¿Qué lee Marcela Trujillo?
Me gusta la autoficción. Estoy leyendo La isla de la infancia del noruego Karl Ove Knausgård, el tercer tomo de su saga autobiográfica Mi lucha. Ya he leído los dos primeros: La muerte del padre y Un hombre enamorado, estoy completamente enganchada a su manera de escribir, en cómo le da sentido a su memoria, esa honestidad valiente y pragmática, a su espíritu masculino y escandinavo (sin humor y con emoción). También acabo de leer Colección particular del chileno Gonzalo Eltesch, una novela de auto-ficción escrita en mini capítulos que funcionan como viñetas de un cómic, es preciosa, ultra personal, valiente, indiscreta y un poco triste.
¿Algún libro especial que recuerdes de tu infancia?
De mi infancia solo recuerdo haber leído revistas de historietas, estaba obsesionada con La Pequeña Lulú, éramos fanáticas de ella con mis hermanas. Lulú era inteligente, creativa, tenía sentido común, era divertida, le gustaba hacer bromas, era generosa, comprensiva y lo más importante, le gustaba contar historias, era una gran narradora. Los cuentos de la bruja Alicia eran nuestros favoritos. Después, cuando comencé a leer libros, leí todos los Papelucho y me encantaban, me caía bien, quería tener amigos como él. Y de más grande la primera novela que leí por gusto y con adicción fue Carrie de Stephen King. Aluciné con la escena de la ducha y de los poderes telequinéticos destructivos que ella tenía sin saberlo. Yo estaba en un colegio católico de mujeres y el personaje de la madre fanática religiosa era muy poderoso para mí porque fue la primera vez que un libro invertía mi escala de valores morales.
¿Cuál fue el primer comic que recuerdas haber leído?
Además de La Pequeña Lulú, leía mucho El Pato Donald, Tío Rico, Tribilín, Periquita y Archie, todo lo que llegaba de la editorial mexicana Novaro. El Pato Donald era la versión gringa de Condorito, eran iguales: carismáticos y chantas, irresponsables, mentirosos y suertudos. Y por supuesto, el Condorito. Mi papá lo compraba todos los meses. Sus personajes eran tan chilenos y los chistes eran geniales, sobre todo los más antiguos.
¿Cuáles son tus libros preferidos, a los que siempre regresas?
No leo novelas por segunda vez, pero novelas gráficas si. Diary of a Teenage girl de Phoebe Gloeckner, My New York Diary y 365 días de Julie Doucet, los tres libros de cómic que me inspiraron a escribir/dibujar mis diarios y que los miro cada vez que quiero comenzar un nuevo libro. Kafka de Robert Crumb y DZ Mairowitz, que me inspiró a dibujar Quiero ser flaca y feliz. The Boulevard of broken dreams de Kim Deitch, uno de mis libros de comic favoritos porque mezcla autobiografía, ficción y fantasía, un sueño que me gustaría algún día llegar a cumplir.
¿Cómo recuerdas la polémica que generó «Noche Güena» en Trauko al comienzo de tu carrera?
No recuerdo mucho. En esa época fumaba mucho pito y me se borró gran parte del disco duro. Pero recuerdo que salió en la tele y me sentí famosa. Tenía 19 años y no sabía nada de cómic, era muy ignorante y patuda a la vez. El cómic era una entretención y de un momento a otro se convirtió en un peligro público. Yo era punk y provocar era parte del juego, me rapaba los costados de la cabeza, me escarmenaba y paraba el pelo con laca a lo Robert Smith, me lo teñía con tinta china, teñía mi ropa negra con anilina Mont Blanc en una olla, usaba bototos de milico, collar de puntas metálicas y me pintaba espirales en los párpados. La idea era llamar la atención y horrorizar a las viejas en la calle. Así es que cuando censuraron el cómic sentí que era parte de mi freakshow. Supongo que tenía claro que dibujar a la Virgen María pariendo en posición frontal a un Jesús con aureola y barba era ofensivo para la iglesia o el gobierno, el punto es que nunca se me ocurrió que ellos podían ver la revista y menos que la leyeran. Todos imaginamos que como había ganado el NO, la censura sería cosa del pasado, pero la censura continuó con Aylwin porque la iglesia Católica no perdió ningún plebiscito.
