Por Iván Martínez B.
Ernesto acaba de salir el libro Éramos estrellas, éramos música, éramos tiempo editado por Mago Editores. El título remite inmediatamente a pensar en una mirada retrospectiva, ¿de qué trata este libro y cuál sería la mirada con respecto a tu poesía?
–Es un libro donde confluyen todas las vertientes, ríos o canales de poesía amorosa de algunos de mis libros más significativos publicados a la fecha, sin ánimo de un ajuste de cuenta total, sino más bien atendiendo a buscar un nuevo entramado o tejido acuoso, algo así como una breve y pequeña poza que refleja el cielo, pájaros, nubes, el salto de una niña tras la lluvia sobre mi espejo líquido decidida a encontrar el comienzo del arcoíris.
El amor de pareja y la música siguen siendo dos leitmotivs recurrentes en tu poesía, ¿qué importancia le asignas a la música y en qué modo lo relacionas con el tema amoroso?
–A menudo me siento como Schoenberg en Los Ángeles, EEUU, componiendo: Un superviviente de Varsovia.
Tu poesía es de un alto grado de coquetería, está siempre seduciendo al lector, ¿qué papel crees que juega la poesía en la búsqueda de un nuevo trato entre hombres y mujeres?
–La poesía que me gusta no solo educa, sino que da placer e incluso hechiza. Es una experiencia en sí, muy coqueta, que condensa otras, las nuestras como autor o lector y que nos dan un sentido mayor de consciencia y pertenencia entre las fechas de nacimiento y muerte. Por otra parte, creo que el gran tema actual es como desde nuestra posición como poeta uno se hace cargo de lo que ha sido y es nuestra relación con lo femenino, sin subirse al cajón de tomate.
Muchos de tus poemas invitan a mirar el mundo a través de cosas cotidianas, a descubrir algo en lo que al parecer el lector no ha reparado, ¿cuáles son a tu juicio aquellas cosas que la poesía observa hoy con mayor atención?
–Otra de las grandes batallas de estos días es lidiar inteligentemente contra los algoritmos que moldean y uniforman nuestra personalidad, las tendencias achatadoras del mercado y la educación que deforman nuestra razón y voluntad. Toda esa narración que hacen del mundo y el progreso a través de la prensa las grandes corporaciones donde se busca que perdamos consciencia de nuestro tiempo, espacio y lugar, ganemos miedos, estemos en guerra, perdamos de vista la efímera consciencia, belleza y sutileza de todo lo que nos rodea, nos es pertinente y cotidiano.
Tu poesía ha obtenido una gran cantidad de reconocimientos dentro del medio poético, tu obra ha sido publicada recientemente en Argentina, ¿cómo ha sido esa experiencia de traspasar fronteras con tu obra?
–Sí, he tenido la suerte de recibir atención, cariño y grandes muestras de generosidad hacia mi trabajo poético. A temprana edad tuve la oportunidad de ser invitado a grandes festivales de poesía latinoamericana en Buenos Aires, Rosario, Bahía Blanca o Montevideo. Instancias que me dieron grandes amigos allende la cordillera, un amor profundo a la poesía castellana escrita en Argentina y Uruguay y donde poetas y editores magníficos como Mauro Quezada y Diego Rosake se animaron a publicar un chileno en su catálogo o publicarme a página completa en el Diario de Poesía como lo hizo Daniel Samoilovich. Sin duda, la vida literaria se parece mucho a baldear el piso de un submarino alemán en la segunda guerra mundial o reírse a carcajadas de los políticos que creen en la efectividad de los kamikazes como método para cambiar el curso de la guerra a nuestro favor. En Chile hay demasiados poetas en la nave de los locos queriendo gritar a todo pulmón tierra a la vista. Y gritan aún sin ver nada. Da mucha alegría saltarse a veces todo esto y corresponder con la poesía argentina, latinoamericana y mundial, refrescarse en sus acentos, aciertos, traducciones y miradas.
Tu trabajo como productor cultural en Espacio Estravagario te pone en una posición privilegiada para observar lo que está sucediendo permanentemente con la poesía ¿cómo es tu relación con los poetas emergentes y que vislumbras de su obra?
-Es un honor y una posición de mucha humildad, sacrificio y entrega, tacto, en mi calidad de mayordomo de la poesía con el Espacio o de editor en todas las independientes donde he contribuido a dar libros que resistan al menos la primera sacudida del viento. La poesía es un camino menos solitario de lo que uno quisiera creer. Además, compruebo todos los días que la poesía chilena, latinoamericana, del mundo, sigue contra viento y marea diciéndonos cosas que debiéramos tener presente, no olvidar, recordándonos la dignidad y el respeto, lo que verdaderamente importa, sobre todo en estos #TiemposMejores. Veo además una docena de poetas jóvenes con mucha fuerza, potencia e inteligencia saliendo con un olé del ruedo. No quiero quedarme corto nombrando doce.
Se ha anunciado hace muy poco una reedición bilingüe de Playlist para el próximo año ¿cómo ha sido el trabajo de llevar tu poesía a otra lengua?
-Es complicado, se pierden cosas, pero cuando la traducción es buena, también se ganan otras que uno no sabía que tenía. Y en mi caso ha sido así, gracias a Dios y a la traductora. Y también a los editores que reeditan obras, apuestan a la poesía, esa muchacha rodeada de espigas como decía Nicanor Parra.
También hay noticias de una edición recopilatoria de toda tu obra, ¿qué nos cuentas sobre eso? ¿Qué más viene en camino?
-Sí, es una manera de cerrar un ciclo, años de escritura, entrelazar nuestros libros, la labor literaria, pequeñas y grandes ediciones para sopesar con más fuerza y distancia lo hecho a mis tarencua. Se vienen dos sendas obras reunidas en Chile con Lom y Argentina con HD Ediciones que me tienen con cosquillas antes de salir al escenario, como un novato. Si no fuera porque ya tengo listos tres libros en fase final, inéditos, con lo mejor –creo yo– que he escrito a la fecha, estaría, sin duda, aún más nervioso, en esta maratón por caminos de ripio… No he podido dejar de sentirme, te confieso a partir de todo lo que viene, como el campesino que vuelve al lugar que creció. Y lo hace conduciendo día y noche, sin descanso, una máquina aplanadora por caminos de piedra y lodo.
Volviendo al libro editado por Mago, ¿esto es un momento o la eternidad?
– Una hoja de laurel en una olla de agua hirviendo.
(Crédito fotografías- Autor)