Sábado, Septiembre 7, 2024
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Francisca Werth: «Tuve la alegría de compartir lo sencillo, acompañar a otros en pandemia»

Desde chica Francisca estuvo metida en el mundo de la creatividad y eso la potenció a desarrollar sus inquietudes como escritora. En esta entrevista nos contó sobre su último libro llamado Andanzas en pandemia, guía personal de la ciudad, un trabajo donde nos mostró su visión de esos años en donde la duda era pan de cada día. Te invitamos a leer esta sincera entrevista.

—Cuéntanos sobre ti

—Desde niña me fascinaron las palabras, la idea de que esos códigos representen pensamientos y emociones en forma tan extraordinaria. Cada palabra tiene su quehacer. Por lo mismo la poesía y la metáfora me provocan aún más con su belleza y complejidad. Las palabras en un relato del que somos parte, es que: «Estamos hechos de historias» como dice Galeano y eso me hace explotar la cabeza.

El abuelo paterno nos invitaba a crear, a construir esas historias a mis hermanos y a mí en la infancia, eso potenció mis inquietudes. Comenzó mi afán con la lectura y los libros. Diversos estudios en literatura y otras artes complementarias, se sumaron a mi oficio en la palabra y comencé a acompañar a niños, jóvenes y adultos en sus propios procesos, a través de talleres, clases y charlas. En paralelo, escribía, escribo lo propio.

He participado en libros de narrativa y poesía con otras y otros. En 2007 publiqué el poemario niñAbuela desde la relación de afecto de una mujer y su abuela con Alzheimer y a fines de 2021, Andanzas en pandemia, guía personal de la ciudad. La exploración de lo sencillo, de lo cotidiano, eso que casi no se ve de tan cerca que está, se volvió importante para mí y la memoria o desmemoria y su registro en el camino.

—¿Cómo fue para ti experimentar y retratar estos 100 días de andanzas pandémicas?

—Venía, veníamos del extenso encierro que nos trajo la pandemia y la idea de una franja horaria para salir temprano en la mañana, aunque fuera por un período de tiempo muy acotado, me pareció un regalo:

«28/03: Día 2 de 100 andanzas en cuarentena: respiro

A las 7:40 llegó la luz, al día. Al menos esa hora decía en mi reloj santiaguino, que llevaba ya un buen rato contando ciclistas en el minutero y corredores, en los segundos.

Salí anhelante a la calle, de otras voces, de cantos de pájaro y de árbol (alguien me dijo que es posible escucharlos si se les pone atención) y de todo lo demás que pudiera traer la mañana. Salí como quien va a una fiesta, me encontré con mi hermano, conversamos con mascarilla y celebramos sin decirlo, una conversación cotidiana. Estábamos en la fiesta de los que todavía están.

Llegué a casa antes de la hora límite. Puse agua para un café y me asomé otra vez a este segundo día de viaje. Desde el balcón, en la calle, vi un abrazo. Una fiesta fueron esas horas, una fiesta».

Fue desde el 27 de marzo al 4 de julio de 2021. A pie o en bicicleta, durante 100 días visité distintos rincones de la ciudad, la geografía de estos tiempos. Para acompañarnos, publiqué estas crónicas en redes sociales y los comentarios de lectoras y lectores también tuvieron un lugar en la obra. Este libro fue también una alegría, sentí que de algún modo aportaba cuando estábamos todos tan afectados con la pandemia, el encierro, la incertidumbre, la enfermedad y la muerte.

Visité diversos lugares que me parecían icónicos en Santiago o que al menos lo eran para mí. Quería saber cómo estaban las cosas. Las carpas, el nuevo hogar de tantas chilenos, fue lo primero que me impactó, por todas partes, daba lo mismo la comuna.

Fui a diversos lugares, los que el tiempo limitado de la franja horaria me permitía. Hubiera querido hacer una andanza también a lugares como el Museo a Cielo Abierto de San Miguel o a comunas que donde me encontraba viviendo en esos momentos me resultaban más alejadas.

Al Centro Cultural Gabriela Mistral volví dos veces. Era impresionante, su fachada estaba llena de las más diversas manifestaciones de la gente. Los paseos Bulnes y Banderas, la Villa Frei, el Apumanque, el cerro San Cristóbal, el Estadio Nacional.

A veces el viaje fue en el recuerdo, como esa ocasión en que anhelaba más que nunca el mar y eso me hizo evocar el encuentro de poesía, la vez que visitamos la casa de Nicanor Parra en Las Cruces y tuve la oportunidad de conversar con él y ser testigo de la creación de uno de sus antipoemas. Parra, con ánimo de ola.

