Es interesante el ejercicio de hibridez que presenta la novela. Hay narraciones convencionales, expedientes judiciales, entradas de blogspot, diálogos de gamers, imágenes de videojuego. Nunca había visto algo similar en la literatura chilena, hay un proceso de mucha innovación y valentía: ¿podríamos estar hablando de alguna especie de neovanguardia?
La novela entronca diversas capas narrativas porque la pensé como una novela-videojuego. Si bien hay antecedentes desde un registro de escritura más comercial, que ficciona con gamers, me parece que en Chile no se había dado, lo que me extraña mucho porque los videojuegos son muy populares desde hace mucho tiempo. La poesía parece estar más atenta: pienso en Tetris de Andrés Urzúa de la Sotta o Código Konami del mexicano Eduardo de Gortari. En narrativa chilena no he visto mayores alusiones, pero no era algo que me importara mucho. Traté de dialogar más con mi experiencia con los videojuegos. Yendo a tu pregunta, no creo que sea neovanguardia, quise trabajar la estética de los MMORPG y afortunadamente los registros cuajaron, incluso el fallo judicial. Lo visual fue un trabajo conjunto con la diseñadora y el editor, así que también hay que darles créditos a ellos. El resultado final fue del equipo.
Si bien es cierto que en la novela se trabaja con un mundo virtual como el de los videojuegos, igualmente hay espacio para retratar las condiciones de existencia a las cuales nos subyuga el libremercado. La precarización laboral, la falta de oportunidades, el costo de la vida. El protagonista le dice en un momento a su abogado: «¿Sabe lo que gano por atender un ciber en una villa que solo tiene ese nombre para camuflar el hacinamiento?» Temáticas político-sociales ya trabajadas en Panaderos, tu anterior novela.
La novela está situada en el año 2013, año en que el internet aún no era tan masivo. La única forma de conectarse que teníamos muchos en nuestras villas fueron esos cíbers decadentes llenos de luces de neón y teclados aporreados. Allí se formaron regimientos de niños ratas. Pero a pesar del alienamiento social, hay un entorno real que los circunda. La novela indirectamente aborda cómo y de qué vive la gente en las villas o poblaciones de Chile. Si hablo de las vidas de esos jóvenes estoy por la fuerza tocando temáticas político-sociales. Las ampliaciones, los negocios por cuenta propia, los jóvenes arrancando de sus casas, la ausencia eterna de los adultos debido a su carga laboral.
Al comienzo del libro el protagonista dice: «Considero que el mundo de afuera está lo bastante podrido como para importarme. Pese a todo a veces escapo, corro el riesgo de contaminarme». ¿Crees que seguirá siendo así después del estallido social? ¿Cómo ves lo que está pasando en Chile?
Llevamos tres meses de movilizaciones y los cambios no han sido significativos. Reformitas y bonos, apenas. No se toca la estructura económica heredada por la dictadura. Ni las AFP’s, ni los delitos de cuello y corbata, ni el saqueo de los recursos naturales, ni la tercerización laboral, ni se proponen mejoras para la educación pública en todos sus niveles. Chile sigue en el mesozoico. El congreso le sigue aprobando las leyes a un presidente con un 6% de aprobación. Yo creo que la mayoría de la población sabe lo que está mal, pero no saben cómo empujar cambios. Falta mucha organización, más colectividad, más estrategia. Hay que presionar hasta reventar a la clase política, pero no en las encuestas, porque ahí ya no tienen nada. Las redes de organización están renaciendo. Queda un largo camino todavía.
¿Qué textos, películas y/o videojuegos fueron fundamentales en la construcción de Throguel Online? Por la cantidad de imágenes que el texto proyecta, asumimos que hubo mucha documentación al respecto.
