Viernes, Octubre 4, 2024
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Eva Débia: «La única forma de sanar las heridas es abrirlas, así que lo que duele hay que decirlo/escribirlo/gritarlo hasta que se solucione»

Crédito Fotografía de País Cultural

 

Conversamos con Eva Débia, una mujer multifacética que, a final del año pasado, (2021) lanzó junto a la editorial Ediciones del Gato su primer libro de cuentos dando a luz Cuando el ángel pase lista. Ella nos contó detalles de la elaboración de su libro y de sus inquietudes. Con ustedes, Eva Débia.

 

—Primera vez que escribes cuentos, ¿cómo nace la idea de realizar este libro?

—Siempre le he tenido muchísimo respeto a la ficción, tal vez por un asunto de deformación profesional. Sentía que atreverme a escribir ficción, sobre todo cuentos, era graduarse en el camino de convertirme en escritora. Después de Insolentes, quedé con la necesidad de avanzar en ese sentido y por eso tomé un taller de cuentos con el tremendo Marcelo Simonetti, a quien admiro muchísimo y considero un excelente tallerista; nos pilló el estallido en plena faceta creativa, y al alero de ese espacio nacieron varios de los relatos que se muestran en el Angelito. Durante el 2019 tuve esta picazón inquieta de mostrar tanta incomodidad social, tanta herida, tanta suciedad bajo la alfombra; estoy convencida que escribir es un acto sumamente político y por esto tenía la urgencia de escribir sobre estas temáticas, y así fueron saliendo los hilos de las 15 historias de este libro.

—¿Cómo fue el proceso creativo de escribir Cuando el ángel pase lista durante la pandemia?

—Súper intenso, porque después del taller vino la pandemia y a los pocos meses quedé embarazada, entonces toda mi capacidad gestante se volvió hiper real, se volvió física, se volvió cuerpo. Estaba con la Emita en brazos, recién nacida casi, cuando comencé a conversar con Ediciones del Gato para materializar el nuevo libro. Todo por Zoom, porque estuve encerrada aproximadamente un año y medio con lo del Covid y los cuidados extra por la maternidad. De todos modos, agradezco haber tenido estos cuentos ya hilvanados previo al embarazo y la pandemia, porque con la revolución absoluta vivida, las hormonas, las complicaciones, la adaptación y el estrés sumado con la pandemia global, apenas he podido escribir lo estrictamente necesario.  Espero de corazón retomar de manera sistemática pronto, porque es algo que necesito como si se tratara de respirar.

—El tema del estallido social estuvo muy presente, ¿cómo fue retratarlo en el libro?

—Las grandes problemáticas del estallido, esa violencia descarnada producto de la desigualdad en lo más cotidiano y micro, siento que viene siendo gritado por las diferentes disciplinas artísticas desde muchísimo antes. El arte es un médium para los grandes movimientos, para las grandes complejidades, para los dolores y las heridas sin sanar. Entonces, de alguna forma creo que el estallido social ya se podía leer entre líneas en muchas obras, es cosa de leer a la Nona Fernández, o a Victoria Valenzuela, o a Arelis Uribe, o a Pía Barros, o a Carmen Berenguer (y eso que no mencioné a Pedro Lemebel, que nos lo venía gritando mucho antes, o a la Stella Díaz Varín… Puedo ir más atrás incluso, y pienso en la Brunet, y también en Nicomedes Guzmán. Esto es de larga data, y sigue sin solucionarse). Estas grandes verdades están también en el libro de micro crónicas que saqué a fines del 2018, Tránsitos urbanos: la miseria, la desigualdad y la injusticia son tropos que me tocan muy profundo, y siento la urgencia de retratarlos, ya sea desde las crónicas o desde la ficción.

—La familia es un elemento importante dentro de tu obra, ¿cuál fue el factor elemental de ese tema?

—Fue una etapa bien compleja, porque hay una reflexión potente de la línea femenina familiar hacia arriba y hacia abajo en mi propia genealogía; mientras terminábamos los detalles del libro, teniendo ya a mi hija de cuatro meses en brazos, mi amada abuela materna partía después de un par de años de un doloroso desvanecer. Entonces de alguna forma ella está de muchos modos en este libro y, de hecho, la dedicatoria alude a todos los flancos femeninos, sobre todo a los familiares, porque de cada una de ellas, hay mucho en esas páginas. Mi madre, por ejemplo, es fundamental; ella es mi más feroz crítica y mi más voraz lectora…

—¿Cómo unes la fantasía y la realidad?