—Este libro es una invitación a compartir las vivencias, ¿cierto?

—Sí, absolutamente, así se gestó desde un inicio Andanzas en pandemia, guía personal de la ciudad. Escribía a diario la experiencia de ese mismo día y la publicaba en Facebook y posteriormente en instagram. Me contactaron diversas personas invitándome a visitar lugares o que querían sumarse a las andanzas y lo hicieron.

Creo que es deformación profesional, compartir miradas, creatividad, vivencias es lo que hago en los talleres de literatura, especialmente los de escritura creativa y artes integradas.

Hacia el final del libro, hay una sección para hacer registro de la propia andanza. Es una invitación concreta al juego y la exploración.

—¿Qué significa para ti Andanzas en Pandemia?

La respuesta llegó hacia el final de la travesía:

«30/06: Día 96 de 100 andanzas en pandemia: la palabra que mueve este libro

En el diccionario dice: “acción de ir de un lado para otro”, pero me parece que falta contar tanto de lo que podría ser una andanza. Estar vivos, andar, ni a tontas ni a locas, ni con gravedades. Es el juego del intento, de estar atentos al trayecto y a nosotros en el viaje.

Visitar la geografía hecha de lugares y personas, que a ratos va más allá de hoy y de Santiago cuando pienso hasta dónde puedo llegar. A pie y en bicicleta, en estos 100 días también hay cabida para el paso a paso del recuerdo, del presente y la añoranza.
Cuando termino de vivir la experiencia, ya no soy la misma. Escritura que se camina por dentro y por fuera y que se comparte, eso es para mí una andanza.

—¿Cómo te conectaste con este libro?

—Estaba escribiendo una novela corta para niños y niñas en la que apareció un personaje que disfruta mucho de caminar, gran observador y que escribe sobre lo visto y vivido. Creo que ya estaba en ciernes lo necesario para la idea de las andanzas y a eso si sumó el encierro en la pandemia y la necesidad de compartir ante la incertidumbre de los tiempos que se gestaban.

A mí la palabra me ha salvado antes, como ocurrió con el poemario niñAbuela, así que comencé a escribir y se volvió libro.

—¿Qué sensaciones te dejó el libro?

—Quedé contenta de haber hecho este registro del paisaje que iba encontrando fuera y que llevaba dentro, a veces con tristeza por todo lo que estaba pasando y siempre con la voluntad de la esperanza.

Un amigo me preguntó qué cambio apreciaba entre el día 1 y el 100. Tuve la alegría de compartir lo sencillo, acompañar a otros en pandemia y recibir mucho cariño de vuelta. He pulido mi oficio de escritora y de caminante y me siento viva, atenta al mundo y agradecida en todo este trayecto, eso fue lo que le dije.

—¿Cuál fue el proceso creativo?

Levantarme muy temprano, antes de las 7 am siempre. Tener pensado el lugar o tomar la decisión en el camino. Mirar con ojos, oídos, con el cuerpo entero. Regresar a casa y llevar todo al papel para no olvidar lo importante, lo que a veces salía más fácil y a veces tomaba más tiempo. Y publicar en las redes. Entre lo ocurrido, hubo votaciones, incluso el último día de mis andanzas fue el primero de la Convención Constitucional, está en el libro. También está el regalo de los comentarios de quienes leían. Luego la edición y hacer una selección de 55 entre el gran grupo de 100. Dos amigos muy queridos: el poeta Gustavo Barrera y el ilustrador Roberto del Real, me acompañaron especialmente en este proceso, con la edición y la portada.

María José Ferrada, generosa, también da cuenta de este viaje, de este proceso:

«…En este camino de cien días la intención —deambular, revisitar, registrar— modifica el paisaje: es la mirada lo que transforma lo conocido en novedad. El presente y el pasado transitan por una misma corriente de tiempo y espacio, porque los recuerdos, como nos muestra Francisca, aparecen en la ruta y la modifican. El paseo que se da por las calles conocidas, es sobre todo interior. Lo saben los caminantes de distintas épocas y lo confirma Francisca en sus andanzas».

—¿Dónde podemos encontrar este libro?

—En la librería Qué Leo de Parque Forestal, ubicada en Merced 76, cerca del metro Baquedano y en el correo enelarbolediciones@ gmail.com

 

Francisca Gaete Trautmann
Francisca Gaete Trautmann
(Santiago, 1985) Periodista de la Universidad Gabriela Mistral. Ha trabajado para revistas, televisión y medios online. Ha seguido cursos de escritura creativa. Le encanta escribir, escuchar música. Vive en Santiago.
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