Klara y el sol es la primera novela que Kazuo Ishiguro publica después de ser galardonado con el Premio Nobel de literatura. En esta nueva entrega, la brillantez del autor británico se mantiene, reconfirmando la pluma de alto vuelo a las que nos tiene acostumbrados.
Anclándose en el género de la ciencia ficción, Ishiguro ofrece una novela distópica que no resulta ajena a su contexto social. En tiempos pandémicos en los que el mundo dejó de parecernos reconocible, hallamos un guiño hacia la incertidumbre con la que habitamos en nuestro día a día. En estas páginas no hay lugares comunes, tampoco está el disparate retórico que busca nublar, más bien hay una posible realidad futura que no nos resulta extraña y a ratos la podemos ver como un espejo.
Klara es una inteligencia artificial que están vendiendo en una galería comercial. Mientras espera que alguna familia la compré y la llevé para su casa, contempla la realidad tras el escaparte, deteniendo su mirada en nubes, mendigos y peleas entre taxistas que parecieran no tener razón de ser. Su energía vital es el Sol (así en mayúsculas), por lo mismo, necesita estar una cierta cantidad de horas expuesta a rayos que en la tienda donde es exhibida no siempre logra alcanzar.
Lo que se ofrece de Klara son sus servicios como niñera. Como la tecnología avanza sin que nos demos cuenta, ya no es el último modelo en su tipo, por ende, están empezando a aparecer nuevos productos que la van convirtiendo en una robot anacrónica. Pese a ello, Josie -una niña con graves problemas de salud- la lleva hasta su casa y la convierte en su confidente.
Hay un momento en que la novela se quiebra, todas las ideas que nos habíamos armado en relación a supuestos se despedazan, y la trama nos gambetea sin saber hacia dónde va a doblar.
Ishiguro nos entrega una novela extraordinaria que lo sigue elevando como uno de los mejores escritores contemporáneos. En estos días de esperas que parecen eternas, nos vislumbra – a través de la narrativa- una hipótesis sobre las formas en que las tecnologías crecen y las nostalgias por lo humano son parte de cada día.