UNO
En la novela de Barrie vemos dos planos que se contraponen y están constantemente chocando. Por una lado, el padre de la familia Darling es un ser matemático y racional que vive anclado en una vida sin sorpresas. Su cotidianidad es instrumentalista y calculada, el azar no tiene ningún tipo de cabida en esa cadencia rutinaria en la cual se terminó transformando su existencia. Hay un guiño de Barrie -quizá involuntario- a la construcción masiva de los seres humanos que se forjarían en el futuro por la implementación del sistema de libremercado. El choque de esta personalidad se produce con Peter Pan y los niños de Nunca jamás. Cuando aparecen junto a Campanita por la ventana de la habitación de Wendy y de sus hermanos, nos encontramos con planos mágicos y fantásticos que vienen a romper los códigos de la realidad estrecha. Se subvierte el orden y los cursos, hay una confrontación entre concepciones adultas y concepciones infantiles que es necesario rescatar.
DOS
Pese a que fue escrita hace más de cien años, y de que hay muchas versiones sobre Peter Pan (obras de teatro, películas, dibujos animados, seriales, etc.), resulta refrescante y tranquilizador enfrentarse a un texto que en cada una de sus representaciones pareciera renovarse. Al deambular por sus páginas no leemos un libro anacrónico que perdió su potencia (quizás parte de la academia que estudia género, puede detenerse en la figura de Wendy -la mujer del grupo- que es reducida a una representación servicial y maternal), pero el grueso de la narración -sin sentimentalismos extremos ni épica romántica- sitúa al lector en la máxima de Rilke: «La única patria es la infancia». Las peleas con Garfio y los enfados de Campanita se inscriben, con el paso del tiempo, en el registro de la ternura. No hay una maldad neta, no existe ese núcleo de horror que hay en otras representaciones del periodo, son personajes inocentes (Garfio tiembla al oír el tic tac de un reloj que un cocodrilo guarda en su estómago), por lo mismo dialogan -desde otras directrices y contextos- con las concepciones que exponen los niños de Nunca jamás.
TRES
Otro eje que hace interesante y única esta versión de Peter Pan, es la traducción de Irene Gimeno y Nicolás Medina. Un trato neutral y delicado del lenguaje, en el que no se intenta figurar ni resaltar,posiciona a la obra como un imperdible que se deja leer más allá de las turbulencias del tiempo. Los vocablos elegidos y predispuestos funcionan como un todo armónico que nunca deja de entretener ni de guardar los orígenes de un texto que, al igual que su protagonista, nunca envejeció.