Desde pequeño Len ha apreciado el arte en su totalidad, retomando siempre el vínculo con la poesía en la que nos cuenta que su arte lo ayuda a desarrollar proyectos como es el caso de documentales. Tuvimos la oportunidad de conversar con él, sobre sus relatos y vivencias con Nicanor Parra, de cómo fue trabajar con Mauricio Redolés, (ojo que su documental «Redolés, Las hebras de un poeta», ya se encuentra en Ondamedia) y de qué se viene este año. Con ustedes Len López.
-Cuéntanos desde cuándo tu amor por lo audiovisual y las letras
-Creo que en los dos casos podría remontarlo a recuerdos de infancia. Un amigo muy cercano de mi papá hizo un registro de mi familia cuando yo tenía alrededor de dos y tres años. Mis papás se separaron a los pocos años después, entonces lo que más recuerdo fue haber visto ese trabajo al poco tiempo de la separación. Para mí claramente adquirió un valor distinto, sobre todo porque justamente transmitía lo que significaba una familia, tenía música y un trabajo de edición interesante con las fotografías. Verlo era melancolía pura. Me imagino que alguien cercano se deshizo de eso, porque antes de cumplir 8 años ya había desaparecido. El amor por lo audiovisual probablemente surgió ahí, ya que, en tales circunstancias, me fue fácil entender que ese «video» –lo teníamos en vhs-, era un ser, algo que había que tratar con cuidado, y que tenía poderes tremendos.
Lo de las letras se remonta a lo oral. Algunos fines de semana me quedaba con mis abuelos, y en ciertas ocasiones dormí con mi nené, normalmente con mi tata, pero cuando era muy chico él aún no dejaba de tomar, y a veces llegaba curado, entonces, ahí, dormía con ella. En esas noches, ya acostados, todo apagado y en silencio, improvisaba historias, historias que se alargaban, mientras mi nené al principio atenta, luego ya casi dormida, escuchaba. Había algo íntimo ahí, porque pese que no eran historias autobiográficas, sino más bien inventadas, en el fondo sí lo eran, o al menos así yo lo sentía. No sé si mi nené percibía eso, pero cada movimiento o giro era importante, el juego con la verdad y la revelación estaban allí… lo que uno podría llamar «hacer trampa», o quizá, como dicen, «pasar gato por liebre», que es propio del quehacer literario y artístico en general. De todas maneras, era sorprendente darme cuenta de eso mientras lo hacía. El uso de la imaginación siempre tiene que ver con uno, lo que no quita, sin embargo, que al ser también memoria o basarse en ella, tiene su vínculo espontáneo con lo colectivo.
-Cuál es el vínculo que tienes con la poesía
El vínculo que tengo, concretamente, es que siempre vuelvo a ella. Me ha servido para desarrollar proyectos o incluso ser la base de ellos, como, por ejemplo, en el caso del corto Los Dos Compadres. Escribí y recité bastantes poemas entre los 17 y los 27 años, pero no he logrado hacer un libro que me satisfaga. Me salen poemas de vez en cuando, pero pocos. Ya más grande, comencé a realizar talleres de poesía, generalmente orientados a «grupos populares», vecinos de carne y hueso con motivaciones literarias, trabajando sobre todo con poesía chilena y desde una línea de presentación literaria-social, yo diría que rayando en lo sociológico. También originé en la villa donde vivo el primer concurso literario para los vecinos. Creo que de muchas maneras podría considerar la poesía como parte de mi identidad, pese que no figuro dentro del mundo literario propiamente tal. En mi opinión, en relación a la pregunta, la poesía es en sí el vínculo, aunque uno pudiera sospechar que muchos poetas profesionales olvidaran eso. No hablo sobre el contenido de sus obras, me refiero a la actividad de los poetas en la construcción de comunidad. Hay un desaliento muy grande en ese sentido, que sin lugar a dudas tiene de trasfondo un desencanto con las posibilidades de articulación social.
-¿Nos puedes contar de tus trabajos audiovisuales?
