Conversamos con Jorge y nos contó que los estilos musicales tienen un factor relevante en aspectos emocionales como históricos. Su libro PUNK chileno 1986-1996, 10 años de autogestión, es una obra donde se aprecia eso: emoción de la música y la historia que se vivía en la música durante ese tiempo, donde la autogestión era todo, un «hazlo tú mismo» que valía la pena hacerlo y que marcó una era. Te dejamos invitados a leer la entrevista realizada a Canales.
—Cuéntanos de ti y del por qué quisiste abordar este tema
—Mi nombre es Jorge, soy profesor de historia y magister en musicología. Actualmente me desempeño como Inspector general del colegio Cambridge School. Creo que los géneros o estilos musicales que se desarrollan desde la independencia y la autogestión tienen un factor de importancia que dan cuenta de aspectos históricos, culturales y emocionales y desde esa vereda han sabido sobrevivir al mercado. En este sentido, he tenido la suerte de trabajar en distintos proyectos musicales que toman este aspecto. Desde participar en el documental «Tradición del Canto a lo divino…» y «Marcelo Varas, El otro rock chileno» (2017) y en el proyecto de investigación sobre el funcionamiento del sello discográfico Alerce en los ´90 con el denominado Nuevo Rock chileno.
También, tuve la fortuna de hacer la pasantía en el Archivo de música de la Biblioteca Nacional, trabajando en la catalogación de vinilos. Luego seguí ligado al lugar en distintos proyectos, siendo parte de un equipo de trabajo donde abordamos la figura de Ricardo García en la música chilena, y la última, que fue el año pasado con la investigación «Conciertos de rock en Santiago durante la dictadura».
También, me gusta mucho la fotografía. Desde esta vereda tuve la oportunidad de colaborar con algunas de mis fotografías en los libros Chile sin ecualizar de Sergio Araya Alfaro y el libro de Jorge González Independencia cultural, trabajo en el cual fui invitado al lanzamiento del libro junto a su autor.
—¿Cómo fue el proceso creativo del libro?
—La idea del libro nace a partir de un concurso que abrió Editorial Camino. Como ya tenía la investigación finalizada del magister, pensé que sería una buena idea poder llegar con el trabajo a gente interesada en el tema. Una vez que gano el concurso, comencé a hacer modificaciones para ir moldeando el formato de tesis a libro.
—¿Cómo se te ocurrió poner QR y CD en el libro para los lectores?
—Lo del código QR es una herramienta que ocupaba ese año en clases de arte con niños de enseñanza media, me funcionaba muy bien para explicar (en este caso) distintas obras artísticas. Con respecto al libro, sentí que sería una herramienta de apoyo que acompañe la lectura; desde video clips musicales, entrevistas, documentales, presentaciones en vivo o visualización de espacios donde se practicaba este tipo de música.
Que el libro viniera con disco fue una iniciativa de Corporación Fonográfica Autónoma quienes de manera desinteresada y gracias a la gestión de Dennis Dañiboitia viene con 12 canciones cedidas por agrupaciones que fueron parte de esta historia como: Fiskales ad hok, La Floripondio, Entreklles, Los Peores de Chile, Los Revoltosos, Políticos muertos y Anarkia entre otros.
—¿Qué importancia tuvo Clotario Blest en el inicio del punk?, ¿qué otros personajes nacionales fueron valiosos para el punk?
—Considero que más allá de la importancia que tuvo o no, fue un personaje trascendental para la historia del movimiento obrero y sindical en Chile, en ese sentido, que Clotario haya cobijado a los primeros punks; hijos de exiliados que llegaron al país a fines de la década del ’70 dándole —alguna— visibilidad en marchas (entregando panfletos con letras de canciones de The Clash, o Sex Pistols) o compartiendo en reuniones en su casa, habla de la afinidad que había entre Clotario y esta juventud que no se sentía identificada con algún partido político o militancias con al algún grupo de izquierda. Recordemos que Clotario alguna vez comento que una manera de estar con la juventud excluida, era concurriendo a un recital de los Prisioneros, visión muy distinta a personajes que están ligados a partidos políticos que sentían una afinidad —entendible— al Canto nuevo o la Trova cubana.
Sobre personajes importantes podría mencionar a varios músicos, pero también hay gente que no es músico y abrió puertas para la circulación, difusión de este género musical, tal como Jordi Loret quien abrió las puertas de Matucana 19 en los ’80 a muchas agrupaciones que comenzaban a explorar estas sonoridades, ya en la próxima década podría mencionar a Claudio Gutiérrez del sello Alerce donde se abre a nuevas sonoridades fichando a bandas como Los Miserables, Bbs Paranoicos o la distribución de Fiskales en los primeros años de los ´90, época en los que la música juvenil no sonaba en radios FM ni medios masivos. También al sello discográfico CFA (Corporación fonográfica autónoma) y Masapunk entre otros, quienes levantan una iniciativa autogestionada de distribución de materia discográfico de bandas punks, hardcore y rockera del país.
