Pudimos conversar con Juan Pablo sobre el amor, acerca de cómo fue su proceso creativo a la hora de escribir Papelucho gay en dictadura. También opinó de cómo ve a Chile hoy en día y de si en el país se está leyendo más. Les dejamos la entrevista a este gran escritor nacional.
-¿Qué significa para ti el amor a la hora de escribir?
-El amor es un relato, una narrativa, existe un bello libro que Roland Barthes, Fragmentos del discurso amoroso, que recorre grandes textos literarios sobre esa idea. Es bien lúcida esa idea de Barthes de enfrentarnos con miles de diversidades y heterogeneidades de imaginar el amor en la cultura. Finalmente, el amor como relato tiene sus propios devenires de acuerdo con lo que les toca vivir a los personajes en sus, paisajes, momentos sublimes, tragedias, epifanías, todo un universo puesto en el ADN de lo humano. Quizás las ficciones del amor que todos tenemos o vivimos, sea uno de esos saberes atávicos con los que convivimos siempre en nuestras historias. Y, por otra parte, pensar el amor plantea el desafío de extremar la forma de entenderlo más allá de la definición normativa o «parejil» de vivirlo. Creo en el amor como una dimensión de conocimiento que se juega en comunidad, en proyectos de transformación, en la forma de relacionarte con el entorno, en mi escritura ese es el amor que buscan mis personajes, un amor sin cargas ni etiquetas normativas, aunque padezcan de las mismas, pensaría en un amor post-humano, en el amor como devenir de transformación social, al final, ¿las utopías que son? Cristalizaciones del habitar mejor junto a quienes camino, eso en comunidades diversas…
-¿Cómo es tú proceso a la hora de ponerte a escribir?
–Escribo por historias, por contar algo que creo valioso contar, un detalle, una rabia, algo que no vemos, siempre me mueve una primera idea, me fijo que ese cuadro inicial tenga un mundo, si hay mundo ahí para ser contado. El proceso es largo, la idea de sentarte y escribir un libro, un cuento, un ensayo, una historia es pasar por estaciones, colores, tonos durante un tiempo. Cada texto tiene su afán. Soy un memorioso, un archivador de episodios, tengo papeles, cuadernos de notas de ideas que quizás alguna vez se transformen en algo y también en nada. Trabajo a la vez también con varias historias, a veces me invade una historia por mucho tiempo y quiero dejarla, irme a un lugar nuevo y fresco y olvidarse de la otra por un tiempo. A veces vuelvo a la que dejé si todavía mantiene cierta energía a través del tiempo. La energía quizás sea cierta relación con el tiempo y su propia vigencia.
-¿Qué significa para ti o para muchos Papelucho Gay en Dictadura?
-Es una historia que ahora existe, con esa seña, con esa inscripción. Creo que cuando comencé a trabajar en ella, me fascinaba el personaje y el contexto, pero cuando avanzó, casi al final, me di cuenta de que era un recorte intenso de las infancias agraviadas por el poder, por la pobreza, por la normatividad sexual. Era parte de una genealogía con otras infancias y otras adolescencias de la literatura chilena o la cultura popular. Ahí veo a Niño de lluvia de Subercaseaux, a No pasó nada de Skarmeta, a Margarito de Lemebel, a Patas de perro de Carlos Droguet, a Niño de yeso de Ramon Griffero, a Matar a la dama de las Camelias de Jorge Marchant y también a Luchín de Víctor Jara y tantos otros. Es decir, un paisaje presente de diversas formas y que expresa esa dimensión de lo humano como proceso y potencialidad. Papelucho gay en dictadura propone una nueva versión de la niñez-adolescencia que pone en escena las precariedades que vive no solo el personaje sino miles de niños y adolescentes, es una especie de ejercicio democrático en el simbólico, en el imaginario social.
-¿Por qué quisiste poner fotografías y pie de páginas en el libro?
-Fue un ejercicio que me parece que amplía el libro en otros efectos, le da riqueza simbólica y asume un tono de época. La idea no fue ilustrar la historia sino trabajar en el archivo y la memoria. Muchas fotos se cuentan en el libro, pero de otra manera, de eso me di cuenta mucho después. Pues la memoria, el archivo, el recuerdo y la propia ficción hacen lo suyo, Ese dispositivo funcionó tanto para las fotografías como para las historias puestas de otra forma en los pies de página.
-¿Cómo ves a Chile actualmente?
-Difícil pregunta, en tiempos tan álgidos y de revuelta pública. Creo que desde el estallido social hasta el plebiscito hay una fuerza telúrica de un Chile que ya no quiere migajas, de un Chile que se agotó del modelo económico y social que dejó la dictadura y que luego los gobiernos de la Concertación no fueron capaces de desmantelar. El Chile que veo es el de la calle, el que requiere transformaciones profundas, el que desea un cambio de relato, y cambio de los actores que armaron la narrativa de la transición durante 30 años y que, el mismo pueblo, las multitudes terminaron por evidenciar, sepultar esa entelequia de democracia para las minorías, ¿un contrasentido no? La democracia liberal dice que es para las grandes mayorías, eso se dice, pero no ha sido así.
-Si te dijeran: «Juan Pablo, puedes tomarte un café con alguien», ¿con quién sería?
-Con mi padre, Luis Roberto, que murió cuando yo tenía 18 años. Este 8 de noviembre recién pasado se cumplieron 35 años de su muerte. Me encantaría hablar con él, es raro pues justo este año tengo la misma edad de mi padre cuando murió. Y luego de superar esa frontera, yo seré de aquí en adelante más viejo que mi padre, aunque sigo teniendo los recuerdos de niño con él. El café sería la oportunidad de solo conversar, quizás ni siquiera hubiese preguntas, para que perder el tiempo en preguntas que ya no importan.
-¿Crees que en el país se está leyendo más y sobre todo a autores chilenos?
-Creo que hay una gran diversidad de autores y muy buenos. He agradecido la insistencia de amigos editores independientes que llevan por mucho tiempo insistiendo en autores chilenos. Los jóvenes están leyendo a jóvenes, y las ferias independientes y regionales me emocionan mucho. Se lee, aunque siempre faltaran políticas públicas que potencien fomento lector, que se multipliquen bibliotecas en el mundo popular, barrial. ¿Cuántas librerías hay en un barrio popular? Ninguna, generalmente ninguna. Todo está centralizado. Creo que falta mucho todavía, aunque valoro lo que se ha realizado en diversas experiencias en bibliotecas regionales y ferias. Más bibliotecas, más librerías, menos Mall.
-¿Qué consejo le darías a los futuros escritores?
-No tengo consejos, pues cada uno se forja sus propios caminos, y esos mismos devenires te van exhibiendo los fracasos y los deseos, los momentos de Epifanía que te constituirán. Quizás en un momento la propia escritura será la mejor consejera. Hay muchas formas de habitar la escritura y es un camino que no acaba nunca. Para mí la escritura es un oficio, ni mejor ni peor que otro, y que he vivido ejerciéndolo, lo que, si tengo claro, es que la escritura me ha salvado de mí mismo.
-¿Qué se viene para Juan Pablo Sutherland?
-Nueva novela para el 2021 en Alquimia ediciones, texto que en este momento está en pleno proceso. Contento con este inicio luego de Papelucho gay en dictadura que nos fue muy bien, feliz por el amplio marco de lectores. Novela que es parte de una trilogía que comenzó con Papelucho gay que continúa con dos textos, el nuevo viene ya el 2021. Y trabajo además en la reedición de Nación Marica con Perros Románticos 2021.