—Hemos conversado sobre esa difusa línea con varias autoras de la colectiva en la que participo (AUCH+!), y pareciera que es imposible desprenderse de una misma en cuanto a su propia realidad; entonces, para quienes me conocen en la esfera más íntima, reconocen en lo que escribo visos, olores y guiños de mi propia experiencia, de lo que me han contado y sobre lo que he acusado golpe (o bien me ha quedado el moretón o la llaga por lo vivido en carne propia). Es ese golpe el que muchas veces abre un mundo, y otras veces los cierra. De alguna forma se trata de un proceso súper gestáltico, si se me permite hacer el guiño con la psicología. Ahora, que me atreví con la narrativa de ficción, me hace más sentido que nunca todo lo que sufrió la pobre Alfonsina Storni, a la que le hicieron bullying siendo niña porque era «mentirosa». Y no, no era mentirosa, solamente muy creativa…

—El feminismo también es fundamental dentro del libro, ¿por qué?

—Porque durante los últimos años me descubrí a mí misma como la feminista interseccional que soy, y que siempre quise ser, pero no sabía que era (aunque suene a trabalenguas). Ser feminista es un tránsito, y estoy convencida de esta necesidad vertiginosa de que, como sociedad toda, lleguemos a construirnos desde ese eje: un eje más equitativo, más generoso, más amoroso y mucho pero mucho más amable con todo nuestro entorno. El feminismo es política pura; es la lucha contra la desigualdad, es la búsqueda de la dignidad desde la médula. Es ecología, es dignidad, es diversidad, es inclusión. Hoy, no podría escribir desde otra arena que no fuese el feminismo.

—¿Qué ingredientes sientes que debe tener un cuento?

—Hay para todos los gustos y preferencias, pero creo que lo central es una buena construcción de los personajes porque son el eje del relato. Pienso mucho cada personaje, y también cada locación; tal vez no todo está contado explícitamente, pero yo debo tener claridad del ambiente entero para poder escribirlo. Cómo habla el personaje, cómo huele. Luego, la necesidad de sorpresa y el cierre: soy una convencida de que el asombro es la llave central de toda buena historia y, como último detalle -de manera muy personal-, debo confesar que no comulgo mucho con los finales abiertos. Mi tendencia al TOC me obliga a cerrar los cuentos, a no dejar puntadas sin hilo; me cuesta un mundo hacerlo de otro modo.

—¿Qué quisiste impregnar en tu libro?

—Sin pensarlo dos veces, la llaga país. Esta cicatriz llena de salpicaduras, agrietada desde lo micro, desde los ayeres no solucionados. Desde las migrancias, los abusos, las pérdidas, los golpes, la ruralidad, el extremo, el abandono, la miseria. Desde esa furia contenida y mal encausada tantas veces, desde que nos llamamos Chile. La única forma de sanar las heridas es abrirlas, así que lo que duele hay que decirlo/escribirlo/gritarlo hasta que se solucione.

—¿Cómo fue trabajar con Ediciones del Gato?

—El mundo editorial chileno es súper diverso, hay de todo y para todes; dicho esto, no tengo sino palabras de gratitud y agradecimiento para con Ediciones del Gato, ya que Lilian Flores, su editora, confió desde el principio en este proyecto y realizó un trabajo delicadísimo de poda, como si se tratara de un bonsái de ciprés de las Guaitecas, en cada uno de los relatos, los que mejoraron muchísimo gracias a su trabajo. Amo el formato elegido, ya que el tamaño del libro lo convierte en un compañero de camino fácil para trasladar y compartir, y estoy francamente enamorada de la portada. Realmente, hacen un trabajo impecable y minucioso, cargado de amor y profesionalismo.

—¿Dónde podemos encontrar tu libro?

—En la web de Ediciones del Gato y en Buscalibre, para acceder desde cualquier punto del país; en selectas librerías a nivel nacional, como es el caso de los Libros del Gato Caulle en Valdivia, en la amada Qué Leo Forestal (y en su tienda online, Espacio Forestal, también con despacho a todo Chile), en el Espacio Literario de Ñuñoa, y en la Nueva Altamira de Providencia.

 

Francisca Gaete Trautmann
Francisca Gaete Trautmann
(Santiago, 1985) Periodista de la Universidad Gabriela Mistral. Ha trabajado para revistas, televisión y medios online. Ha seguido cursos de escritura creativa. Le encanta escribir, escuchar música. Vive en Santiago.
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