—¿Cuál fue la relevancia de Las Vinchakas, Fiskales, Los Prisioneros, OrGasmO, entre otros?
—La relevancia creo que está en ser consideradas las primeras bandas que se atreven a hacer «cosas nuevas», a romper con el estancamiento como diría Jorge González, en ese sentido, y como consecuencia de la nula información que llegaba desde el extranjero, estos jóvenes supieron hacer una lectura local de un movimiento musical que ya llevaba varios años sonando en Inglaterra y Estados Unidos.
Con la llegada del punk y la New wave se produce un quiebre en la música nacional, donde muchos de sus cultores renegaron de lo que se estaba haciendo hasta ese momento; criticando discursos (Canto nuevo), maneras de enfrentar una composición donde destacaban virtuosos solos de guitarra (Rock chileno 70), y sus estéticas rupturistas con pelos parados o de colores, ropas rasgadas o chaquetas con mensajes alusivas a bandas, todo esto se contrapone al descolorido y gris Chile de Pinochet.
En este sentido, desde la negación, el desenfado y el Hazlo tú mismo supieron estos jóvenes lograr incorporar aportes que marcaron a generaciones posteriores.
—¿Cómo ves la fusión de las artes en el punk?
—Es interesante esta mirada que se le da al punk. En el extranjero hay varias investigaciones que dan cuento de este aspecto; desde movimientos Dadaístas, Situacioncitas o de moda (por sus vestimentas) etc. En estos meses he estado revisando el libro Destroy all movies, Punk on film que habla sobre el punk y su influencia en el cine, una mirada relativamente nueva en cuanto a explorar sus estéticas desde la dirección de fotografía, narrativa y montajes.
En el plano local, uno de los aspectos que más me llamo la atención fue su sintonía con otras artes, compartiendo el espacio y colaborando muchas veces entre ellas, por ejemplo, Pinochet boys musicalizó una obra de teatro de Vicente Ruiz, o ver a las Yeguas del apocalipsis o las Cleopatras con sus performances en Matucana, así como también, luego de presenciar la inauguración de una exposición de pintura de la Contingencia Sicodélica en la sala de arte Bucci, podías ver a bandas adornando con sonoridades estridentes y un mensaje de denuncia frente a la realidad que les tocó.
—A tu parecer, ¿cuáles fueron los lugares importantes donde se manifestó el punk?
—Creo que todo comienza en El Aguilucho, ubicado en la comuna de Ñuñoa, lugar donde se realiza el primer festival punk en el año 86. Luego de este encuentro, donde muchos jóvenes se reconocen desde sus afinidades musicales y estéticas, comienzan a aparecer en un sinfín de lugares, pero me atrevería a decir que en los 80 hay espacios que marcaron a muchas bandas, me refiero a Matucana 19, El Trolley, Sala Lautaro y el Manuel Plaza, ya en la década de los 90 los lugares son otros, la música cambia y sus estéticas también, en ellas hay espacios que son recordados hasta hoy, como La pica de don Chito, Serrano 444, El Cimarrón o el mítico Taller sol por nombrar solo algunos.
—¿Por qué tan pocas mujeres dentro del circuito?
—Precisamente, uno de los aspectos que se logran evidenciar en la investigación de aborda desde 1986 hasta 1996, es que el número de mujeres en este género musical es casi nulo, con la excepción de Las Asociales en los 80. Ya en la década de los 90 recién podemos hablar de la agrupación Venus con se debut discográfico El ataque de la zorrita en 1996. Si bien en el libro no hay un capitulo que reflexiones sobre este punto, en las conclusiones se asevera la poca participación femenina, aspecto que se conversó con algunos entrevistados. Una de las respuestas más comunes, tiene que ver con los niveles de violencia que se vivían en los espacios de música en vivo, en los comienzos la represión de parte de la policía y en los 90 la violencia que se dio entre el mismo público. Por otro lado, y creo que el más importante, es que la música no está ajena a procesos sociales y por lo mismo es un reflejo de la sociedad, la cual se permea con la cultura patriarcal que penetra todos los aspectos de la sociedad y por supuesto el arte y sobretodo la cultura rockera no está ajena a eso.
—¿Qué enseñanza deja este libro? ¿Dónde se puede encontrar?
—No sé si nos deja una enseñanza, pero el libro nos muestra una época donde jóvenes bajo sus propios medios fueron capaces de levantar una escena, distribuir material sonoro, organizar recitales etc. mostrando una mirada de la sensibilidad urbana que se inventó desde el margen, la precariedad y la autodeterminación.
El libro se puede encontrar en EstampaTesta, Sello Autónomo, Alma negra, Buena basura en Santiago, Antro de libros y otros males en el Tabo, Chepika libros en Valparaíso, La Comarca Austral en Aysen, Cau-cau records de Valdivia y a través de la página web de la editorial www.editorialcamino.com