Por María Nieves Rico
Con el rabillo del ojo y con la emoción en el frente
Miranda Montealegre Barros, pedagoga y escritora de cuentos para niñes, nos invita en este, su primer libro de microcuentos publicado por Editorial Sherezade, a mirar De reojo.
La lectura de estos microcuentos muestra que la mirada de reojo de Miranda no es una mirada furtiva, no indica disimulo, recelo, sospecha o simple curiosidad. Es una mirada atractiva, inteligente, con brillo en los ojos, que está acompañada de la intensión de descubrir junto con ella códigos de amor y desamor, de sobrevivencia y de muerte, pero nunca de resignación.
Miranda reconoce y valora su gran alcurnia sin dejar de ser ella misma. Y con ella podemos otear su linaje escritural: Barros, Montealegre; Montealegre, Barros. En el epígrafe cuenta, sin disimulo:
«Mi infancia estuvo llena de letras y cuentos para dormir.
Pilas de libros y recortes de revistas decoraban la casa.
… Cuando algunos menospreciaron, al saber de mis padres escritores, creí poner al juego un punto final, pero con los años, se sumó otro, arriba de él: todavía hay relatos por escribir»
Felicidad
Mi padre tararea el comienzo de una canción mientras camina a su cuarto.
Mi madre, dirigiéndose a la cocina, continúa el tarareo.
Yo, en medio de ambos, disfruto la canción completa
Miranda nos invita a observar las infancias, queriéndolas, sin siquiera volver la cabeza, con el rabillo del ojo, atisbando sueños y dolores, y con toda la intención de no ser sorprendidos en la acción.
Juguete casero
El niño jugaba con las pelotas, las rodaba por su cuerpo y rostro; las lamía, dándoles mordiscos. Su ropa y cara se pintaron de rojo.
El padre sonreía.
¿Cómo decirle que no se juega con la cena, si las albóndigas son tan divertidas?
Miranda nos conduce a atisbar la sexualidad en variadas expresiones, y construye un horizonte de libertad íntima que no por eso aminora angustias o deja de plantear decisiones. Con ella nos acercamos a esa “otra” y particular sexualidad.
Descubrirse
A ella le gusta ir a los juegos de la plaza. Corre, se desliza una y otra vez por el tobogán y finalmente, no hay cómo sacarla del sube y baja.
Es que en este juego no solo siente cosquillas en el estómago.
Cuando sube, aprieta entre sus muslos la madera, choca suavemente su vientre contra sus manos que se afirman de la abrazadera para no caer. Se desliza en un vaivén hacia atrás y baja, espera unos segundos para calmar el cosquilleo y se impulsa con los pies contra el piso, para volver a elevarse.
Intempestivamente quiere bajarse. Se avergüenza, teme. …después de un rato, le pregunta a su madre:
—¿Podemos venir a jugar de nuevo mañana?
Los textos nos invitan a avizorar nuestro tiempo, a indagar en los bordes y desbordes a los que nos enfrentó la pandemia del COVID-19. Nos guía en la búsqueda de alguna respuesta, desde distintas miradas, a la pregunta ¿Cuál es la forma de nuestro presente? Nos permite tocar con la punta de los dedos y de nuestras pestañas historias que no son ficción.
Decepción
La observa mientras dirige la reunión y no la reconoce.
Si bien los ojos con los que se encantó eran los mismos, la sonrisa amplia que había imaginado, la que iluminaba sus más oscuros pensamientos, no era tal.
Sin la mascarilla, sus labios no eran carnosos ni sus dientes blancos. Es más, los tenía chuecos y le faltaba alguno. Sin la mascarilla, la jefa de ventas dejó de ser esa belleza que lo obsesionaba.
Al finalizar la reunión, firmó su carta de renuncia.
Miranda tampoco falta a la cita con la historia de Chile, plena de dulzura remueve emociones y razones mirándose en el espejo o en la foto familiar. Da en la tecla, y esa es coloquialmente -a mi entender-, una de las más importantes características de un microcuento.
Campos de memoria
Mi padre era un hombre de campo.
Pero no araba ni sembraba la tierra. Tampoco criaba animales ni tomaba leche al pie de la vaca.
Sin ser deportista o fan de algún grupo de rock, durmió en el Estadio Nacional. Sin quererlo transitó más de tres meses por el desierto de Atacama. Además de pasar alguna noche en el Estadio Chile.
Mi padre dejó el campo viajando sin voluntad al extranjero. Pero volvió para enseñarme que los campos no son solo donde se siembra y se crían vacas.
Miranda es una escritora feminista, y también una joven de su tiempo, de hoy, que no tiene temor en descubrir en sus microcuentos la propia fragilidad, la vulnerabilidad que nos acompaña a todas las mujeres por más feministas que seamos.
Nos tocan a todas
Abrazando mi cuerpo intenté desaparecer, sentada sobre la taza del baño, escondida entre mis rodillas. Si no veo, no me ven.
Escuché los insultos que él gritaba en el baño de al lado. La oía llorar. El miedo me mantenía atenta.
Leí en la muralla “Si tocan a una, nos tocan a todas” y lloré despacio.
Respuestas en mi teléfono: vamos en camino.
Pateé la puerta. Me fundí en la mirada de ella desde el suelo.
Sentí vergüenza. Nos hicimos cómplices en el último momento, al mismo tiempo que el puñal penetraba también mi abdomen. Tarde.
Hoy seremos dos menos.
Hay en estos relatos una especie de fantasma, sutil sin estridencias, que recorre el sentido común, que lo lleva a romper con las normas hegemónicas y que muchas veces, durante la lectura, nos conduce a sondear en la poética activa que hay detrás de un microcuento.
Miranda también nos alienta, al igual que lo hace con sus alumnes, a afilar la punta del lápiz o limpiar el teclado del computador para escribir. Siempre teniendo en cuenta que los microcuentos nos exigen -como lectores, lectoras- receptividad, apertura a sentir y pensar la sorpresa que contienen y que habilita preguntas más que respuestas.
Como dijo la escritora española Almudena Grandes «Los libros son pan y libertad, el veneno dulce del conocimiento, la alegría temblorosa de las emociones, esperanza donde no la hay». Por eso, les invito a leer, hoy sin mascarillas, de forma individual o juntas este acariciable libro De reojo.
Santiago 1 de octubre de 2022
María Nieves Rico. Antropóloga, feminista y migrante. Consultora internacional en políticas públicas con enfoque de género y derechos humanos. Colectivo feminista ERGO SUM.