Entre 1996 y 1998 Mario Levrero escribió mensualmente la columna Irrupciones en la revista Posdata. Durante muchos años la totalidad de estas crónicas estuvieron perdidas, hasta que en una primera instancia Criatura editora logró reunirlas y darle la tan esperada forma de un libro. Estos ejemplares circularon solo en en el país oriental, quedando el secreto uruguayo mejor guardado en la entrañable sabiduría de sus cuatro paredes.
La editorial Montacerdos -tomando la posta de Criatura- ha decidido publicar en dos tomos la totalidad de estos textos. Pese a que los escritos -al igual que toda la obra de Levrero- no tengan una relación temática, poseen un desorden lógico en el que hallamos las principales obsesiones del autor.
Las irrupciones se consideran -de manera errónea- una parte menor en la producción de Levrero. Lo que en algún momento se presentó como un absoluto, con el paso del tiempo fue desacreditado, pues el trabajo periodístico del que se tuvo un silencioso primer acercamiento, pasó con el correr de los años a ser una pieza fundamental en su producción literaria, funcionando (cadencia y honestidad mediante) como una piedra angular que le da una vuelta de tuerca a los escritos periodísticos de su generación.
Los textos que están presentes en las irrupciones presentan una matriz híbrida en la que nada está quieto. Por un lado, hallamos escritos delirante que están atravesados por una imaginación desbordada (similar a la Trilogía involuntaria o al cuento «La máquina de pensar en Gladys»), sin embargo, en otros relatos está la cotidianidad llevado a su extremo, desde las rutinas y los paseos habituales por esa quietud irresoluta en donde nada parece suceder.
Dos tomos que es urgente y necesario leer, pues no sólo está el mejor y más desconocido Levrero, también porque hay una intención por desvirtuar el periodismo y abrir un neo-genero que ya comienza a generar corrientes y herederos.