En libros, a pesar de lo literatoso del título, Casa volada de Francisco Ovando. Estructuralmente me demostró que podía hacer cualquier cosa que se me ocurriera. De ahí le abrí la puerta a todo. En audiovisual, la referencia inmediata es el animé Swort Art Online, que es el génesis de la novela; la alusión al título es obvia. Me interesó mucho el isekai, ese género de animé en que los personajes se transportan a un mundo de fantasía en el que se vuelven omnipotentes. Quería escribir un libro como un animé isekai. Esa intención la junté con mi experiencia en Lineage II, el juego MMORPG que jugué con mi primo en un servidor venezolano por casi dos años. Me pasé días enteros en ese juego. Muchos de los personajes del foro de jugadores son amigos que hice ahí. El 2011 empecé a escribir y me hizo un blog. El fallo judicial fue un trabajo más arduo.
¿Existe algún público objetivo para Throguel Online? ¿Apuntas hacia algún sector con tu nueva publicación
No escribí la novela pensando en un público específico. Son escasos los lectores de literatura chilena. Ni siquiera pensé que se iba a publicar. Después de varios años sin verla, la mandé a Planeta porque pensé que tenía un público más amplio, más consumidor de cultura audiovisual: estoy pensando en animé y videojuegos. Hay una comunidad gigante de personas que ven animé y se pasan jugando en consolas o computadores. Aposté un poco a eso también. No creo que sea una novela pop, solo espero salir del pequeño círculo de lectores santiaguinos, ojalá que se lea más en las villas y poblaciones desde donde pensé la novela.
Has publicado en Overol, Hueders y Balmaceda Arte Joven, ahora pasaste a una editorial más grande y comercial como Planeta, ¿cuáles son las grandes diferencias entre publicar en una editorial independiente y una multinacional?
Creo que a tu pregunta hay que agregarle un condimento. En Balmaceda Arte Joven y Overol publiqué poesía, lo que acentúa enormemente las diferencias. Cuando se publicó Panaderos, solo un periodista aludió a Camarote, nadie más lo conocía. Claro, ese periodista trabajó en Balmaceda y mi editor de ahí le dio el libro. De Camarote a Panaderos hubo una gran diferencia de recepción, para empezar: salí en el diario. Vi la novela en librerías, también se comentó, aunque someramente, en una radio. En Planeta eso se acentuó: el libro está en casi todas las librerías, incluso en Punta Arenas (un amigo me mandó una foto de allá). Está en los mesones de novedades, los booktubers lo mencionan en Instagram, en fin. La diferencia es de visibilidad, básicamente. No hay mucha diferencia económica. Aunque, y esta es la desventaja, las multinacionales no están en las ferias más interesantes como la Furia o la Primavera, donde hay un gran público lector.
¿Qué opinión tienes de la crítica literaria chilena?
Me parece deficiente por no decir ordinaria. ¿Cómo no hay ningún crítico que se dedique a comentar poesía sostenida y seriamente?, ¿cómo no tienen ninguna inquietud por lo nuevo, por lo arriesgado, por lo extraño? Un crítico debería ser un curioso empedernido, así, entre las decenas de buenos libros que se publican al año, encontraría algo que le vuele la cabeza. Gracias al Suplemento Grado Cero y algunas revistas digitales no estamos en la indigencia. Los editores dicen que no reciben críticas o reseñas de poesía porque no se lee, ¿cómo no se va a leer si no se visibiliza, si no hay un trabajo de mediación crítica? Es lo mínimo, ¿o no?
¿Qué lees actualmente?
Estoy releyendo De ser numerosos de George Oppen, que es una joya, muy contingente. Los Cuentos completos de Hebe Uhart, la Obra reunida de Luis Cornejo que es notable, Irrupciones de Mario Levrero, otra joya que se sacó Montacerdos hace poco. Aniara de Harry Martinson, algo de Linspector, Arguedas, Cecilia Pavón.
Con mi lado de profe reviso Leer como un profesor de Thomas C. Foster y sobre la emoción en el poema de Alicia Genovese. Y ¿Quién le teme a la poesía? de Laurel, un agradable acercamiento a la poesía y varias formas de comprenderla, a propósito de visibilizar y mediar la lectura poética.