Lunes, Diciembre 9, 2024

Hambre

 

Por Esteban Cañuta

 

Todo empezó cuando tenía 11 años, primero fue una uña, jugando al pillarse con los niños del vecindario, llevaba chalas hawaianas de goma que su madre encontró de oferta en la feria, corría con ese incómodo calzado a toda velocidad, la gente que pasaba, sabían que se caería -sus piernas son demasiado flacas. -comentaban entre ellos. Ese día al llegar herido, mientras su madre le lavaba el pie dañado acariciando con delicadeza los pequeños dedos de su pie, por más que el dedo le ardía, algo en su corazón gozaba, una sensación indescifrable, algo dentro de él se saciaba.

Cuando su herida curó y todo volvía a la normalidad, notó qué era lo que él deseaba, era atención. Los días pasaban y crecía un hambre dentro de él, un vacío, que la comida no lograba llenar. Deseaba ser mirado, escuchado. Quiso volver a hacerse una herida, pero no pudo, su cuerpo rechaza la idea de dañarse, el dolor era mayor. Busco en internet, ¿Como llamar la atención? Allí descubrió que la gente ama el arte en sus diferentes formas. Primero intentó en el dibujo, no tenía muchos materiales, más siempre escuchó: para ser artista no se necesita dinero. A los días se dio cuenta que no tenía talento, le llevaba dibujos a su madre, pero esta no les tomaba importancia, cuando él se daba la vuelta, ella los arrojaba al basurero. Probó con la música, allí empezó a odiar su cuerpo, sus dedos eran demasiado rígidos, no podía tocar ni la melodía más sencilla, su madre le pedía silencio cada vez que le escuchaba. No quiso intentar algún deporte, se resignó al escuchar que su cuerpo era muy delgado y tieso.

Decepcionado, decidió buscar en la biblioteca escolar, en la sección de historia, gente importante, allí conoció a Hitler, él no se vio capaz de eliminar una raza entera, pero sí de quitar una que otra vida.

La madre estaba en el sofá frente a la TV, era pasado las 8pm, la oscuridad del exterior entraba por las ventanas abiertas de la casa. Él entró con tristeza por la puerta, nada hasta ahora había funcionado, este era su último intento, miro a su madre ella no despegaba los ojos de la pantalla, -Mamá-, ella parecía hipnotizada por los colores, -Mamá, te traje algo- entonces levantó su mano en la cual había un pequeño gato inerte de color café. Su madre abrió los ojos y la boca como nunca antes, el niño sentía como ese vacío se llenaba, una sonrisa se revelaba en sus labios.

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