«La única estrella que tengo es Retrocometa. Cayó un meteorito en mitad del bosque y allí estaba mi arma, en el claro quemado entre el follaje etéreo, con las leves llamas azules. Las llamas azules a veces sugerían un laberinto y una marca: una muchacha blanca pariente de la luz salió de la geometría. «Te doy a mi hijo Retrocometa: es un basto de plata y cristal cerúleo formado por partes defi nitivamente quebradas, pero que le evitan entre ellas manteniendo la forma»…Así fue que me hice con Él. Cuando su madre se apagó, adquirió sabiduría y sujeto. Nacieron del agujero miles de mariposas verde-agua o calipso. La palabra bendición se calló para siempre. Todas mis enfermedades desaparecieron de súbito. Los hospitales celestes se elevaron entonces hacia el planeta de Urano. Mis llagas de santo tuvieron la posibilidad de abrirse y cerrarse a su eterno arbitrio: eran bocas manifestándose. Los eternos eyaculadores, enterados del milagro, dejaron para siempre la autofelación; hicieron un pequeño santuario que apenas nacido tenía mil eones.
Yo me llamo Lukas Cohen y fui testigo del primer milagro. Retrocometa me pertenece. Él es mi estrella y yo soy la suya».
Retrocometa – Pedro Montealegre
Garceta Ediciones