Desde Boston, María Soledad Del Villar Tagle nos cuenta que lleva unos años viviendo en Estados Unidos donde estudió un máster y ahora un doctorado. Conversamos acerca de su primer libro llamado Las asistentes sociales de la Vicaría de la Solidaridad y, entre otras cosas, también sobre la docencia, las editoriales independientes y el feminismo que ella observa en Chile.
-Cuéntanos sobre ti, lo que estás haciendo
–Soy profesora y magister en Historia. Actualmente vivo en Boston, EE.UU. Me vine hace algunos años a hacer un máster en Teología y continué hacia el doctorado. Esto en Boston College. Así que gran parte de mi tiempo lo dedico a estudiar. Ahora con las cuarentenas todas las otras actividades se han reducido bastante.
-Eres profesora, ¿cuál ha sido el recuerdo más importante de tu labor docente?
–¡Uf… tengo muchos! Me encanta enseñar y creo que ser profesora es lo que más me define. Es muy gratificante cuando lo que enseñas le abre los ojos a otra persona y le permite ver el mundo con una mirada más amplia y compleja. Creo que enseñando tanto teología como historia uno tiene esa experiencia de expandir el mundo de otras personas y de ayudarles a ver que las cosas no son blanco y negro, sino que hay complejidad. Una de las experiencias más ricas que he tenido en el último tiempo fue dar un taller de teología feminista a mujeres de todas las edades en Osorno. Pensar juntas nuestro «ser mujeres», y aprender a mirar con ojos críticos la tradición religiosa que hemos heredado, creo que es muy liberador. Algo positivo de este tiempo de pandemia ha sido poder dar clases y talleres por Zoom a gente en distintas partes de Chile solo con un click. Eso me ha maravillado, ha sido uno de los regalos de este tiempo difícil.
-Actualmente vives en Boston, Estados Unidos, ¿cómo ha sido la experiencia?
–Ha sido una experiencia muy enriquecedora. Boston es una ciudad muy diversa, con personas de todas partes del mundo que han llegado acá a estudiar o a buscar nuevas oportunidades. Se echa de menos Chile, dan ganas de estar allá, sobre todo con todo lo que está pasando. Pero también me siento privilegiada de estar acá estudiando y estoy tratando de aprovecharlo lo más posible. Además, ha sido una oportunidad para meterme en otra cultura e intentar entenderla. Me he podido involucrar con las personas que lo pasan más mal en este país: los migrantes, los afroamericanos. Conociendo también el «lado B» de Estados Unidos y tratando de aportar.
-Hace dos años lanzaste tu primer libro llamado Las asistentes sociales de la Vicaría de la Solidaridad. ¿Por qué quisiste entrar en ese tema?
–Soy católica y he trabajado en distintas instituciones de la Iglesia por mucho tiempo. Por lo mismo me empecé a acercar a personas que se habían comprometido en la defensa de los Derechos Humanos desde su fe. Personas que sentían que aquella fe en Jesús los llamaba a ver a todos como hermanos y a trabajar por la dignidad del prójimo.
Cuando empecé a conocer a esas personas y grupos me di cuenta de que la gran mayoría de quienes hacían el trabajo cotidiano en la Vicaría eran mujeres. Ellas escuchaban a las víctimas y sus familiares, organizaban las ollas comunes y talleres de cesantes en las poblaciones, hacían huelgas de hambre y otras actividades públicas. Eran la «primera línea». Y, sin embargo, la historia escrita hasta ahora recordaba principalmente a los varones: los sacerdotes, obispos, abogados famosos del mundo de los derechos humanos. Entonces noté que había un vacío historiográfico, que la historia de las mujeres que habían trabajado en la Vicaría no había sido contada.
-Este libro contiene hechos históricos relevantes a nivel país, ¿fue muy complicado conseguirte entrevistas con las asistentes?
–Gran parte de mi trabajo se basa en los documentos del archivo de la Vicaría de la Solidaridad. Estoy muy agradecida de las personas que trabajan ahí, porque ellas me dieron los contactos que necesitaba para conseguir las entrevistas. Fue harto trabajo, pero no fue complicado. Las asistentes sociales estuvieron en su gran mayoría muy dispuestas a ser entrevistadas.