-Lo audiovisual lo conecto sobre todo con el patrimonio cultural, la memoria, lo artístico, y la construcción comunitaria. En líneas generales, mis trabajos nacen de coordenadas donde se encuentran estos temas. Esta orientación emergió a partir de los principios de una asociación cultural que fundé el año 2013, Ars Vitae, que buscaba generar el encuentro colectivo en torno al arte, restaurar el imaginario cultural chileno, y fomentar la creación artística. La ONG hoy está inactiva, pero, en relación a lo audiovisual, me permitió ir definiendo un camino… fue un alero para desarrollar mis primeros trabajos. Así surgieron los trabajos en homenaje a Parra el 2014, que, explorando diferentes géneros, buscaban animar a la gente sobre las celebraciones de su centenario y darle mayor colectividad a su imagen. Si los ves, te darás cuentas que, excepto por el corto Los dos compadres –que fue el último trabajo y en donde se armó un equipo más profesional, siendo mi «debut» como director individual- no hay mucho refinamiento técnico, dado que ninguno de los realizadores nos podíamos tildar de audiovisuales. Yo había tenido una experiencia en cuarto medio junto a mis amigos del colegio, un documental llamado Apuntes Callejeros, cuya edición corrió por parte del rector del colegio, Jorge Moutafian, que graciosamente nos estimuló con la idea de lanzarnos a hacer entrevistas sobre preguntas existenciales. De todas formas, estas experiencias me permitieron comenzar con la dirección, la escritura de guiones, y la edición como autodidacta, además de la base profesional como sociólogo, que por supuesto, influye siempre en mi foco. Luego, resumiendo el resto, vino el largometraje documental Redolés. Las hebras de un poeta (extracto), y Pomaire estrellado. Música, alfarería y patrimonio en greda pa loza (trailer), en donde pude trabajar en el caso del primero, con la memoria y el sonido, y en el caso del segundo, con el sonido y la protección patrimonial, muy relacionada con la construcción de comunidad… Actualmente estoy terminando un documental que integra todos los intereses que he descrito al comienzo, incluyendo también la investigación social más seria, y en el cual he enfatizado una edición con un estilo cíclico, guiado por temáticas que estructuran el sentido del trabajo y por una forma relacionada con el ejercicio de hacer memoria. El género que más le he dedicado tiempo es el documental.
-¿Cómo te sentiste que Nicanor Parra haya visto Los dos compadres y que supieras que le gustó?
Bueno, lo vimos y lo celebramos juntos. Nicanor Parra, mi amigo Francisco Ovalle y yo. Me invitó a su casa para ver el trabajo –antes le había dejado una carta contándole sobre el corto, cómo se gestó, y el equipo que participó en él-, y comprendí desde el principio de la cita que su entusiasmo era patente. Atravesando el umbral de su puerta nos espetó: «Buen día compadre Juancho», a lo que respondí, «Buen día compadre Lucho», y seguimos con un par de versos más, imagínate. Fue bastante expresivo al verlo, sobre todo en los momentos más inesperados del corto, que justamente eran aquellos donde se notaba más el trabajo de adaptación. Recuerdo que le causo gracia, por ejemplo, que el compadre Juancho estuviera meando mientras respondía las preguntas de incredulidad del compadre Lucho. Se río con cierta picardía y sorpresa, parecido a un niño. Cuando terminó el corto aplaudió. Recuerdo también que ya casi al final del encuentro, que se extendió por 5 horas, hicimos un brindis por el corto y dijo que era un buen trabajo. Entremedio hubo humitas, bailoteos, anécdotas, etc., que nos quedan en la memoria. Bertoni escribió que Parra era muchas cosas favoritas para él (filósofo, maestro, poeta, etc.), y bueno, compartiendo ese sentir, fue algo mágico poder haber vivido momentos significativos con él, espiritualmente podría decir que fue un gran descanso. Además, el que le haya gustado fue una validación para un trabajo grupal importante, donde participaron bastantes personas y en tiempo record, por ejemplo, Bernabé Vilches en la dirección de fotografía hizo un trabajo espléndido, como también Daniel Martínez, que fue capaz como productor y asistente de dirección, de orquestar al colectivo.
-También has participado en antologías poéticas, ¿qué tal esas experiencias
-Bien, en ambas quedé conforme con lo publicado. Las antologías respectivas son 5×5 y algo más (2006), de la editorial Alquimia, mientras estudié literatura por un año y medio en la UDP, y Armas para matar el hambre (2014), de la Editorial Moda y Pueblo, mientras estuve en el taller homónimo de Diego Ramírez.
-¿Qué significa demostrar el arte a través de imágenes?
-Bueno, creo que hay que tener en cuenta que las imágenes en lo audiovisual tienen el poder de situarte de forma inmediata en «escena», es una interpelación más directa que con, por ejemplo, la poesía, que es más abierta, más receptiva, sigue tu ritmo más que tú seguir el ritmo de ella. Lo audiovisual lo veo como algo más envolvente, te extranjeriza en cierto modo, para luego volverte cercano, en un juego cuyos sentidos dependen de cada realizador. No sé si es posible “demostrar” el arte a través de imágenes, porque uno se guía al fin y al cabo por emociones, no por sentencias o principios inamovibles; más bien se condensan ciertas experiencias y recursos produciendo un efecto particular de veracidad, que, viéndolo así, es algo que todas las artes producen. Para mí, el desafío es imaginar, explorar, investigar, localizar y retratar mediante recursos audiovisuales, las aperturas, aquellas «zonas sensibles» en términos abstractos, donde se expresan las potencias creadoras que son de mi interés, sean del orden de cosas que sean… Las formas de lograr esto, entendiendo que la intuición es muy importante en el proceso de realización de una obra, así como el inconsciente, son infinitas; pero justamente por ello, de lo que se trata es creer, hacer creer o reactivar la creencia para quienes vean los trabajos, que es la propia realidad la que se está expresando a través de las imágenes, de las secuencias, del documental, etc., como si nos encontráramos con portales místicos, que nos muestran los caminos, los puentes y los peligros del terreno que nos circunda. Para mí como realizador, todo el oficio deviene de respetar esto, de descubrir el lenguaje particular de esa realidad que uno invocó. Es un proceso que puede ser muy lento, ya que las imágenes y sus relaciones con otros elementos de la realización, en cuanto ya editadas y partes de una obra, deben «demostrar por sí mismas» para aquellos que las aprecien, que tienen su propio sentido y existencia, sus propias defensas y misterios, como los símbolos de un oráculo… no te lo dicen todo, ni es estricta su asociación, ya que hay cosas que sólo uno puede descubrir. Mi trabajo de dirección es ser un canal, lo que no quiere decir que no haya investigación previa, guiones imaginarios, guiones técnicos, pauta de entrevistas, x pruebas de edición, etcétera, ya que justamente uno va en busca de aquello que no conoce.
