(Selección de Obituario de Andrés Gallardo, próximo a reeditarse por Ediciones Overol)
El insondable oriente 1: La certeza
Inclinado sobre el azadón, Chang Li Hwo soñaría con bienestares cuando lo despertaron unos gritos desgarrados. Miró alrededor. No vio a nadie. Volvió a su trabajo. Los gritos se oyeron de nuevo, como un eco. Chang Li Hwo dejó su trabajo. Puso atención. Los gritos no cesaban. Chang Li Hwo se dirigió, entonces, al pozo. De las profundidades salía un grito de viejo que imploraba socorro. Chang Li Hwo dijo en voz alta “mi padre no lloraría como una mujer histérica” y volvió a su trabajo. A los pocos días, el hedor obligó a sellar el pozo inútil.
Últimas palabras 10: El convenio
Don Avelino Azócar y doña Manena Cárcamo no fueron la pareja ideal propiamente dicha, pero se entendían lo más bien, sobre todo en ciertas cosas, como, por ejemplo, la planificación de la posteridad. Constantemente, don Avelino le decía a doña Manena “recuerda que si yo muero primero vas a anotar mis últimas palabras” y doña Manena, invariablemente, le respondía “de acuerdo, pero si yo me voy primero vas a anotar tú las últimas palabras mías” y ambos se aseguraban a dúo “en eso quedamos”.
El hecho de que don Avelino y doña Manena hayan muerto en un confuso accidente automovilístico es otra historia; es un hecho casi trivial, un hecho, en el peor de los casos, policial y no se trata de señalar culpables. El cementerio de Catillo hace mera justicia al consignar sus últimas palabras en la lápida de la colorida tumba unifamiliar:
EN ESO QUEDAMOS.