Para Lorena la literatura es un estilo de vida que adoptó hace ya mucho tiempo. Hoy presenta Pulsión de Tinta, un libro editado bajo Queltehue Ediciones, obra que conmueve al lector con la esperanza de sus palabras. Te invitamos a leer esta entrevista en que nos cuenta el proceso creativo del libro, la magia del concepto de «microcuentos», entre otras cosas. Con ustedes, Lorena.
—Cuéntanos de ti y cómo fue trabajar con Queltehue Ediciones.
—Soy Lorena Díaz Meza, escritora, editora y monitora de talleres literarios. Dirijo una editorial independiente. Soy casada y madre de una niña y un niño. La literatura me acompaña en todo lo que hago, es más que mi trabajo, es un estilo de vida que adopté hace ya muchos años.
Trabajar con Queltehue fue un gusto, un descubrimiento y un aprendizaje. Conozco a Joaquín desde antes que existiera Queltehue, sé su pasión por los libros y por hacer las cosas bien. Cuando me propuso publicar fue una grata sorpresa. Me siento agradecida de pertenecer a su catálogo.
—¿Cómo fue el proceso creativo del libro?
—Durante algún tiempo, convertí mis reflexiones en torno a ser o no ser escritora, en microficciones que iba guardando en distintos cuadernos, libretas, carpetas del computador. Cierto día, conversando con una amiga sobre literatura, metaficción y otras letras, le conté sobre esto. Me pidió leerlos. «Pero acá hay un libro», me dijo. Quizás hasta ahí no lo había visto.
Fue entonces que comencé a ver ese manojo de palabras e historias como algo más. Comencé a darle forma, a plantearme la línea que quería que siguiera ese flujo de ideas respecto a la escritura. A darle un hilo conductor. Me di cuenta entonces que faltaban textos, que sobraban otros. Y que la fuerza de la obra estaba en “mis otras”, estaba en la “pulsión de tinta” que me empujaba a continuar escribiendo. Y así, nació Pulsión de tinta.
—¿Cómo te nacen tus microcuentos?
—Como toda creación (imagino), cada texto tiene distintas vertientes. La mayoría nace de pulsiones que me hacen eco dentro, en la carne, en los huesos. Historias que me llegan de distintas maneras: en una conversación, en una imagen, en un recuerdo, en una escena en la calle, etc. Esas pulsiones comienzan a ocupar un espacio en mí y no me «liberan» hasta que las escribo, hasta que las saco. Historias generosas que me adoptan, que me eligen para que las escriba. Son las que me motivan a investigar, a estudiar, las que me quitan el sueño, las que me hacen probar una y otra vez. Son las historias que aparecen en la mayoría de mis libros.
En otras oportunidades me pongo retos, me obligo a salir de mi zona de confort y probar con nuevos estilos, nuevas técnicas. No sé si estos micros tienen mucha vida, son más bien ejercicios de escritura. Son aquellos que nacen y se quedan ahí quietitos en un cajón, sin molestar a nadie. A lo mucho, alguno sale al mundo en alguna antología o publicación pequeña.
También están los micros que nacen por pedido (de una editorial, una revista, etc.). Muchas veces estos tienen algunas características previas asignadas. Escribir sobre una temática, o con una extensión determinada de palabras, o dentro de un plazo impuesto. Son microficciones que me exigen «cabeza», me obligan a conectar lo racional con lo emocional a todo motor. Me hace unir lo que me pulsa, con lo que solicitan. Y eso siempre es un desafío, porque en ese equilibrio debo encontrar calidad. Son textos atrevidos que se saben esperados.
—¿Cuál es la magia de tus microcuentos?
—No sé si tienen magia o no. Yo creo que lo mejor de escribir es que puedo volver a ciertas personas, a ciertas historias varias veces. Puedo «revivir» hechos que me mueven cosas dentro. Que me deshielan de la realidad.
Veo más clara la magia que produce dentro de mí lo que leo. Cómo eso que otro escribió me habita, me estremece, me provoca.
—¿Qué tiene de diferente este libro Pulsión de Tinta con los otros?
—Si pudiera definirlo, Pulsión de tinta sería «Mirar hacia adentro, redescubrir (me)». Siempre he escrito narrativa: cuentos, microficción, una que otra novela (que están en eterno reposo), y casi siempre las historias que aparecen ahí son de afuera, de otros. En este caso, el libro habla de las historias que me laten dentro. Y no es un libro totalmente autorreferencial. Es ficción, pero dentro de esa ficción hay mucho de mí, hay mucha reflexión en torno al gesto de escribir, al acto de crear con las palabras, a quién soy, a la escritora que me habita.
La herida abierta, el libro previo a este menciona ciertos pasajes familiares, hace alusión al linaje femenino. En ese libro está el aliento de las que vinieron antes que yo. Con las temáticas, con las historias de La herida abierta honro a las mujeres de mi familia y mis afectos. Con Pulsión de tinta, (me di cuenta hace algunas semanas, recién, gracias a una amiga) que me honro yo. Que honro y le doy el espacio que se merece, que valoro y reconozco, que me reconcilio con la escritora que soy.
—¿Para quién escribes?
—Para quien desee leerme. Con esta pregunta recuerdo lo que dice Pía Barros; la diferencia entre «para» y «porK. Ella señala que mientras el «para» hace referencia a una finalidad, a un resultado concreto, el «por» alude a un impulso, a una necesidad que no siempre trae resultados concretos. Creo que escribo «por». Escribo porque es mi forma de comunicarme, de relacionarme con otros. Escribo porque es lo que me gusta hacer, lo que me ayuda a transitar el mundo, lo que me motiva, lo que me impulsa.
Me gusta la idea de que alguien pueda llegar a leerme (eso es un privilegio), y cuando pienso en eso, me motiva y me hace sentido con mi ideología, con mis creencias, escribir con un lenguaje, simple que pueda entrar en todos, que no sea excluyente.
—Este libro es especial, mágico, ¿qué elementos tiene para hacerlo cómo es?
—Honestidad. Creo que ese libro me muestra como soy: mi humor, miedos, reflexiones, contradicciones.
—¿Dónde podemos encontrar tu libro?
—En librerías, en Buscalibre, o directamente en la página de Editorial Queltehue. Ellos tienen toda la información ahí.
—Un consejo para los que recién están comenzando a escribir microcuentos.
—Que lean. Que lean mucho. Que lean poesía, narrativa, que lean microficción. Que se nutran de los cultores del género.
Que participen de talleres literarios o de grupos donde puedan ser escuchados y retroalimentados.
Que escriban y que no se desanimen ante la crítica.