Por Andrea Calvo Cruz
Hay cosas de las que no se habla. Se evitan a toda costa. El solo hecho de pensar en ellas conduce a una terrible invocación de aquello que paraliza, enmudece y provoca un escalofrío necesario de expulsar a solas, en silencio, sin que nadie se entere. Tal es la potencia de los temores atávicos; representación de los miedos más profundos que acechan a la humanidad desde siempre y que se presentan como ráfagas de viento gélido en el inconsciente colectivo, entumeciéndonos una y otra vez de forma inclemente.
En este libro, la escritora Lorena Díaz Meza nos despoja de todo abrigo y nos enfrenta a uno de esos terrores insondables. Lo hace de manera hermosa, brutal, estremecedora y ofreciéndonos algo más que un obra descollante en calidad literaria: nos invita a vivir una cruda travesía que inicia, como si de un rezo se tratase, con el siguiente epígrafe: «¿Cómo se llama a la madre que pierde a su hijo? No hay una palabra para eso».
Es en esta profundidad en la que «La herida abierta» nos introduce en la inhóspita latitud donde moran las que han sufrido la muerte de un hijo, no existiendo espantamales válido o mantra psicomágico que funcione contra el dolor, la culpa, la ausencia, lo compartido, lo arrebatado y otros tantos carices con los que la escritora nos enrostra esta dimensión desconsolada, avasalladora. En el «pueblo que no se nombra», las mujeres se organizan y acompañan; se desafían o celan; luchan o claudican; maldicen la autocompasión o escrudiñan cada centímetro de lo observable para encontrar algo que pueda aliviarlas aunque sea transitoriamente y, como sea, todas —desde sus entrañas yermas— sostienen el sufrimiento y sus aciagas manifestaciones, haciéndonos parte de su calvario al escoltarlas mientras «arrastran los pies buscando a tientas al hijo perdido, al pedazo de carne que les dejó la herida abierta».
La obra, una micronovela consistente en setenta y tres microrrelatos —ante tal número, es imposible no preguntarse: ¿casualidad? ¿sincronía?— posee una estructura fragmentaria; cada uno de los textos se construye como ángulo independiente para narrar este universo, dotándolo de imágenes vívidas —a ratos sosegadas y en otras vociferantes— que aportan a lo que Lorena Díaz Meza logra componer, con maestría y belleza, como una impecable, profunda, sincera y fundamental sinfonía de duelos, angustias y, en última instancia, de redención.
ANDREA CALVO CRUZ (1981, Santiago de Chile)
Escritora. Participó en los Talleres Literarios ERGO SUM, dirigidos por Pía Barros y Gabriela Aguilera (2018 – 2022). Integrante del Colectivo REM (Red de Escritoras de Microficción, internacional)
Ha publicado [Medular] (2019, Ediciones Sherezade), Larvados (2022, Editorial Asterión) y participado en diversas antologías de cuentos y microficción, además de Libros Objeto. Ganadora de la Beca de Creación en las convocatorias 2020 y 2022 y de la Línea Fomento a la Industria (2022), para la publicación de libro único del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio (Gobierno de Chile)