¿Qué lee María José Ferrada?
Novelas y poesía. Con el ensayo y el cuento tengo algo más de distancia. En esos dos géneros favoritos paso por épocas, ahora estoy leyendo los libros de un autor portugués contemporáneo que se llama Afonso Cruz, que experimenta con los formatos y tiene una prosa que me gusta mucho. De poesía estoy leyendo una antología de la poeta Gladys González que se llama Pequeñas Cosas. Siempre estoy pidiendo recomendaciones a mis amigos lectores y voy encontrando cosas.
Tengo un punto de retorno que son los autores japoneses. Natsume Soseki, Kenzamburo Oé, Yasunari Kawabata. Me llama la atención esa capacidad tan fina de observación y la sinceridad respecto de esa visión. Es como si dijeran los hechos, las personas, las cosas, no son ni buenas ni malas, solo son así como te las estoy describiendo.
¿Cuál es el primer libro que recuerdas de tu niñez?
El primer libro al que recuerdo haber vuelto muchas veces es La ratita presumida. No sabía leer así que me lo aprendí de memoria y se lo «leía» a quien lo quisiera escuchar: mis amigos, mis parientes, las muñecas, los osos de peluche.
¿Cómo influyó en tu imaginario el trabajo de vendedor viajero de tu padre?
Bueno, su trabajo consistía en contar historias, si el que estaba detrás del mesón se entretenía terminaba comprando. La venta, ese tipo de venta que está casi extinta, tenía que ver con la simpatía, con hablarle al cliente del tema que le interesaba para que comprara, casi sin darse cuenta. No he vuelto a conocer personas tan divertidas. Imagino que tengo una especie de nostalgia de ese mundo, de esos pueblos perdidos donde acompañaba a mi padre a vender.
¿Qué conservas aún de tu infancia en Temuco?
Todo. Mi infancia sucedió ahí, no en otro lugar. Y es una infancia que me acompaña, con sus alegrías y sus fantasmas.
¿Por qué escogiste la poesía para hablarle a los niños?
Quería hablarle a un niño concreto, a mi hermano chico (que hoy ya es un lindo hermano grande). Y escogí la poesía porque era lo que yo más leía en ese tiempo, estoy hablando de la enseñanza media. Porque la leía, intentaba escribirla, quiero decir que era un lenguaje que me resultaba familiar. Después me di cuenta que la poesía servía para hablarle no solo a ese niño, mi hermano Matías, sino que también a otro niños. Tal vez por la libertad que te da el lenguaje poético, la posibilidad de jugar no solo con las palabras sino con el mundo.
Hace unos años declaraste en una entrevista que el problema con las editoriales chilenas de literatura infantil es que hacían libros del gusto del ministerio pero no de los niños ¿Ha mejorado tu diagnóstico con respecto a ese tema?
Sí, claro, ha mejorado. El cambio en estos últimos cinco años ha sido grande, sobre todo porque han aparecido editoriales más pequeñas que usan formatos (y en esto me refiero a la imagen y al texto) más arriesgados. Hay temáticas nuevas, que antes nadie pensaba tratar. Éramos conocidos por hacer literatura para niños muy conservadora y creo que hoy ya no es tan así. También siento que la gente que trabaja en los comités de evaluación hoy está más preparada. Ya no son unas señoras que tienen la literatura infantil como un pasatiempo, sino gente que se ha especializado, que ha estudiado el tema, que no le tiene miedo a los libros más
difíciles. Y entonces se crea un círculo interesante: las cosas nuevas que van teniendo cabida y mucha gente que se está animando a hacerlas.
¿Cómo hay que tratar a un lector infantil?
Como a un lector adulto, imagino. Claro que hay temas en que es ideal que el niño tenga una compañía. Si le lees un libro sobre la muerte, por ejemplo, el niño tendrá preguntas, ahí es bueno que un adulto le pueda responder, con las herramientas que tenga. Los adultos no tenemos respuesta para muchas cosas, pero me parece que los niños son capaces de entender eso y, aún así, agradecen que uno los acompañe en el descubrimiento del mundo.
