Sábado, Septiembre 7, 2024
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Juan Pablo Belair: «Ser escritor es ser lector»

 

En revista Lector conversamos con Juan Pablo Belair, autor del libro de cuentos Esquirlas de la rabia. Entre rock argentino y experiencias editoriales, compartimos el diálogo de una intensa tarde de verano.

—¿Cómo fue el proceso de publicación de Esquirlas de la rabia? Sabemos que hubo un periplo extenso en donde muchas veces te sentiste desilusionado. A partir de lo mismo, ¿qué opinión te quedó del panorama editorial chileno?

—Luego de encontrar una editorial el proceso fue muy bonito. El trabajo de edición, de discusión y de análisis de tu propio texto con otra persona, desde su perspectiva crítica, pero con un objetivo común, ha sido una experiencia muy interesante, re-creativa —en el sentido de volver a crear—muy respetuosa, profunda, íntima incluso. Ahora, antes de eso, sí, hubo mucha desilusión. Y quizás es una ilusión pretender publicar en Chile siendo un autor desconocido, con un perfil muy por fuera del mainstream y de las redes del negocio editorial. Imagínate que desde que decidí buscar una editorial para este libro pasaron más de tres años enviando correos y proponiendo un proyecto común. Porque para mí publicar un libro es un proyecto colectivo, no es pedir un favor, tampoco es un proyecto comercial, escribir no es un negocio (en el sentido capitalista). Yo quiero que me lean y desde ahí desencadenar posibilidades en los/as lectores/as. Mira, elaboré una base de datos con más de cien editoriales de Chile y de la región (México y España incluidos), me contacté con todas y muy pocas respondieron. Y de las que contestaron interesadas en el manuscrito, no más de cinco algo leyeron. Quizás lo más decepcionante es tomar conciencia de que ni siquiera te leen para decirte que no. Entonces, me quedo con la idea de que es muy difícil ser editorial, sobre todo en Chile, de que hay buenos proyectos y buenas intenciones, pero que ser editorial es meterse con el mercado y ahí siempre se va a perdedor. Confiar, por tanto, en el proyecto de un desconocido es casi una quimera.

—El primer cuento del libro me hizo recordar la canción «Usted» de Joan Manuel Serrat. «Usted que corre tras el éxito, ejecutivo de película, hombre agresivo y enérgico con ambiciones políticas».

—Sí, verdad. «El automovilista», el cuento que abre el libro, es una especie de prototipo del hombre exitoso de una sociedad capitalista, también de Chile. Recorre la ciudad desde su casa en el barrio alto hasta su oficina en el barrio industrial, hacia abajo, en los suburbios de la ciudad. Y lo hace por una autopista moderna que segrega territorios y conecta a alta velocidad los dos polos socioeconómicos de la urbe, para verlos poco, a la pasada. Claro, este modelo de vida, de éxito como «se ha vendido», aspira incluso más allá del poder político, porque sabe que el poder económico lo compra todo. Este es el tipo de individuo (hecho en serie) que, como dijera hace mucho Oscar Wilde, conoce el precio a todo y el valor a nada. Pero en esa jaula de oro que es su posición de gerente, o su matrimonio frustrado, o su auto último modelo, no es capaz de encontrar las salidas. Este periplo (mientras escucha Creep en la radio) le enrostra el camino recorrido, la autopista y su propia vida, donde el espejo retrovisor no le permite ver lo que viene.

—El cuento que más me gusta es Hombre de ninguna parte. Me parece que el final es distinto a lo que venías mostrando. Hay matices de la película Relatos salvajes, sobre todo con el personaje el Bombita interpretado por Ricardo Darín.

—Sí, de hecho, la imagen de la bomba es explícita en el cuento, aunque pocos se dan cuenta. La enumeración de los acápites de ese relato es una cuenta regresiva. Ahora, el subtítulo del cuento es una clave de lectura: «Ensayo sobre la violencia» y se conecta con el epígrafe de Brecht que introduce el libro: «Al río que todo lo arranca lo llaman violento, pero nadie llama violento al lecho que lo oprime». De algún modo es la crónica de un hombre que sufre la violencia sistémica desde distintos lugares: el estado, el trabajo, los estudios, la masculinidad, la pareja, los padres, la familia de su hermana. Y ahí, a mi juicio, hay otro elemento central: exponer la problemática ética y social de la convivencia de dos Chiles, uno, el heredero de Pinochet y luego de la llamada transición a la democracia representada en la «familia militar»; el otro, que quiere revelarse torpemente y en el ejercicio se queda sin lugar, sin presente, sin nada.

