Cuando pensamos en las aventuras de los exploradores lo solemos hacer mediante los coloridos mecanismos de la imaginación y el sueño, más que con la fría literalidad de los informes científicos. Una frialdad blanca, podríamos decir, que corresponde con el objeto de la travesía en la que se embarca el escritor Óscar Barrientos Bradasic, quien bebe de múltiples mitos, historias, mapas, canciones, series, películas y referencias varias para contarnos cómo se ha representado la Antártica desde la Antigüedad hasta el día de hoy, uniendo a esta miríada de fuentes su propia experiencia, en un viaje en barco que lo acerca al Polo Sur de la Tierra.
En revista Lector conversamos con Oscar Barrientos Bradasic sobre Cuaderno antártico, un libro híbrido que funciona también como una inagotable fuente de recomendaciones y lecturas.
—Estamos frente a un cuaderno de apuntes que busca decodificar parte de una región o un lugar extraviado como la Antártica. La literatura como una forma de posicionar a la provincia.
—El lugar donde yo habito se denomina Magallanes y Antártica Chilena. En este caso más que una región como entidad geopolítica se trata de un espacio que ha acumulado significados desde épocas inmemoriales. La antártica es un continente teorético, es decir fue imaginado antes que descubierto, ya que en las cartas náuticas se hablaba en el pasado de la Terra Australis Ignota. Se creía que en los polos existían seres monstruosos, muchos de ellos sacados de los bestiarios de Plinio El Viejo. Cuando viajé al continente blanco llevaba conmigo alguna información sobre los portulanos, las teorías de Erastótenes de Cirene y Aristóteles, la sátira de Hall y textos tan desmesurados como el del argentino Jiménez Biosca que imaginaba que un gran dirigible se llevaría a Buenos Aires hasta la antártica para salvarlo de la guerra inminente. De esta manera, concibo este libro como una travesía desde las lecturas de la antigüedad, la literatura de autores como Verne, Poe o Coloane, las fabulaciones, el paso de las grandes expediciones y por supuesto, toda esa pequeña biblioteca que viajaba en mí cuando me embarqué rumbo al continente blanco. Expediciones como las de Scott o Shackleton llevaban marcadas a fuego el sino de la catástrofe al ingresar en el imperio de los hielos eternos, por ello todo el que navega por esas aguas probablemente restituye ese viejo pacto del hombre con lo desconocido. Ese contraste persistente entre lo fabulado y lo experiencial es un motivo recurrente en toda aproximación literaria y este libro no escapa a ello. Más que posicionar la provincia, Cuaderno antártico intenta proponer un subjetivo en torno a un continente que ha concitado interés desde épocas muy pretéritas y que seguimos descubriendo.
—El libro tiene referencias a narradores, poetas y cineastas. Me parece que también se puede valorar como una intensa y diversa guía de cultura.
—Como no soy historiador ni investigador naval, concibo esto desde la mirada de un escritor, es decir, como una obra literaria. No es una novela, sino un diario de viaje, un relato testimonial, una crónica y un ensayo. Gabriela Mistral compara a la antártica con un arcángel por la maravillosa y excéntrica hermosura de su naturaleza geográfica, planetaria y telúrica. Dice textualmente «Sé que el arcángel no es helado, pero la nieve también brilla y también quema como el arcángel». En su anverso esa belleza blanca inconmensurable, las catedrales de hielos y el gélido mar meridional fue leído por autores como Lovecraft o Poe (aunque jamás hayan viajado hasta esos lugares) como sitios tenebrosos donde revivían los miedos más primordiales e incluso los monstruos de un mundo antiguo y olvidado. En la Antártica el delirio y la fascinación se unieron en matrimonio, parafraseando a Blake. Quizás es la página en blanco donde convive lo más sublime y lo más desgarrador, ya que se hallaba referenciada no solo en la cultura europea, sino también en la cosmovisión maorí y china. Pero a su vez, todo ese bagaje confirma que su monumentalidad se resiste a ser nombrada o bautizada. En el libro reseño episodios donde personajes sórdidos de nuestra historia como Augusto Pinochet intentaron estampar su nombre y el de sus adláteres en la toponimia y la borrasca tachó su tentativa como una neblina histórica. Quiero decir que mi viaje también es un encuentro con la mitología, con la historia, con la cultura pop, con las expediciones antárticas chilenas de finales de los cuarenta, con naufragios y vendavales, con verdaderos ficcionautas como Benjamin Morrell o personalidades que debiesen ser recordadas con más énfasis como el piloto Luis Pardo Villalón, desde la figura de la hazaña y también Oscar Pinochet de la Barra, desde la diplomacia.
—Es interesante que hayas construido tu nuevo texto desde la concepción del diario de apuntes. ¿Por qué te inclinaste por este género? ¿Eres lector de diarios?¿Cuáles nos podrías recomendar?