-Cuéntanos sobre el trabajo que hiciste con Redolés
-Con Mauricio he hecho un par de trabajos, y ha sido un referente importante en mi vida. Surgió como invitación de Mauricio a que hiciera un registro de su concierto conmemorativo de sus 40 años como artista, en la excárcel de Valparaíso hoy convertida en Centro Cultural, ya que fue en esa cárcel, siendo preso político, el año 75, que dio su primer recital. El objetivo era realizar un video corto de 20 minutos máximo, pero la cantidad de material me dio pie para hacer aparte un largo. En términos generales el documental Redolés, las hebras de un poeta (2015, 70 minutos), para mí expresa cómo un artista tan grande como Redolés, es capaz de transformar experiencias adversas y violentas de vida, en algo genuino, artístico, lúcido y colectivo a la vez, en cuanto es un caso ejemplar de superación de condiciones políticas y sociales que afectaron terriblemente a gran parte de los chilenos. Sin embargo, es un documental centrado en la memoria y los entrecruzamientos entre reflexiones sobre los temas que están ligados a ésta, y ciertas canciones del concierto, en donde, como dice Martín Farías, en su libro Ruidos-Imágenes-Voces. El documental musical en el Chile postdictadura (editorial Palimpsesto, 2019), «lo verdaderamente relevante parece ser el material con el que está hecho el poeta». Su estructura de edición es bastante estable: es cíclica, sin embargo, basada en 3 capítulos centrales, donde cada uno de ellos entreteje dos historias que cruzan toda la película.
-Si tuvieras que retratar la vida de algún escritor, poeta, dramaturgo chileno o internacional, ¿a quién escoges?
-Enrique Lihn.
-¿Alguna novedad para este 2021?
Sí, para abril de este año estamos programando estrenar el documental en el que he estado más tiempo involucrado dirigiendo y editando (más de dos años y medio), Huellas de barrio: 50 años de la Villa Santa Carolina, producido por Stefanía Daroch y apoyado por la Junta de Vecinos de la Villa Santa Carolina de Macul. Como decía antes, en este documental se integran casi todos mis grandes intereses. Dado que falta aún un par de meses para su estreno, sólo puedo decir en cuanto a contenidos, que es un trabajo que utilicé técnicas investigativas de memoria local, entre otras, para retratar la participación social y cultural de una villa de clase media, ubicada en la comuna de Macul, con un claro énfasis en la construcción de comunidad a través del tiempo. Tiene temáticas de contingencia y otras que abarcan procesos sociales más extensos, en relación a ejes elementales que ayudan a caracterizar este barrio, que tiene algunas características sui generis. Para mayor información pueden visitar el Facebook Documental Villa Santa Carolina.
Con ustedes un poema que Len escribió en homenaje a Nicanor Parra unos meses después de su muerte:
HOLA, SOY UN CUADERNO DE PARRA
Estoy perdido, no encuentro el camino
busco el paso de la antipoesía pero estoy perdido.
Últimamente ya no sé ni del Soto
que a buenas penas me dejó tira´o
en baúles que ya ni siquiera marcan la hora.
Dicen que soy un fugitivo, un reconocido traidor de las buenas costumbres
un desalmado tirano de mi agonía
recaído en rabietas, entero enteramente rayado.
Sin pelos en las hojas te diré que todo eso es falso
mi secreto para tanta chimuchina es el siguiente:
No sólo estoy perdido… ¡Vivo extraviado!
¡Qué alguien venga a encontrarme!
No sólo he dejado la ambición,
también el sueño, la sombra
¡LA VIDA!
Ya está bueno tanto raciocinio desautorizado
¡Es hora de empezar a cuadrarse con el silencio!
Más pronto de lo que piensan me iré volando.
Menos mal que en este país corre harto viento.