Por primera vez el escritor nacional, Nicolás Poblete, realizó un libro de poesía llamado Swimming The witch, obra escrita en inglés y que fue editado bajo Cuarto Propio. Es un libro llamativo, intenso y que atrapa. Te dejamos invitados a leer la entrevista a Nicolás Poblete.
—¿Cómo te sentiste al realizar tu primer libro de poesía?
—Es curioso, porque poesía fue lo primero que empecé a escribir, en el colegio. Esa cosa medio ingenua, medio confesional, catártica. En este caso fue una extensión de mi novela Dame pan y llámame perro, que se dirigió hacia un formato más poético, aunque los poemas son bien narrativos. Fue un experimento para probar los límites formales que designan algunos géneros. Una traducción de estéticas; un proceso bien creativo para mí.
—¿Cómo fue el proceso creativo de Swimming the Witch?
—De pronto, los personajes de la madre y la hija de Dame pan y llámame perro escaparon de su posición subalterna y cobraron voces más protagónicas. En la novela las secciones narradas por Clara, la protagonista, son más líricas y contrastan con las versiones del abanico de voces que pueblan la novela, que están en un registro más oral, coloquial. Pero el proceso fue creativo, como dices, porque hay muchos poemas que surgen de imágenes que no están en la novela y llevan a estas dos mujeres a perfilarse mucho más nítidamente como brujas, cosa que en la novela es solo una sugerencia.
—¿Qué quisiste explorar en este libro?
—Siempre estoy explorando personajes que circulan por los contornos del poder; personajes laterales, cuyo poder es subjetivo o difícil de evaluar. Aquí, quise explorar la relación entre dos mujeres, madre e hija, que llevan a cabo rituales asociados a prácticas de brujería. Y más allá de lo temático, quise experimentar con el traspaso de un género a otro y ver cómo se destilaban las imágenes para condensarlas metafóricamente, intentando respetar la economía que demanda la poesía.
—¿Cómo fue editar bajo Cuarto Propio?
—Creo que ninguna otra editorial habría aceptado un proyecto tan estrambótico como este, partiendo porque es un libro en inglés y que, por eso mismo, ya reconoce una reducción del posible público lector. Pero, como siempre, fue genial sentir ese respeto por la creación y poder tener tanta libertad en el armazón del volumen: desde la hermosa portada, que incluye una foto de Julia Toro, hasta los textos que lo acompañan: el blurb que, aún no me lo puedo creer, fue escrito por la poeta norteamericana Mary Crow, y la introducción de Paola Ehrmantraut, directora del programa de estudios de género en la Universidad de St. Thomas, Minneapolis.
—¿Cuál es la importancia de este libro de poesía?
—Es una importancia relativa. Es importante para mí, desde luego, pero quizá, a mi muy minoritario modo, es mi propia pancarta política, porque posiciona como protagonista a una figura que ha sido un blanco predilecto de discriminación, persecución, tortura, muerte, inimaginable crueldad…
—Lo religioso, la maternidad y los animales son temas recurrentes en tus poemas, ¿cuál es la cercanía que tienes tú con esos temas?
—Sí, lo religioso lo vemos en la pugna que existe entre la madre y la hija. Ambas representan los polos creyente-no creyente, aunque la postura ingenua de Clara es puesta en evidencia, frente a una realidad implacable. En ese sentido, la maternidad de la madre de Clara es bien dura, crítica y necesaria. Diversos animales forman parte del imaginario de las brujas y se cargan de simbolismo, por ejemplo, los cerdos y la creencia de que las brujas tienen el poder de transformar a los hombres en cerdos. Soy un biólogo frustrado y mi cercanía con las especies que rondan por el libro es muy fuerte.
—¿Cuál es la relación con «la bruja»?
—Un libro que encontré hace años (Witches, de Tracy Borman) comienza con la pregunta: ¿Qué es un/a brujo/a? Esta fascinante pregunta tiene muchas respuestas. Una forma de responderla es repasando la historia. La religión ha sido el discurso que ha acompañado la persecución de las brujas, partiendo (aunque también antes) por el legado del rey King James (VI de Escocia y I de Inglaterra), quien escribió su infame Demonología (1597), donde propugna la persecución de lo que denomina «brujas». Este es el mismo rey que, unos pocos años después, encargó la traducción al inglés de la biblia, que es la versión más popularizada. Podría decirse que King James I es el editor de la biblia más conocida y citada, a la vez que el autor de un estigma tremendo. Así, hay un fatídico nexo entre religión y segregación. Pero las brujas son transversales y, hoy, cubren un espectro amplio. En el caso del libro, dos mujeres viviendo solas, independientes y autosuficientes, aunque sean madre e hija, las transforma en brujas para los ojos suspicaces de una comunidad muy prejuiciosa, muy primitiva.
—¿Cómo describes tu poesía?
—Los poemas de Swimming the witch se caracterizan por presentar escenas cotidianas que llegan a transformarse en ritos, a veces, con tintes sobrenaturales. Las imágenes son muy orgánicas, hasta gráficas, y cuando intervienen las voces de «los personajes», destacan sus propios idiolectos, y el ritmo tiende a lo narrativo.
—¿Por qué en inglés?
—El inglés no es mi lengua materna, por lo tanto, este experimento es bien atrevido, pero un amigo, que es poeta, me citó a Huidobro y su comentario sobre lo importante de escribir en otra lengua. Esto suena hiper pretencioso, aunque es realmente una anécdota. Hay muchas expresiones coloquiales, mucha idiosincrasia chilena que resulta increíble intentar traducir, entonces hay un trabajo de inmersión cultural a través del lenguaje, que a mí me gusta mucho. También, muchas de las cosas que las voces dicen en los poemas me surgieron directamente en inglés. Es bonito explorar ese tipo de creatividad…
—¿Qué significa el olor para ti en tus poemas?
—El olfato es un sentido muy enigmático y especialmente subjetivo. Hay olores que no percibimos, o que unos perciben menos que otros; olores que nos desagradan, pero que a otros pueden fascinar, etc. Entonces, como el contexto aquí es sumamente animalesco, el sentido del olfato es prioritario. En un momento Clara piensa en su boca como un hocico, y genera un radar olfativo, como un perro. Hay muchos cuerpos aquí que circulan en ese espacio liminal, y huelen instintivamente su entorno. Una cosa que recuerdo de bien chico es la advertencia de no mostrar miedo frente a un perro; en el imaginario cultural existe la creencia de que los perros pueden oler el miedo. Son percepciones de otro orden…