Domingo, Enero 12, 2025
InicioColaboracionesLa mujer de colores

La mujer de colores

Por FG

 

Con sus pinceles y telas crea un ambiente perfecto para invitarnos a un nuevo escenario. A Paco le gusta The Beatles, ama cantar fuerte las canciones del álbum Blanco y siente que es parecido a John Lennon cuando tenía el pelo corto, pero en versión chilena. Sus ojos son cafés. Posee una sonrisa débil y manos grandes. Su personalidad es distinta a la de los demás. Es más bien introvertido, de pocas amistades y no habla mucho en público. Cuando tiene que iniciar alguna conversación, se siente incómodo, algo triste y nervioso.

Vive en un departamento pasado a olor de pinturas y a cigarro. Pero él, en una pieza aislada inventa nuevas formas para pintar con mucha pasión retratos y paisajes. Se interna en un mundo de fantasía, se acuerda de su niñez. De chico era más callado que el resto de sus compañeros de colegio, pero tenía dos amigos, el Pato y el Julio que lo acompañaban en todas sus aventuras. Recuerda las pichangas del pasaje, esas locas jugadas a la pelota. Se ríe de ese recuerdo mientras fuma su primer cigarro del día. Tiene tatuado un pincel en su brazo derecho. Siempre quiso ser pintor, pero tuvo que estudiar una carrera tradicional en Valparaíso para luego seguir con sus sueños. Sacó la carrera justo a tiempo para comenzar a trabajar. Le iba bastante bien siendo abogado penal. Pero se dio cuenta, a sus 34 años, que no podía seguir engañándose y comenzó a tomar clases. Quería ser un pintor. Esto era lo que lo llenaba y no estar sentado leyendo textos encerrado en una oficina precaria.

Fuma mucho, sobre todo cuando está nervioso o con ansiedad. Ahí se toma un ansiolítico que le recetaba Rita, su psiquiatra, cuando se enfrentaba a momentos cruciales de su vida, como al dar exámenes en su época universitaria o llevando casos en los juicios penales. Con una dosis quedaba bien. «Estás como tuna», se decía.

No le gusta hablar de ciertos temas, como la paternidad o de su futuro artístico. Le carga conversar de esos asuntos con sus padres.  Pero como no quiere hacer un tormento de aquello, sonríe (como siempre) y mira para otro lado, dejando siempre los problemas para otra ocasión.

Un día se encontró en un café con  «la mujer de colores». Cuando Paco la vio por primera vez quedó  loco. La llamó así porque nunca supo su nombre. Pensó que era la mujer más hermosa que había visto. Creía que con ella podría ser feliz por el resto de su vida. Pero solo se lo imaginaba, estaba muy nervioso para ir a hablarle. Ella vestía de distintos colores en medio de un invierno triste, nunca habría imaginado que una persona pudiera usar prendas tan llamativas. Él, en cambio,llevaba ropa de color gris y unos guantes negros sin dedos.

Una tarde, Paco volvió al café, se sentó y pidió un cortado con una medialuna. Ella estaba allí. Mientras esperaba el pedido comenzó a escribir en una libreta que suponía ser de cuero teñido de color café oscuro, casi llegando al negro. Sus hojas eran bien blancas. Miró el entorno del lugar y se dio cuenta que era bonito, con fotografías de artistas internacionales como Fellini, Marilyn Monroe y Picasso. Las paredes eran verdes oscuras. Todo era perfecto. Pero no estaba concentrado. Miraba de reojo a la mujer de colores mientras tarareaba «Woman» de John Lennon. Se imaginaba estando con ella, compartiendo un té, teniendo una conversación amena. Pero no.

Ella tenía unos ojos cafés enormes, una nariz algo aguileña y una sonrisa Pepsodent. Su vestido era verde, su chaleco azul, botas y sombrero rojo y cartera amarilla. Se la imaginaba en su departamento, en su pieza y pintándola con una copa de vino blanco. La pintaría como la ve ahora, con esas ropas que le quedan un poco grandes, daba lo mismo. Los colores serían  importantes, pero era ella  la que destacaría en su espacio, en su mente, en su corazón. En ese momento sacudió su cabeza y comenzó a dibujarla en su libreta. Levantó la vista para mirarla, pero se había ido. Prendió un cigarro sintiendo que ese momento era eterno. Pensó que esa mujer era perfecta. Se quedó con esa imagen y regresó a su departamento.

Para no olvidarla pescó un lienzo gigante y la dibujó. Se pasó toda la noche pintando, ensuciándose con los óleos, fumando como si se acabara el mundo. Al amanecer, su pieza estaba llena de ceniceros copados con colillas de cigarros y sobre el piso, cubierto por papeles de diario para no mancharlo, descansaba un gran lienzo de la mujer de colores presente con el mar de fondo acompañándola.

RELATED ARTICLES

1 COMENTARIO

  1. Malo el cuento, el personaje está mal trabajado, incoherente. Aparte mal escrito y muy plano, sin sorpresa, predecible. Le falta mucho a FG.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

- Advertisment -

MÁS POPULARES