Jueves, Diciembre 12, 2024
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Rodrigo Muñoz Cazaux: «La literatura se nutre de la sociedad»

Fotos: Archivo del autor

 

Rodrigo ha publicado tres novelas en una trilogía que abarca el misterio y las aventuras.  También lanzó otro libro de cuentos llamado Canciones macabras para aullar a la luna que retrata temas muy actuales de Chile.  El cine y enseñar han sido sus grandes amores y muy importantes en su vida. Te dejamos invitados a leer esta interesante entrevista.

 

—Cuéntanos sobre ti

Soy Rodrigo Muñoz Cazaux, profesor de Lengua y Literatura, Cineasta en rehabilitación (con recaídas ocasionales). Padre de tres hijos adultos, casado hace más de 20 años, hijo y nieto de profesoras.

Tengo publicadas 3 novelas dentro de una trilogía llamada Con sangre en el ojo, las novelas son Curialhué, Huelén y Las Ánimas y son novelas de misterio y aventuras con un toque fantástico ambientadas en el Chile de hoy que mezcla la trama de la novela con algunos hechos históricos recientes.

Hace poco publiqué Canciones macabras para aullar a la luna es un libro híbrido, en el que un grupo de cuentos se mezclan para crear una historia de terror, que habla sobre violencia de género e incluso un poco sobre el estallido de octubre. Estamos trabajando para publicar una novela corta llamada Hiel para el 2021, muy alejada del misterio, la fantasía o el horror, es una novela realista en un entorno contemporáneo que propone más dentro de la forma del texto que en la historia. Ya cuenta con editorial.

Además de cuentos presentes en distintas antologías de varias editoriales. Columnista en e-zines como Revista Oropel y El jardín del pulpo y uno que otro blog quizás algo perdido en el ciberespacio. También hice l edición de un poemario llamado Dicen tiempo al tiempo dicen de Leo Paredes

En cine, figuro como guionista del largometraje chileno-venezolano Suficiente Coraje de 2017 y el largometraje En las afueras de la ciudad del 2012, además de haber sido productor, montajista y mercenario afín en varios otros proyectos.

Tengo tres novelas en el horno, por así decirlo, ahora sin nada de fantasía, pero con el mismo estilo que busca incomodar un poco al lector, además de utilizar mucho simbolismo en la narración que a veces no tiene una explicación directa, pero que prefiero que el lector utilice para construir su propia interpretación de lo que lee.

—¿Siempre quisiste ser escritor?

Si hago memoria, siempre fui un buen lector desde muy niño y también andaba escribiendo historias en hojas sueltas, o dibujando comics que eran copias de lo que leía o veía en la tele o en cine. A pesar de eso, nunca me plantee de niño o incluso hasta de adulto, el tener como meta decir «soy escritor», a pesar de además tener varios de los síntomas previos; gané concursos escolares de cuento y teatro, me publicaban en pasquines escolares y universitarios, de esos que se hacían en fotocopias e incluso en mis primeros años de estudiante de cine casi siempre el guion caía en mis manos.

Escribir, o mejor dicho publicar, fue casi como un accidente; un día comencé a ordenar una serie de notas sueltas sobre guiones que tenía por ahí y vi que tenían cierta relación y que juntos armaban una historia, además que por el cariz de lo que se narraba la sola idea de intentar filmar algo así en Chile sería casi imposible (hay un pánico horrendo a la fantasía y los efectos especiales en el cine chileno). Primero intenté en convertirlo en una novela gráfica, por su cercanía con el lenguaje cinematográfico, área en la que trabajaba en ese entonces, pero como soy pésimo dibujante y no tengo contacto cercano con personas talentosas en esa área, me lancé a narrarla. Al poco tiempo me di cuenta que la historia estaba lista y la envié a un par de editoriales y me sorprendentemente rápido llamaron para publicar. No fue hasta el día del lanzamiento de mi primera novela en la FILSA del 2015 en que me presentaron como escritor que me sorprendí de haber sido llamado de esa forma. Es más, aún no me siento propiamente como escritor, si gente que no conozco me pregunta que hago o que soy, lo primero que digo es que soy profesor.

—¿Qué es lo que más te gusta del cine?