—Tengo una vieja pasión por las bitácoras y diarios de navegación como género y en particular ciertos libros que escapan a toda catalogación como El viaje sedentario del mexicano Gonzalo Celorio. En este caso, cuando me embarqué en el contexto de la residencia A, a bordo del Ocean Nova, sabía que mi cuaderno estaba con las hojas tan blancas como la nieve que rodeaba por doquier mi visualidad. Allí estaba la enorme invitación a convertirse en un escribano de esa travesía inolvidable. Probablemente, estas residencias quizás también homenajeaban al proyecto de los gobiernos radicales (del 38 al 52) de incluir la mirada del arte y la cultura como discursos que generan pertenencia y conciencia de la conservación, partiendo por el enorme gesto desarrollista del presidente Pedro Aguirre Cerda que a través del Decreto Supremo N° 1.747 estableció que el Territorio Chileno Antártico estaba formado por todas las tierras, islas, islotes, arrecifes y glaciares, y además conocidos y por conocerse, y el mar territorial respectivo que se encontraran dentro de la zona delimitada por los meridianos 53º y 90º de longitud oeste. Creo que mi viaje a la Antártica fue acceder a un inagotable diccionario de símbolos, aquellos que revela esa geografía casi inefable. De ello, aparecieron algunos artículos que presenté en congresos y publicaciones, un cuento que obtuvo el Premio Iberoamericano Julio Cortázar titulado “Quillas como espadas” y el libro que nos convoca. Me alegra además que en mi territorio hayan surgido otros artistas magallánicos que desde sus distintas disciplinas se empaparon de estos viajes como el dúo Lluvia ácida, Andrea Araneda, Marcela Alcaíno y Mauricio Valencia que es quien ilustra la portada, entre muchos otros.
—El libro tiene citas, notas aclaratorias, entradas históricas y fotos. Me parece que también se puede leer como un ensayo, y no tan solo como una crónica, cuaderno o diario.
—Quería que el libro tuviese una itinerancia por diferentes construcciones culturales y textuales, más o menos emulando la poética de la aventura náutica por glaciares, mares picados y lugares tan emblemáticos como el mar de Drake o el cabo de Hornos. Eso lo traduzco como transitar desde la bien o mal llamada cultura académica hasta alusiones que tienen que ver con el cine o el comic. Allí puede entrar desde Piteas de Marsella, Piri Reis o Briusov hasta las imágenes de Chilly Willy o la escena de los héroes de Watchmen aterrizando forzosamente sobre una plataforma de hielo.
—¿Cómo ha sido la recepción de tu obra literaria en la región de Magallanes?
—Hasta ahora muy buena, pese a que no he podido lanzar oficialmente el libro en Punta Arenas. Espero hacerlo pronto. Siento que es un libro profundamente territorial. Me alegra que en general sus páginas acerquen la Antártica a quien se sumerja en la lectura de este viaje.
—Pasaste de publicar del círculo de las editoriales independientes a una multinacional como lo es Planeta. ¿Cómo se vive este proceso? ¿Modifica en algo la praxis narrativa del autor?
—Creo que Planeta desarrolla una actividad muy importante publicando autores originarios de diversas partes del territorio, en el marco de un diseño editorial que ha contribuido a completar y enriquecer la idea de país. Estoy agradecido del sólido trabajo que han realizado con mi libro. Ahora, la escritura misma, para mí, es el oficio cardinal, la labor (junto con la docencia universitaria) que energiza y dinamiza mis días. La literatura, en este caso, la ejerzo con pasión y vértigo, sentimientos que afloran siempre con respecto a lo que amamos. Lo único en que se modifica la praxis es que a medida que se avanza en el trabajo literario, aumenta cierto sentido de la responsabilidad. El resto, es la necesidad de seguir escribiendo, tomar riesgos, combatir la inercia espiritual.
—¿Cómo es ser un escritor de provincia? ¿Cuál es el posicionamiento político-cultural que tiene?
—No me siento un escritor de provincia, pero sí un autor territorial. Sé que puede parecer una disquisición semántica o una precisión demasiado quisquillosa. Lo que pasa es que la palabra “provincia” me suena un poco nostálgica de una época extraviada y el vocablo “región” lo siento como una expresión algo compasiva. Creo que hoy existen autores de enorme interés que desarrollan su labor escritural en espacios lejanos del centro metropolitano como Antofagasta, Vicuña, Arica, San Antonio, Chiloé o Valdivia. Igual viajamos a Santiago e intercambiamos visiones con nuestros colegas y viceversa. Es sano y deseable para el país ampliar el canon, comprender la dimensión de las literaturas territoriales.
—Nómbrame películas que hayan marcado tu escritura.
—Son muchas las películas que me han marcado, pero en el imperativo de responder tu pregunta : Undeground de Emir Kusturica , Santa Sangre de Alejandro Jodorowsky, La vida de los otros de Florian Henckel von Donnersmarck, El sueño de Alexandría de Tarsem Singh, Diálogo de exiliados de Raúl Ruiz, Fresa y chocolate de Tomás Gutiérrez Alea, El infierno de Luis Estrada. También series de netflix como El Marginal o Boys.
—¿En qué te encuentras trabajando actualmente?
—Siempre estoy escribiendo y de manera especial, leyendo clásicos y también a mis contemporáneos. Tengo casi terminado un libro de cuentos, una novela, unas crónicas y el germen de algo que podría asociarse a una obra dramática. El tiempo y esa señora de cambios lentos a la que llaman realidad dirán qué destino tendrán. Si mi literatura logra conmover o quizás hasta divertir a un lector ocasional, el viaje habrá tenido un sentido. Además, muy pronto saldrá un cómic ilustrado por Mirko Vukasovic y del cual soy el guionista titulado La balada de Cambiaso.