Facundo es un profesor de literatura japonesa que de un momento a otro es golpeado por la muerte de su padre. Un hecho tan atroz como inesperado (no tiene relación con su progenitor desde el suicidio de su madre), lo muestra vulnerable e indefenso ante una vida que se resquebraja en sus contornos y formas.
Todos sus centros se desmoronan, la felicidad se le extravía y se convierte en un explorador de abismos. Ante su apocalipsis diario, opta por refugiarse en la literatura de Yasunari Kawabata, el icónico autor nipón que fue galardonado con el Premio Nobel de literatura en 1968.
Intentando recordar momentos del pasado y de su madre, decide ir a pasearse por los funerales de gente que no conoce. Va hasta Chacarita y se queda allí, escuchando, observando, mimetizándose entre desconocidos para encontrar una huella de lo que alguna vez tuvo.
Se va hasta Japón (con una beca que le otorga la universidad para escribir un artículo) y recorre todos los sitios por los que Kawabata alguna vez anduvo. En textos como El aceite va comparando vidas y estableciendo lazos, construyéndose el libro como una «autobiografía» espejo -a dos caras- que busca hablar de un yo a través de un otro.
Se han escrito muchos libros sobre Yukio Mishima. Hay múltiples biografías y ensayos (incluido un texto de Margarite Yourcenaur) que documentan su vida y obra, hay un roce entre escritura, lectura y físico culturismo que suele llamar la atención. Sin embargo, es sumamente curioso que sobre el otro genio de la literatura nipona, Yasunari Kawabata, se haya escrito tan poco. No hay un equilibrio entre discípulo y maestro, más bien hay una exclusión de la que Miguel Sardegna no quiso seguir siendo parte.