Me gusta la idea de espectáculo colectivo, disfruto mucho las películas, pero lo que más me provoca placer es la sala llena de espectadores. Hay películas que al ser vista por mucha gente a la vez adquieren una energía que al visionarla en solitario no tienen, cuando a veces comento películas con amigos siempre está la variable «la vi en el cine», eso indica que la película tiene de partida un sesgo positivo porque la experiencia es mejor, por lo mismo no me gusta el streaming, lo encuentro un acto egoísta y solitario, que a pesar de la calidad de lo que uno vea, no es suficiente. Además, las salas tienen la capacidad técnica de ensalzar el espectáculo al estar a oscuras, en comodidad y con una pantalla grande que atrapa tu atención.

—¿Cómo fue el proceso creativo, la llegada del público con la trilogía que escribiste?

El proceso creativo parte con una sola pregunta: «¿Qué le gustaría leer a mi esposa?». A ella le gustan las novelas de misterio y lee mucho, cómo tampoco andaba en una cruzada de perseguir la gloria o la fama me enfoqué en escribir algo que le agradase a ella y dio resultado. Como dije antes, estaba ordenando unos escritos previos y vi que juntos tenían sentido y se podían enlazar, al escribir esos enlaces me preocupé de mantener la cuota de misterio que le agradase a mi lectora estrella.

En general me ha costado encontrar un público, hay muchos lectores que están (mal)acostumbrados a comprar un libro que le cumpla todas las expectativas; que a tantas páginas un giro argumental, que a las otras un quiebre amoroso, que al final ganen los buenos. Eso no me gusta, esta industrialización de la literatura me incomoda y trato de no hacerlo. Me preocupo tanto por no ser evidente en lo que quiero contar, que a veces peco de críptico, por eso me han dicho que soy un escritor de misterio y terror, pero la verdad es que eso es lo que me han publicado hasta el momento. Me gusta escribir sin restricciones de género y es por eso que cuando en las ferias literarias me preguntan qué género literario son mis libros, me cuesta un poco describirlo en pocas palabras, porque son muy eclécticos. Las tres novelas de la serie Con sangre en el ojo tienen algo de fantasía, algo de policial, algo de novela de guerra, algo de misterio, algo de terror, etc. Lo que si me satisface es que aquellos lectores que se atreven a leerlo sabiendo que serán desafiados y hasta provocados por mis libros, no quedan decepcionados y, como es una serie, muchos vuelven por los otros títulos. En cuanto a críticas más formales, he quedado satisfecho ya que quienes han hecho reseñas profundas han podido ver lo que he querido contar más allá de los hechos evidentes ordenados en la historia, y eso es un logro personal.

Con el tiempo me fui atreviendo a cambiar ese estilo inicial por algo que me acomodara más a mí; mi voz, por así decirlo.

—¿Cuáles son los temas que abordas en tus libros?

De los libros publicados y a punto de ser publicados, creo que el gran tema que los atraviesa, con las diferencias de género literario, formato e historia, es lo que hemos dejado oculto y no nos atrevemos a encarar; los miedos, culpas y traumas de nuestro pasado reciente que de alguna forma barrimos y dejamos tapaditos bajo la alfombra, pero que salen de nuevo a la superficie. Por supuesto que todo surge de lo personal e íntimo, conversando sobre mis libros me he dado cuenta que el primero, Curilahué, habla de los miedos de ser madre (seguramente porque lo escribí pensando en la madre de mis hijos), el segundo sobre mis temores sobre ser padre y el último sobre los problemas de ser hijo, pero aparte de lo íntimo que son esos tópicos, a la vez hablan de Chile como una entidad vida. Curialhué parte con el terremoto del 2010 como hecho gatillante, Las Ánimas el tercero de la serie se publicó en julio del 2019 y la sinopsis dice: «Tras la destrucción de Santiago en el fenómeno conocido como “el Estallido”…». Y en Huelén, el segundo libro de la serie, tiene unos atentados al transporte público, ese libro se publicó el 2018. Entonces, con cierto orgullo puedo decir que mi tesis tras estos libros se cumple; lo que algunos dijeron que «nadie vio venir», pues sí estaba ahí respirándonos en el cuello hace bastante tiempo y no solo en mis historias. Comentando con otros autores encontramos similitudes en lo que contamos y en las causas de los sucesos recientes; la literatura se nutre de la sociedad y esperemos que también las letras dejen alguna influencia en esta.

