Mi madre hunde los dedos de los pies,
en la arena cobriza,
dispara su mirada como flecha
hiriendo al horizonte.
Cien metros mar adentro, la casa bajo el agua,
enciende por las noches su luz de candelero.
Mi abuelo, que está vivo, prende leña,
sazona con las manos ese pargo,
los niños miran todo con asombro,
y esperan que el aceite se caliente.
Yo observo lo que pasa desde afuera,
en medio de una noche de otro tiempo,
pero hasta acá fulguran
las luces y las risas
en torno a su fogata
y en el nocturno oleaje se lee aún la tinta
con que la luna escribe
su historia luminosa.
Dentro del mar se esconde aquella casa
mis ojos se sumergen
en las ruinas.
SURFISTA
Qué ibas a sospechar tú Katherine
que irías aquella tarde,
a la boda del agua y de la luz.
Pusiste sobre el mar tus pechos tiernos,
braceando en esa tabla.
Nadie antes conoció tal sensación
de unir el mar y el cielo con la manos.
Cuánto tiempo anduviste caminando
en la cresta de espuma,
antes de que lanzaran de una nube
la soga luminosa,
por la que treparía en un segundo
tu alma de delfín, que se levanta,
y danza con la muerte la canción
brevísima del rayo,
reventando el silencio océano adentro.
Acuática viajera de las olas
te eligió en matrimonio el habitante
que reina en esta bóveda nublada,
los peces te miraron alejarte,
subir por la escalera del relámpago.
La nota en el periódico decía;
fallece una surfista por un rayo.
PARA LEER A SOLAS
El mar estaba manso aquel invierno
tus ojos también mansos
de venada que se asoma
me miraron curiosos esa noche
Estábamos dispuestos al peligro
y aunque crecimos juntos nunca vimos
este fruto escondido en el follaje
del árbol de la infancia
paciente y silencioso
A veces el deseo
es una fiera herida
que se deja curar
y bebe agua en las manos de un viajero
Jugábamos de niños en la huerta
sin sospechar que un día
la sed pondría un oasis en los labios
Eras un carnaval que canta y baila
eras casi mi prima, eras prohibida
eras mi tía segunda y en el pueblo
nos vigilaron siempre hasta los árboles
Nos perdimos en medio de esa noche
sin decirnos siquiera una calandria
bien supieron leerse nuestros muslos
en la tibia guarida del invierno
Devoramos con prisa
la pulpa de la sombra
con la velocidad vertiginosa
de los acantilados
Y caímos al agua
sin rompernos un hueso
y morimos ahogados lentamente
sin que nadie advirtiera nuestro escape
Para leer a solas
es que estoy escribiendo
TODO ESPERA
Todo espera paciente
a que ceda la euforia de lo diurno,
la lámpara, el balcón,
el silencio con su faro de niebla.
La noche está en la lumbre
y apunto de cocción,
ya huele a tinta.
La noche va paciente,
desnudando los versos que en el día
se esconden del bullicio,
penetran lentamente por los párpados
a tientas, indecisos.
A estas horas se ven
mejor esas luciérnagas del tiempo
que emergen de la página.
La vida es esa oculta pirotecnia.
ABRIGOS DE INVIERNO
Irse yendo de a poco,
como un viejo perfume
en abrigos de invierno,
hasta desdibujarse la humedad en los ojos.
Irse yendo de a poco como el rastro del agua
que al estero en la tarde le dibuja su nombre.
Y esperar el olvido
como carta lejana
de un heraldo de guerra.
Degollar aquel sobre y dejar que se escape
de una vez el silencio.
GURÚ
No alcanzaste siquiera a despedirte
de tu rostro de niño en el espejo
todavía no eras hombre cuando el viaje
cien ciudades llovieron en tus párpados
Te buscaste en los mapas de la red ferroviaria
en la biblia empolvada de los hoteles de paso
te supiste perdido
pero no te dejaste morder por la tristeza
empuñabas la risa
Fuiste por el camino descubriendo tu nombre
fuiste extraviando llaves de puertas que dolieron
te dejaste los ojos en algún telescopio
te recuerdo mirando el paisaje soleado
o forjando un canuto para domar la fiera
peinando carreteras copiloto incansable
bocanada de llanto
que se queda en el pecho
Ya llovieron kilometros
PARIENDO BLUES
Trae preñada una nube en la garganta,
un puñado de calles del desvelo,
y un rugido ferroviario de carbón
que estalla y se esparce.
Por pulmón una caldera,
hirviéndole la esperanza.
Una estampida de palabras levantan la polvareda,
huyen de no ser engullidas ,
por una fiera que las sigue,
por un delirio
el alma.
Nació pájaro, ya sabe, porque cuando era niña,
el fantasma de Etta James se asomó por la emisora,
y descubrió muy temprano
mientras se peinaba la rabia,
que el fantasma era el eco
solamente
de su llanto,
dibujando sobre el aire.
La observo tras un muro de cristal que enmudece la tormenta,
del otro lado hay un tranvía que se acerca, va llegando,
que fecunda micrófonos
carboniza los cables
hiere de muerte a un fonógrafo
se impacta contra los muros.
Un pájaro en una jaula
de madera
que se escapa.