¿Cómo nace tu personaje Maliki y cómo ha sido su evolución?
Nace en el 2001 mientras estudiaba mi último año de pintura en The Art Students League of New York. Quería dibujar un cómic en una pintura e inventé a Maliki. El nombre Maliki viene de Malik, que era el nombre de un niñito afroamericano que una amiga cuidaba. Según ella, ese niñito se parecía a mí porque tenía cara de malo y era cachetón, y me pareció perfecto porque sonaba a “malula” y un poco japonés (era fan de Miyazake). La Maliki que dibujé era originalmente una niñita chica, una mini yo, con dos ampolletas en su cabeza, que se le prendían para ayudar a los artistas que se quedaban sin ideas. Maliki four eyes (me decían 4 ojos en el colegio cuando chica porque usaba potos de botella) usaba lentes, una melena con chasquilla y vestía un abrigo negro con cuello de peluche y botas con suela de goma (mi ropa y mi pelo de ese invierno). La dibujé en la pintura y listo. Un año más tarde quise dibujar un cómic para regalárselo a un pinche gringo que tenía y me dibujé a mí de grande, pero con las ampolletas, y así nació Maliki. Me gustó tanto poder dibujar mi vida usando un alter ego, que decidí dejar de pintar y dedicarme a dibujar cómics. Dibujé un montón de mini cómics, luego vino The Clinic, después el viaje a Europa, el amor, el embarazo, el matrimonio y mi propia «Pequeña Lulú». Y entre medio volví a pintar y volví a Chile.
¿Cuáles son los temas que le interesan hoy a Maliki?
La autobiografía, forzar lo íntimo y lo privado al terreno público, porque es de lo que más sé y de lo que mejor puedo hablar, la honestidad, el humor, crear lazos emocionales con el lector, entrar en la zona donde siento que la creatividad fluye sin obstáculos, donde puedo ser yo misma, con completa libertad. Y ahora me interesan además temas que me interesaron antes pero que nunca los desarrollé: la fantasía, los personajes que simbolizan algo, como en los cuentos infantiles. Estoy tratando de rescatar ese mundo que siempre lo he amado, pero que miles de prejuicios lo vuelven a meter al fondo del cajón. Espero que esta vez lo pueda sacar, limpiar y usar como quiera.
¿Cómo conviven la pintura y el cómic en tu carrera?
Después de varios intentos por desterrar la pintura o el cómic de mi vida porque pensaba que no podía servir a dos amos o tener dos capitanes para el mismo barco, hace algunos años decidí que me hace bien hacer las dos cosas, intercaladamente, y que no deben ser excluyentes. Cuando trabajo para uno, el otro tiene que esperar. Son dos mundos diferentes. La pintura es un trabajo solitario, simbólico, libre y con un público reducido y más especializado. El cómic, en cambio, es un trabajo más confesional, popular y lleno de límites (editoriales, de publicación), con un público extenso, variado y transversal.
Partiste publicando en una editorial independiente ¿Cuál ha sido la diferencia al pasar al catálogo de un gigante de la industria?
La diferencia es que en una editorial grande las oficinas son más grandes y más elegantes, hay más secretarias, más jefes y equipos de varias personas encargadas de que el libro se haga y que funcione como un buen producto de mercado una vez editado. La diferencia más importante es el trabajo que hace la editorial grande cuando el libro sale a la venta, la distribución nacional y el trabajo de difusión y prensa para que el libro no pierda visibilidad y se mueva y se reedite con fluidez. Eso es alucinante.
¿Cuánto ha crecido Marcela Trujillo desde su «época punk» hasta hoy?
Espero que mucho. Eso fue cuando tenía 19 años, vivía con mis padres y nunca había salido de Chile. Mi época punk solo duró dos años y fue antes de que comenzara a pintar. Fue mi adolescencia tardía de nerd matea.
Quiero ser flaca y feliz significó un cambio radical en tu vida ¿Cómo fue el proceso de creación de este libro y cuáles son las lecciones que pueden interesar al público?
