La ventana abierta
Por Ricardo Maldonado
Al observar la pena de un aposento,
quedan los vivos recuerdos, de un sentimiento,
que raspa cada tanto, quédate en mi relato
quédate, no te saltes del tejado.
Algo sabía mi gata, que en su agonía
hasta el perro que le ladraba en el patio
esa noche, solo se quedó esperando,
sin estar ladrando.
Aquel verano, que te cuidé entre suplicas,
y la dócil esperanza del llanto decía
que no era vano, que nada era vano,
y que no me durmiera con esa ventana abierta,
porque aquello ocasionaría que contigo
llevases tu presencia y última luminiscencia.