«Cuánto aguanta un niño» es uno de los temas que componen el segundo álbum solista de Jorge González, publicado en 1994. Allí expresa una cruda visión de la niñez. Sin contemplaciones, González abre la puerta a la rabia e invita a grito limpio a «mirarse en los espejos». La sensación que queda entonces es que «el futuro se fue», frase que remite a otro tema y al nombre del escogido para bautizar el álbum.
Los niños no lloran está marcado de principio a fin por esa sensación. Salvo algún pequeño viso de esperanza en un par de relatos, para los personajes parece no haber salidas ni mucho menos un futuro. El presente es el descargo de un pasado traumático y determinante que pocas veces entrega una vía de escape.
Ocho cuentos componen este volumen de Patricio Hurtado Lobos, de profesión ingeniero, pero ligado desde hace años a la escritura por medio de talleres literarios y publicaciones en medios independientes. Los niños no lloran es su primera obra y viene antecedida por la Beca de Creación del Fondo del Libro entregada por el Mincap.
Un denominador común que cruza los personajes creados por Patricio Hurtado Lobos es su precaria salud mental, la gran mayoría, si no todos, cargan con un hecho del pasado que explota para hacer un ajuste de cuentas con la vida presente: un taxista que arregla las suyas con su padre, una muchacha que encara a su violador, un niño «de calle» que quiere hacer justicia castigando a su abusador.
Y es que el abuso y la violencia son parte de esa realidad sucia donde se encuentran atrapados los personajes. Una realidad dura, donde las salidas que se ofrecen van por el camino de la droga, el alcohol o el delito que sirve a un doble fin, subsistir y reafirmar una autoestima dañada severamente.
El Sandro, la Karen, el Panda, la Joy, la Fabiola, el Kevin, son todos niños que de alguna manera «se han vuelto de piedra» en las calles de una capital que ofrece más sombras que luces. A ellos se suman adultos, no menos prisioneros de sus delirios, una mujer que se pierde en un plan mental, un voyerista que espía la vida privada de personas mirando sus teléfonos, otra mujer que en plena pandemia deviene en justiciera contra los poderosos y corruptos.
Patricio Hurtado Lobos ha creado en Los niños no lloran una galería de personajes heridos a los que las circunstancias les han arrebatado cruelmente la posibilidad de ver el lado luminoso de las cosas. El autor se pasea con soltura por distintos registros emotivos que van del humor a la rabia, dejando en el camino cualquier tipo de consideración. Como diría González, son «sus propios padres y madres».
Los niños no lloran es un libro que no pasa de las 100 páginas, de lectura rápida gracias a la fluida escritura que el autor le imprime, sin embargo aquella simpleza contrasta con lo profundo de las reflexiones que pueden obtenerse en cada cuento. Una buena ambientación nos permite deambular por las noches de la ciudad o asistir a un funeral narco en el que la música de fondo y las ráfagas de balas atraviesan el silencio.
La sensación de que «el futuro se fue» es real, pero queda la pequeña esperanza de que pueda romperse el círculo, ya sea a través de la música, un plan muy bien urdido que deje sin posibilidad de reacción o simplemente a la suerte de una prenda que sea depositaria de un simple gesto de amor.
Los niños no lloran, Patricio Hurtado Lobos (Simplemente Editores, 2023)
Interesante, ya quiero leerlo.
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