En abril del 2013 ingresé al grupo GOCE (Grupo de Obesos en Control de Excesos) porque pesaba 90 kilos y estaba en camino de llegar a los 100 si seguía comiendo y tomando como lo estaba haciendo. En esta terapia grupal aprendí que comer en exceso era una manera de autoabuso, que indicaba falta de amor propio y el deseo de desconectarse de las emociones y de uno mismo. Que la comida usada como anestesia era lo mismo que usar drogas, alcohol o cualquier tipo de adicción donde uno pone la propia vida y la de las personas cercanas en peligro. Antes de entrar al grupo pensaba que estar gorda era fruto de ser chancha y ya. «Soy chancha, soy ansiosa, soy tentá, no tengo voluntad, siempre seré gorda, soy lo peor». Cuando aprendí que todas las definiciones descalificadoras que me hacía sólo me ayudaban a volver a subir de peso cuando terminaba una dieta, y me boicoteaban la vida, comencé a construir otras ideas de mí misma, cambié mis hábitos alimenticios, dejé las redes sociales, volví a leer en vez de ver tele antes de dormir y empecé a llegar más temprano a mi casa para alcanzar a cenar con mis hijas. Todo este cambio me alucinó tanto que quise hacer un libro exclusivamente del tema y se lo presenté a una editorial, pero me dijeron que mejor me asesorara con un especialista en nutrición para poder hablar con propiedad de un tema de salud. Y al poco tiempo la Karolina, que era la psicóloga de GOCE, me vio dibujando en mi croquera, le conté mi idea y se ofreció a escribir el libro conmigo. Fue pura sincronía. De ahí en adelante, nos juntamos en un café una vez por semana durante 3 meses hasta que terminamos el prólogo, con eso fuimos a Planeta, se lo ofrecimos a la Josefina, a ella le encantó, firmamos el contrato y un año y medio después lo terminamos. Fue un proceso muy fluido y dinámico, bien fresco porque era la primera vez que yo trabajaba en dupla y que la Karolina escribía un libro, y no habían otros parecidos en el mercado de la autoayuda (que mezclara dibujos y textos), así es que estábamos apostando a que nuestro sistema cuajara positivamente sin tener muchos referentes (nuestro principal referente de estilo fue el libro Kafka, que combina la biografía escrita de D.Z. Mairowitz acerca de Kafka con dibujos y cómics de Robert Crumb). Hacer este libro fue un riesgo, para nosotras y para la editorial, pero lo que nos motivaba era tan fuerte y teníamos tantas ganas de hacerlo que nunca dudamos y le dimos para adelante siempre. Afortunadamente, al libro le ha ido muy bien, llevamos 4 ediciones, estuvimos 16 semanas en el ranking y en diciembre se publica en Uruguay.
¿Cuál es el próximo paso artístico de Marcela Trujillo?
Estoy tratando de escribir y dibujar mi primera novela gráfica, en estilo autoficción, llevo varios meses en eso. Me cuesta pensar en ficción cuando siempre me he valido de la autobiografía que me parece tan fácil, porque no hay que inventar nada y como la vida es muy absurda y ridícula, es muy fácil darle un sentido propio. Pero en la ficción siento que puedo inventar todo y a veces me voy por las ramas, me pierdo y no sé cómo volver y cuando me toca darle sentido a la historia tiendo a ser racional y lógica y me queda de mentira, porque la vida no es lógica, uno quiere creer que lo es (si no, nos volveríamos locos), pero en realidad es orgánica, húmeda, permeable y completamente impredecible. Así es que aquí estoy tratando de jugar a inventar historias. Espero tener suerte. Si no la tengo, seguiré participando. También estoy pintando una serie de pinturas veganas, con vegetales y animales, inspirada en mi dieta vegana, la que sigo hace 3 años. Lo más cercano a Morrisey que he estado en mi vida.
Definiciones
Batman o Lisa Simpson
Lisa todo el rato. El único superhéroe que me gusta es Supertribi que se comía un maní con súperpoderes (vegano).
Galería o Viñeta
Galeríaviñeta, no quiero elegir.
Central Park o Stadtpark
Central Park porque el Stadtpark de Hamburgo lo disfruté muy poco.
Marcela Trujillo, artista visual, pintora, historietista y catedrática chilena. Entre sus libros destacan la serie de cómics autobiográficos con su personaje Maliki y de Quiero ser flaca y feliz escrito en conjunto con la psicóloga Karolina Lama.
Fotografía: Mónica Molina.
[…] https://www.lector.cl/yo-lector-marcela-trujillo/ […]