Una vez más la editorial Laurel vuelve a presentarnos una escritora perdida que debíamos conocer en esta parte del globo. La norteamericana Paula Fox (reconocida en el mundo de la literatura infantil), publicó pocos libros para adultos, todos después de los cuarenta años, construyendo un mazo literario que se perdía entre las cuatro paredes de los pequeños círculos. Pese a lo tardío de este rescate, debemos leerla con urgencia, pues se erige como una de las grandes publicaciones en lo que va de este distópico año.
El autor de Libertad, Jonathan Franzen, estaba pasando una temporada en Saratoga Springs cuando en la biblioteca del lugar encontró Personajes desesperados. Fue el comienzo de esa lectura, inesperada y azarosa, lo que cambiaría para siempre la vida de Fox y las lecturas de Franzen. La autora que llevaba una vida apacible en Nueva York, de un momento a otro se ve enfrentada a una fama literaria que hasta ese momento desconocía. En un par de años se reeditó toda su obra, siendo aclamada por autores de la talla de David Foster Wallace y Lionel Trilling.
Un matrimonio de mediana edad que vive sin apuros económicos (y que bajo una conceptualización materialista de la vida lo tiene absolutamente todo), se ve perturbado por la aparición de un gato callejero. Lo que podría resultar un incidente aislado y anodino, termina siendo un motor que cambiaría su vida para siempre, atrapándose en un lugar en donde las intrigas no dejan nunca de sucederse. La pareja conformada por un abogado y una traductora, que vive en fiestas de reputados artistas e intelectuales, pierde el eje ante este felino de la calle, atrapándose en perturbaciones que ponen de cabeza todas sus concepciones de la cultura y el mundo que los rodea.
Personajes desesperados es un texto distinto y atrevido que ha envejecido de la mejor forma posible. Lo que se ve en una primera instancia como un acto literal (la figura de un gato entrando a un lugar) es visto con el correr de las páginas como un proceso simbólico en el que cultura y poder económico dialogan y se complementan. En esta novela se desarma la mirada burguesa del arte, se va contra el estatus quo, poniendo en jaque las reglas de lo decimonónico, entendiéndose toda creación como un lugar sin reglas en el cual debe primar el riesgo y la experimentación.