-¿Qué valoras de este libro?
–Creo que lo que más valoro es el tipo de conversaciones que el libro genera. Investigar y escribir es un proceso muy solitario. Muchas veces uno no sabe si lo que estás haciendo va a servir de algo o no. Entonces, cuando tus escritos se transforman en un libro publicado, te das cuenta de que la historia que cuentas no solo te importa e interesa a ti, sino que le importa e interesa a muchas más personas. Eso es muy gratificante.
En el caso de este libro, sé que muchas profesoras de trabajo social lo dan a leer a sus alumnos. Saber que el libro está influyendo en la formación de nuevas generaciones de trabajadores sociales, y que les está entregando una perspectiva refrescante de su profesión es algo muy valioso. También es un libro en el que las trabajadoras sociales de la Vicaría se han sentido retratadas con justicia. Ha sido como un homenaje a su labor.
Una de las experiencias más emocionantes en torno al libro la viví en La Serena. Cuando presente el libro allá, se me acerco una señora con su copia para que se la firmara. Me contó que su hijo le había regalado el libro para la pascua, y que ella había sido asistente social de la Vicaría en La Serena. ¡Me dieron ganas de pedirle que ella me firmara un libro a mí! Saber que ella se sintió retratada y reconocida en su labor profesional gracias al libro es un regalo.
-El feminismo en Chile está presente por todas partes, ¿cómo ves eso?
–Una de las cosas que me ha dado pena de estar acá en EE.UU. es que no he podido participar tanto como quisiera del movimiento feminista en Chile. Siento que ha sido una gran explosión de dignidad, de sororidad, de verdad. Hemos podido hablar con honestidad de nuestras experiencias de abuso. Hemos podido celebrar nuestra dignidad y belleza.
Hemos podido reclamar por lo que es justo y exigir nuestros derechos. ¡Todo eso es maravilloso! Incluso dentro del mundo católico armamos nuestro propio movimiento feminista, Mujeres-Iglesia… nos hemos aprendido a conocer y mirar con otros ojos. Hemos podido leer nuestra fe y tradición religiosa con ojos de mujeres. Hemos podido desmontar falsas ideas de Dios y formas toxicas de vivir la fe que nos limitan y reducen. ¿Cómo no estar contenta? Las mujeres somos más de la mitad del mundo, por lo mismo, nuestras perspectivas debiesen estar presentes en todas las dimensiones de la vida social. El feminismo nos está ayudando a cuestionar la sociedad y sus injusticias, y a integrar a las mujeres en todos los ámbitos. Yo lo veo como una buena noticia.
-¿Cuál es tu escritor/a favorita?
–¡Qué difícil! Creo que tengo muchos escritores queridos y queridas. Soy más de leer textos de no-ficción. Dentro del mundo de la literatura, sin duda, Gabriela Mistral. Me gusta sobre todo su prosa, sus ensayos. En ellos retrata muy bien a Chile, sus dilemas, sus bajezas y grandezas. Los recomiendo 100%.
-¿Cómo ves la literatura nacional?
–Me interesa mucho lo que se escribe en Chile. Cada vez que voy me traigo varios libros. Últimamente he estado siguiendo muy de cerca de autores mapuche. Creo que ahí hay una voz que no ha sido escuchada en el país y que ha encontrado su espacio en la literatura, la crónica, la poesía y la historia. Creo que cada vez hay más espacio para voces distintas y eso es muy bueno. Quizás no en las grandes editoriales, pero veo que en los últimos años han emergido muchas editoriales independientes en donde hay más espacio para publicar. También me gusta todo el movimiento en torno a la ilustración, a relatos para niños y adultos que incluyen la imagen y no solo la palabra. Se pueden decir cosas muy profundas con un par de palabras y una ilustración interesante. Esa combinación de imagen y palabra me encanta.
-¿Dónde podemos encontrar tu libro?
–Mi libro está en todas las grandes librerías de Chile, en donde vendan libros de la Editorial de la Universidad Alberto Hurtado. También se puede comprar por internet. En formato físico la encuentras en Busca Libre y en las librerías que venden por internet. Está también en formato digital para Kindle, de Amazon.