En Canciones macabras…, siento que mi voz autoral está algo diluida ya que las dos historias principales surgen de trabajos que me encargaron para cine y que no se concretaron y que luego transcribí a narrativa. Aun así, traté de incluir un discurso dentro de estas historias de terror/horror puro y duro, que habla acerca de la violencia de género y la responsabilidad masculina en eso.

Hiel, por otro lado, es un grito de amargura de alguien que no encuentra su lugar en el mundo, que trata de culpar a todo el resto de su fracaso, pero lo que le falta es sentarse y mirar hacia dentro y ver qué es lo que hay malo en él mismo.

—¿Crees que en Chile se lee más fantasía o ficción?

—Creo que es la moda universal, una especie de boom. Tan bombardeados estamos por las novelas juveniles de romance distópico que nos llegan desde afuera, que intentamos hacer lo mismo. Es difícil competir contra la maquinaria publicitaria multimillonaria que nos llena de películas, series, animaciones…

Siento que muchas veces las ganas de contar una historia eclipsan la necesidad de contar nuestra historia y caemos en lo fácil, en lo complaciente y le damos al lector lo que creemos que quieren leer y no lo que queremos decir. Pero es un proceso normal, que permite que surjan autoras y autores diversos y que con el tiempo irá depurando y permitiendo que los que se destaquen o que logren alcanzar un estilo e identidad propia, perseveren.

Aparte que la fantasía siempre ha sido mirada en menos por la academia que tiene una obsesión enfermiza con el realismo, incluso a la fantasía latinoamericana le pone “realismo mágico” para poder ensalzarla críticamente. ¿Tanto cuesta tolerar la fantasía? Se dice que es literatura de evasión, pero, ¿no es ese acaso uno de los roles fundamentales de la literatura, el permitir que nos evadamos durante la lectura de nuestro propio entorno y permitirnos viajar?  Si se está leyendo más fantasía en Chile puede ser porque las personas necesitan evadirse más.

—Si tuvieras que tomarte un café con un escritor, ¿con quién sería y por qué?

—Mis autores referentes están muertos, así que tengo asumido que aquel hecho no se dará, aunque tuve la suerte de estudiar en la escuela de cine que fundó García Márquez y asistir a unas clases a distancia, pero en realidad me gustaría poder tener conversaciones, ya sea con un café o un brebaje más espirituoso, con cualquier persona que tenga el ánimo y el temple de contar historias para otros. Eso se da en cierta forma en las ferias literarias, poder conocer a otras personas con las mismas afinidades tuyas, es una experiencia enriquecedora.

—¿Qué se viene para el 2021?

—El 2020 estuve escribiendo más cuentos que novelas, van a ir apareciendo en antologías durante el año, espero. También terminamos el proceso de edición de Hiel, es literariamente lo más ambicioso que he escrito hasta el momento, suelto las normas básicas de la narrativa e intento revolverlas un poco en servicio de la historia, ojalá resulte el experimento, Ediciones Liz creyó en la propuesta y el trabajo de edición fue grato y siento que el resultado final creció mucho, a pesar que los cambios fueron pequeños, el oficio editorial se notó, verá la luz en junio. Además, hay un proyecto de novela sin título definitivo (por ahora se llamaría «Bestias magníficas»), que está tomando forma de a poco y que es también de ficción realista, tiene un tono mucho más crítico y hasta político que no me he atrevido de abordar antes, pretendo usar un lenguaje mucho más coloquial y seguir con la firme intención de seguir provocando e incomodando al lector, tendrá algo de surrealismo o quizás clasifique un poco como realismo mágico, no sé, es trabajo de la crítica clasificarlo. Por último, pero no cronológicamente, revolviendo carpetas encontré una historia de ciencia ficción que escribí a los 14 años y que he estado tratando de «enchular», y una novela de aventuras adolescentes con zombis por ahí. En cine, se está trabajando en el extranjero la posibilidad de adaptar cinematográficamente una de las historias que componen Canciones macabras para aullar a la luna, que estuvo algo detenida debido a la pandemia, pero ya volvió a tomar vuelo. Al menos tengo la certeza que se producirá en México y que se está considerando una buena parte del presupuesto en dar vida al «monstruo» de la historia.

 

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