Camila es una mujer multifacética con varias inquietudes que la hacen interesante, y además una poeta atrayente. En esta entrevista comenta que escribir es un trabajo arduo en escuchar y observar. Acacia editado por Provincianos donde se sintió en un espacio muy acogedor. Con ustedes, Camila Blavi.
—Cuéntanos de ti, tus hobbies
—Soy profesora de Artes Visuales de profesión y actualmente estoy entrando en la etapa final de mi magíster en Literatura de la Usach. Hago varias cosas, entre ellas dar talleres de poesía, trabajar en gestión cultural en una escuela, ser ayudante de investigación, intentar hacer mi propia tesis. Cosas muy ñoñas en general.
A medida en que han ido pasando los años, el tiempo se hace cada vez más escaso. Sin embargo, hay cosas que me esfuerzo por cuidar que tienen que ver con realizar actividad física (caminar, ir al gimnasio) principalmente. Me gusta la intimidad de la casa, pasar tiempo con mis gatos, cosas simples y cotidianas.
—¿Qué significa para ti escribir?
—Es un ejercicio honesto y atento. También algo que puede ser peligroso. Escribir es escudriñar en los rincones del interior sin saber con qué te encontrarás para luego sacar a la superficie ese misterio. Tiene que existir en esa labor algo de inocencia y la inocencia a veces tiene un costo alto. Por eso hay que cuidarse y en mi caso, una manera de cuidarme ha sido construir una casa dentro que cada día se vuelve más sólida a partir de la lectura y el trabajo. Escribir es trabajar mucho, saber escuchar y observar.
—¿Cómo fue el proceso de escribir Acacia?
—Acacia es la primera cosa que escribo de manera más intencionada. Aunque en inicio di con algunos versos de la primera parte del libro a partir del ejercicio de escribir todos los días un poco. Un ejercicio libre, con muchos desaciertos, algo así como caminar por una habitación con los ojos vendados y tanteando con las manos el espacio hasta llegar a reconocer una textura nueva, desconocida, pero a la vez familiar. En un momento supe que este libro era como granos de arena levantados por el viento, un elevarse y retornar al suelo siempre en un lugar diferente. Ese movimiento hacía mutar una escena mental que intenté traducir a la palabra. Quería que existiera un hilo narrativo, quería contar una pequeña historia sobre los afectos y su mutabilidad. Fue un sentarse a escribir con una conexión previa y literal con una imagen mental. Cada vez que escribí Acacia me trasladé sensorialmente a un desierto que a veces se hacía quebrada, a veces mar, playa.
—¿Cómo fue editar en Provincianos?
—Fue muy bonito. Andrés Urzúa de la Sotta es una persona muy respetuosa, sensible y comunicativa así que la verdad estuvo bastante bien. Participó también Victoria Ramírez de este proceso y de ella puedo decir lo mismo. Fueron personas muy atentas a cada detalle, receptivas y comprometidas con hacer que el libro pudiera mostrarse de manera honesta y cercana a lo que yo quería. Conectaron muy bien con eso, así que es algo que me tiene muy contenta y conforme.
—¿Qué significó este libro?
—Para mí este libro significó comprender y adoptar un cambio de registro semántico y sonoro, si se toma en cuenta mi libro anterior, Contaminaciones. Fue desaprender una manera de escribir, sintonizar mental y rítmicamente con otro paisaje, otra temperatura. Finalmente se emparentan en el dolor, pero para mí fueron maneras diferentes de aproximarse a este. Uno es más desde el palpar la herida, otro más desde la construcción.
—La poesía en Chile, ¿ha crecido?
—No creo que pueda dar una respuesta clara a esa pregunta. Soy fiel creyente de lo que se gesta en los intercambios que se dan en lecturas, talleres, etc. Cuando asisto a esos espacios y tengo la oportunidad de escuchar esas voces nuevas que se afectan con el mundo y que intentan traducir esa afección a poemas que en ocasiones logran capturar esa vida, ese movimiento, siento que la poesía también vive, crece, es dúctil.
Creo que la poesía en Chile se ha mantenido y se mantiene con vida, pero donde siempre ha sido… En espacios que no tienen mucha visibilidad a nivel mediático. Creo que gran parte del tiempo nos estamos perdiendo de la escritura de poetas increíbles. Esos poemas muchas veces quedan en impresiones de un Word o en una melodía alojada en nuestra cabeza tras escucharlos en un bar, una casa, un parque.
— ¿Cómo describes esta obra?
—Qué difícil pregunta. Creo que es un viaje mental y personal por un territorio que está en constante cambio. Es un intento por capturar sus escenas y texturas visuales. Y esas escenas funcionan —para mí— como metáfora para hablar sobre una búsqueda por cómo lidiar con los afectos y sus desencuentros. En este sentido, esta búsqueda va de la mano de una necesidad de liberación del yo del libro. Ese yo que se encuentra y desencuentra con un paisaje y sus especies y que, a partir de ello, va también mutando y encontrando una forma que le permite fugarse de ese espacio. En este sentido, para mí esa fuga es una liberación, tal vez un poco amarga, pero honesta.
—¿Cuál es el significado de la madre? Se repite y llama la atención.
—Es un personaje que apareció en esos primeros versos que comentaba antes. Se mantuvo y le dio forma al libro. Es un personaje huidizo, ausente, que desde ese silencio genera el movimiento de todos los elementos del libro. Su ausencia produce la búsqueda y las mutaciones de ese universo. Aunque jamás se produzca un encuentro, es a partir de ahí que el yo se mueve y desprende de lo conocido.
— ¿Por qué Acacia?
—Acacia es un género de árbol bastante común, aquí en Chile lo conocemos como aromo. Yo tengo una conexión bastante íntima a nivel sensible y biográfico con ese tipo de árbol y saber que es un tipo de árbol tan corriente y presente en distintas partes del mundo me conmovió. Para mí los aromos son una vuelta a una casa, a una infancia que asocio a una calidez en la que se es consciente de la violencia y la dureza de lo que hay en el exterior. Las acacias se mantienen en pie, dan sombra y un aroma riquísimo cuando finaliza el invierno.
— ¿Dónde podemos encontrar tu libro?
—Por el momento en la página web de Provincianos editores y prontamente en los puntos de venta físicos y digitales de la distribuidora LaKomuna (Librerías Altamira, Catalonia, Lolita, Buscalibre, etc.).