Desde 12 historias minúsculas a Niños, ¿cómo ha evolucionado tu mirada con respecto al mundo infantil?
Uno va encontrando más posibilidades de su propio registro. 12 historias minúsculas es un texto pensado para que un niño lo lea. Niños, en cambio, es un libro sobre los niños, sobre una de las historias más oscuras que ha vivido la infancia de nuestro país. No es un libro que quisiera haber escrito, pero que sí sentí que tenía que escribir, cuando supe la historia. No ha cambiado mi mirada sobre los niños, pero sí sobre lo insensibles que podemos llegar a ser los adultos.
Cuéntanos un poco sobre tu proyecto de mini editorial Los Libros del Snark.
Ese ha sido uno de mis más bonitos fracasos. Era una editorial que hicimos con la ilustradora Francisca Yañez, en la que cada libro se hacía completamente a mano. Nuestro hit (habremos hecho unos 50) fue el Libro del duende Raúl, que era un libro de unos cuatro centímetros, que se leía con una lupa, que venía junto al libro, porque claro, lo había hecho un duende. El otro se llamaba Las Visiones Fantásticas y era un texto sobre unos seres que habitaban un jardín. El libro venía junto a una caja que traía un jardín y un visor de esos que vendían en los circos, donde podías ver a lo lejos a uno de los personajes. Te puedes imaginar lo que nos demorábamos en hacer cada ejemplar, en conseguir los visores, horas y horas. No era para nada práctico ni rentable, pero con la Francisca, siempre soñamos con reactivarlo.
¿Qué valor le das a la autoedición?
Todo el valor. Mi primer libro fue una autoedición, hay cosas que sin la autoedición simplemente no puedes hacer porque nadie les hace caso, pero si tú crees en tu texto, en tu propuesta, entonces lo tienes que hacer.
¿Cuáles son, a tu juicio, los temas que aún siguen sin explorar en la literatura infantil chilena?
No sé si temas, me imagino que muchos. Lo que a mí me parece más curioso es que no se escriba más poesía para niños. En Chile se escribe mucha poesía, muy buena poesía, pero no sé por qué eso no ha llegado al mundo infantil. Hay excepciones claro, como lo que escribe el poeta Jaime Mancilla o el cubano radicado en Chile, Aramís Quinteros, que escribe una poesía para niños muy pequeñitos. Pero no hay mucho más.
¿Qué lecturas recomendarías a padres leer a sus hijos?
No recomendaría una lectura específica. No hay recetas. Lo que sí les recomendaría es que lean ellos, que busquen libros, que se encanten primero porque es difícil despertar en alguien el interés por algo que a uno le interesa escasamente. El trabajo siempre debe partir por uno.
Algunas definiciones
¿Caldillo de Congrio o Sushi?
Sushi.
¿Gato o Perro?
Perro.
¿Tablet o columpio?
Columpio.
María José Ferrada es Licenciada en Comunicación Social por la Universidad Diego Portales de Chile. Estudió Lingüística aplicada a la Traducción en la Universidad de Santiago de Chile y realizó un Máster en Estudios Asiáticos por la Universidad de Barcelona. Participó en el Taller de Escritura de la Fundación Pablo Neruda y publicó su primer libro en 2005. También es autora de guiones para cortometrajes, colabora con iniciativas literarias y teatrales, y ha publicado libros infantiles.
Ha recibido numerosas distinciones por su obra tanto a nivel nacional como internacional. En 2014 recibió el “Premio Mejor Obra Literaria Marta Brunet” del CNCA, categoría Infantil, publicada, por su obra Notas al margen y el “Premio Academia Chilena de la Lengua” para el mejor libro de literatura infantil publicado el año 2013 por su obra Niños.