—¿Por qué decidiste incluir 3 epígrafes de Alejandro Lerner? ¿Qué relación tienes con el músico argentino?

—Podría decirse que es una relación adolescente. Poca gente conoce al Lerner de sus inicios, de placas como Lerner y la magia, Todo a pulmón, Lernertres o Canciones grabadas en los ’80 y que lo catapultaron a un mercado mayor y, al mismo tiempo, lo transformaron en un producto demasiado comercial para mi gusto. Pero el Lerner de los ’80 era otra cosa, lo encontrabas en la revista La Bicicleta, en los cancioneros con acordes de guitarra (aunque es un gran pianista) y lo cantábamos en las fogatas. Nos sentíamos representados por sus letras, pero sobre todo por sus hermosas melodías con arreglos mezcla de balada folk, jazz y funk. «Algunas frases» (’82) es la canción que da continuidad con sus epígrafes al cuento «Segundo B» que está ambientado en el año ’86. Una anécdota: a fines del año ’88 fuimos con mis amigos del colegio a ver a Lerner al teatro California (hoy teatro Ñuñoa), coreamos sus canciones sentados en primera fila y enloquecimos cuando sacó un sintetizador tipo guitarra y tocó «Smoke on the water» con las teclas distorsionadísimas. Al final del concierto lo esperamos en la puerta y lo saludamos. La polola de un amigo estaba embarazada y Lerner puso la mano sobre la panza y dijo «que salga lindo, che». Hoy día ella no está en este mundo y el chico tiene más de 30 y es campeón mundial de cheerleader. Algo así es Lerner.

—¿Te parece que Esquirlas de la rabia es un texto de época? Se refiere mucho a los ’80. Desde el cuento «Segundo B» hasta escenas menores que siempre se anclan en aquel periodo.

—Creo que tiene relatos que intentar reconocer épocas, usa sus materiales: lenguaje, slang, hechos políticos, históricos, etc. y representa una problemática en contexto. Sin embargo, salvo «Segundo B» que está ambientado en los ’80, los demás refieren a otras épocas: los  ’90 en una parte de «El tiempo entre dos ríos», mediados de los 2000 en «Hombre de ninguna parte» y «El automovilista», y fines del 2019 en «Réquiem para un tren desaparecido». Los otros tres cuentos son más bien atemporales. Ahora, yo me siento un escritor ochentero, más moderno que posmoderno, pero eso es otra conversación.

—Nómbrame textos no canónicos que marcaron tu escritura.

—Lo de canónico es bastante discrecional, pero si tuviera que reconocer influencias escriturales, quizás desde mi deseo y aspiración, nombraría a autores tales como: Kristof, Kawakami, Cartarescu, Houellebecq, Carrere, Barnes, Kureishi, Hornby, Cercas, Levrero, Puig, Piglia, Kohan, Donoso, Bolaño, Mouat, Nona Fernández. Y mucha poesía que debería ser canónica, desde Rilke, Szymborska a Ángel González, Pizarnik, Gelman, Huidobro, Mistral, Gonzalo Rojas y Hahn.

—Para Borges era más importante ser lector que escritor, ¿comparte esta afirmación? ¿por qué?

Absolutamente. En realidad, creo que ser escritor es ser lector, lees lo que escribes. Leer es reconstruir la interpretación de la realidad que hace un otro usando dominios lingüísticos. Leer es distinguir, significar, comprender y desde ahí actuar (o no) en consecuencia. Mientras escribir es un acto rebelde, voluntarista, una patriada; leer es universal, un acto racional parecido a la ética, propio, individual, pero que busca la conexión universal. Sin embargo, escribir es una forma de trascender, y se nos puede ir la vida en eso y, aun así, permanece.

Joaquín Escobar
Joaquín Escobar
Joaquín Escobar (1986). Escritor, sociólogo y magíster en literatura latinoamericana. Es autor de los libros de cuentos Se vende humo y Cotillón en el capitalismo tardío, ambos con la editorial Narrativa Punto Aparte.
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