Jaime Bunda es un detective angoleño que lleva una vida resolviendo casos en forma paralela a la policía. Criado en los bajos fondos de la ciudad, anda buscando pistas que lo lleven más lejos que las instituciones oficiales, siendo el mercado negro un sitio desde el cual indagar y obtener hipótesis.
Bunda, que en portugués significa trasero, refiere a la gordura del personaje. Contrario a los detectives del cine, en donde prima la figura del galán occidental que construye su sexualidad desde la soltería, en Bunda hay una obesidad-deformidad que le otorga una personalidad de outsider bastante peculiar.
La construcción psicológica de Bunda está influenciada por la figura del detective literario. Personajes como Heredia o Pepe Carvalho funcionan como sus mimesis hispanohablantes, siendo la melancolía y la ciudad (callejones, madrugadas y bares de poca monta) los ejes que determinan su estructura y personalidad.
Al ir leyendo la novela, surge la siguiente pregunta: ¿estamos ante un esquema clásico de novela neo-policial o es una burla de los convencionalismos del género? Nos inclinamos por la segunda. Hay una mofa descarnada que no solo critica al libremercado y los procesos de globalización, también, hay una distorsión de lo que siempre se ha entendido como novela negra. Por ejemplo, Bunda interrumpe la investigación -incluso en sus momentos más álgidos- porque tiene hambre. Necesita saciar su apetito voraz antes de seguir resolviendo casos en que el estado tiene la obligación de responder.
En el genero policial (Sherlock Holmes y sus símiles) siempre se nos hizo ver al mayordomo como el asesino, es decir, los detectives resolvían casos de robos y herencias que respondían a intereses creados de personas en particular. Con el
paso de los años esto cambió, pues en la novela negra o neo-policial aparece lo político como una estructura fundamental. Con Raymond Chandler y su ya clásico detective Philip Marlowe (en Latinoamérica esta figura tiene múltiples caras), el enemigo comienza a ser el terrorismo de estado. La literatura narrando, a través de la denuncia, la historia de los vencidos.
La última variación del policíal, al parecer, es la propuesta por Pepetela. Estamos ante una reformulación que merece ser leída e investigada. Cuando en la literatura parecía todo dicho, Bunda y sus ironías desarman los esquemas, encontrando la nueva dimensión de un género que se estaba volviendo una repetición.