Domingo, Septiembre 8, 2024
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«Precoz», un vínculo siniestro y hermoso

Foto: Pexels.com

 

«No te enseñan a ser madre». «Los hijos no vienen con manual de instrucciones». Consignas majaderas y expiatorias entonadas en modo anecdótico, que de alguna forma intentan camuflar el lado oscuro de la maternidad. Pero el realmente oscuro, no ese «lado B» que juega a ser políticamente incorrecto pero que solo unifica un eco universal de situaciones aceptadas socialmente con un tinte de queja graciosa, que están años luz de la verdadera oscuridad del ser madre.

Esa que ni las palabras se atreven a nombrar, porque no existen lugar que las resista. Pensar(se) fuera de lo «correcto» aterra en un comienzo. El arquetipo materno detiene cualquier intento de sabotaje. Sin embargo, los pensamientos «anti maternales» rumean fuerte y constante.  La retirada es una batalla perdida. Reconocerlos es la confirmación que responden a sentires reales. Ya no sirve hacernos las «locas».

Imagino preparando el desayuno a los hijes y saludarlos con un «hasta cuando dependerán de mi» o darles las buenas noches acompañadas de «por su culpa no pude tener la vida que soñaba». O tal vez un abrazo apretado a la entrada del colegio, seguido de «que feliz soy liberándome de ustedes». Suena negro, pero no falso. Inadecuado pero liberador. Pronunciar esas palabras nos asegura un lugar en la hoguera de las malas madres. Y sabemos que hay lugar para todas. ¿Pero de que depende incinerarnos o salvarnos?

De la culpa. Esa sensación interna permanente de haber hecho algo malo, de ser mala persona, de hacer daño a los demás, de haber infringido alguna ley, principio ético o norma, todo esto aplicable al guion de la experiencia maternal.

Por cierto; guion construido por el principio, que de la madre solo afloran sentimientos de amor, cuidado y ternura.  Firmamos contrato indefinido para ese rodaje.

Pero la protagonista de Precoz renuncia aquel contrato. En la novela de la escritora argentina Ariana Harwicz, esta madre quebranta todas las normas sociales en cuanto a crianza respecta, permitiéndose en aquel acto sobrevivir junto a su hijo. Deambula por la maternidad guiada por la pulsión, logrando acallar el deber ser y hacer rugir el querer ser.

Sin duda necesitamos despojarnos de la maternidad romántica, esa de revista. Liberarnos desde su oscuridad. Hacerla hablar. Desobedecer la luz que silencia. Aceptar en palabras de Harwicz que «la maternidad es el vínculo más siniestro y hermoso».

Alejandra Herrera
Alejandra Herrera
Alejandra Herrera (1981). Psicopedagoga, Mg en Neurociencias aplicadas a la Educación y especialista en Estudios de Género. Se ha desempeñado en espacios educativos públicos y privados. Ha cursado diversos talleres de escritura feminista. Desde que conoció el sonido de las letras, no dejo de nombrarlas ni registrarlas. Siempre pone en palabras lo que ronda en su mente.
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