Pudimos conversar con Pablo Maire (Talca, 1975), acerca del vínculo de su trabajo visual y plástico con su obra poética, el libro Poesía reunida publicado recientemente por la editorial Al Otro Lado, de cómo ha sido para él la experiencia de vivir en distintos países, de sus inspiraciones artísticas y de otras cosas muy interesantes. Te dejamos invitados a leer la entrevista a Pablo.
—Eres artista visual, te has dedicado a la escultura, la pintura, la fotografía y el grabado, ¿qué significa para ti la poesía?
—Para mí el arte es la posibilidad de crear una naturaleza distinta de las cosas. Podría decirte, entonces, que la poesía es el oficio perfecto para decir aquello que aún no tiene forma o no se ha dicho. Ahora mismo recuerdo la frase de Lautrémont acerca de una metáfora; «bello como el encuentro fortuito, sobre una mesa de disección, de una máquina de coser y un paraguas». Esa reunión de elementos que no tienen relación, pero todas juntas arman una idea de mundo, es excitante. Lo más iluso para hacerlo lo más real. Eso es lo que se me viene a la cabeza. «Quizás la poesía no es definible; no sea más que un momento sagrado donde el hombre muere».
—¿Qué vínculos hay entre tu obra visual y tu obra poética?
—Mucha. La obra visual y poética está atravesada por el deseo, la muerte, lo monstruoso, el homoerotismo. Digamos que dejé de escribir para esculpir y cuando dejé de pintar lo hice para escribir, de modo tal que todo está estrechamente vinculado. Lo que podía fotografiar lo podía poetizar. De hecho, quienes conocen ambas vertientes creativas pueden hallar la recurrencia en el lenguaje, en lo que digo y con la misma fuerza. Quizás toda mi obra enhebra la misma letra. Por lo tanto, no constituye un drama para mí ir transitando, al contrario, creo que me funciona como un mecanismo de trabajo donde me aíslo de una expresión para ir a otra y así tener más agudeza en lo que se dice de modo más simple.
—Has vivido en varios países como México, Perú y Francia, ¿cómo ha sido esta experiencia? ¿Ha influido en tu arte?
—Mayoritariamente mi cuerpo de trabajo lo he desarrollado en Perú y México. Mi corta estancia en París no me fue del todo grata. Latinoamérica ofrece tantas paradojas que es inevitable verter ese dominio en la obra. Imagínate que viví en Lima frente al mar, y constantemente frente a mi ventana aparecían focas muertas, delfines, pájaros marinos, hasta pingüinos que con los días apestaban. Aprovechaba sus cráneos y elaboraba piezas escultóricas. O en México, cuando me arrestaron durante 8 días en Tijuana por estar «ilegal» y conviví con la tragedia de migrantes provenientes de Centroamérica, con ese terrible sueño americano, eran arrestados para luego ser deportados a sus países. Es imposible abstraerse de aquello y no hacer arte. Entonces, ¿cómo frente a ese entorno no voy a ser influenciable?
—Los poemarios que reúne esta edición de la editorial Al Otro Lado fueron publicados en el 2010, ¿cómo fue el proceso de reedición, volver a estos poemas y por qué te hizo sentido hacerlo ahora?
—Me hizo mucha ilusión la invitación que me hiciera Jorge Yacoman, mi editor, para realizar una publicación que reuniera mis tres poemarios. Los había leído y me hizo la propuesta de armar una edición con ellos, lo que me sedujo, pues desde el 2011 no publicaba nada. Derrota, que era un libro que venía masticando hace 10 años, vio por fin la posibilidad de dar a luz. En el proceso fuimos editando el libro de manera conjunta, un trabajo en equipo. Me gustaba la idea que fuera en tamaño bolsillo y eso permitiera publicar un libro muy accequible para todes. Eso me forzó a volver a textos que no leía hace más de una década. A veces sentía leer a un autor desconocido que me daba sorpresas. La complicidad en esta edición con Jorge fue absoluta y estoy muy agradecido por ello.
—En breves palabras, ¿cómo definirías cada poemario?
—Difícil pregunta, pero podría decirte que Escribí estos versos de Espalda es un conversatorio con Vallejo, Ombligos con Whitman, Rimbaud y Derrota con Lihn, Cernuda y T.S.Elliot.
—¿Cuál es la importancia del cuerpo en Poesía Reunida?
—El cuerpo es la recurrencia, de él se viene y a él se llega. De hecho, en general mi obra visual es figurativa, porque aún siento que es el cuerpo el principal recipiente de todo acontecimiento. Un cuerpo ES un suceso trascendente. En él se manifiesta lo político, el castigo, la liberación, el exterminio, la violencia. Mucho ha recibido el cuerpo durante milenios como para ignorarlo.
—¿En qué te inspiras a la hora de escribir? ¿Tienes poetas que te hayan marcado? ¿Te nutres de otras artes?
—En poesía son otras escrituras las que terminan expirando en mi poética. Demás está decir cómo influyó en mí César Vallejo. Me resulta absolutamente inevitable sentirme atraído a escribir al leer tamaña poesía. Pero en las artes visuales me cobijo en torno a otros colegas de ese ámbito. En las artes visuales se me agolpan nombres como Goya, Bacon, Rembrandt o Kate Kollwitz, por nombrar.
—¿Seguirás escribiendo poesía o tienes poemas guardados que tengas pensado publicar?
—Es muy probable que piense la posibilidad de escribir luego de 10 años.
—¿Cómo ves el futuro del arte tomando en cuenta el fuerte impacto de la actual pandemia?
—La situación es más crítica que antes de la pandemia. Que vienen mejores oportunidades, esas son huevadas. La pobreza aumentó a niveles extremos, la desnutrición, y un largo listado de contras, especialmente para la gente más vulnerable y desplazada de este planeta. Eso sí, estoy muy muy entusiasmado con el inicio del fin del neoliberalismo en Chile y todo lo que implica. Sacarnos la sarna heredada del asqueroso Pinochet me otorga un mínimo de optimismo. La construcción de un nuevo territorio es posible y en eso el arte juega un rol fundamental.