Este hombre tiene el corazón dividido. Se dedica al área de la salud y por otro lado está enamorado de la literatura, escribe desde los 12 años. Hoy nos presenta su libro Antología de amor y otros poemas de Helga H. Pataki (Industrias Tolueno, 2021) donde podemos encontrar aquel encanto que posee la poesía.
—Cuéntanos un poco sobre ti, a qué te dedicas, cómo llegaste a la literatura
—Creo que para hablar sobre mi primero debo hablar desde el corazón y puedo decir que tengo el corazón dividido. Soy Alexis Baros López, enfermero de profesión, orgullosamente especialista en salud mental y psiquiatría de la UC, actualmente me desempeño como enfermero clínico en el Hospital de la Florida en la unidad de hospitalización psiquiátrica y como docente en la universidad San Sebastián para los estudiantes de enfermería. Podría abultar esta pregunta hablando de esta primera mitad de mi corazón, pero creo que el resto se lo dejaré a LinkedIn. La otra mitad es la literaria. Escribo desde los 12 años aproximadamente. Tengo claro que mis primeros ejercicios escriturales devienen de las típicas tareas escolares, de las lecturas obligadas, de la métrica y la rima, de esa poesía hermosa y profunda que se enseña como simplona, infantil y aburrida. No tengo claro que fue lo que me hizo mantenerme en la literatura, sin embargo, creo que es algo que siempre me ha acompañado, no como sombra, sino como luz, una luz que cálida que siempre entibió las paredes de mi corazón, entero, sin divisiones. De ahí en adelante la poesía es refugio. Es la seguridad y la calma, desde la soberbia es el espacio donde me permito la felicidad en todo su ancho, es la forma en la que miro la vida. Siempre lo he dicho; si no fuera poeta no podría ser enfermero. Cosas inconexas a la mirada rápida de quien no comprende que no hay acto más sublime que el contacto humano, la empatía, la ayuda. Eso es poesía, o por lo menos la mía. La que me ha permitido descubrirme como ser humano, y creo que la enfermería en este caso permite visualizarme como un ser de ayuda. Me convenzo día a día que el ejercicio de lo que hago es un poema hecho gesto, más sutil, pero no menos bello que el poema hecho palabra. En lo que respecta a publicaciones formales refiero: Palabras del enfermero (2013). Una plaquette que me ayudó a tener las lucas necesarias cuando la vida universitaria me era cara. La chica María, autopsia de una semana cualquiera (Cinosargo, 2016) que no es más que fisiología pura hecha carne. Sparta gym (Aguja Literaria, 2018), la adoración al cuerpo a tal punto de la autofagia, del canibalismo y por últimoAntología de amor y otros poemas de Helga H. Pataki (Industrias Tolueno, 2021).
—¿Por qué un libro de poemas?
—No sé escribir otra cosa que no sean poemas. Lo otro es puro experimento. Esto es mi verdad.
—¿De qué se trata la antología?
—Del amor. Este pequeño libro rosa no es más que una excusa para hablar del amor. Tenía esta deuda desde hace mucho. Creo que no había sentido tanto amor como el que siento ahora. Me siento amado, entrego amor. Y con esto no tan sólo me refiero al amor de pareja, sino que día a día como ejercicio de vida, posiciono al amor como el medio y el fin de todas mis cosas.
EL libro en sí tiene una estructura, podríamos decir distintos momentos del amor de Helga Pataki que migran desde la lucidez del amor, para finalizar en su punto máximo: el desamor que no es más que otra forma de seguir amando obsesivamente.
—En la portada sale una excelente referente pop enamorada de Arnold, de la caricatura Hey Arnold, ¿por qué?
—Que sería de la generación de los noventas sin la televisión. Actualmente tengo 29 años, pero hay gustos siguen siendo los del Alexis de 10 años. La tele me marcó mucho. En un momento donde el libro fue revolución, para mi generación la televisión fue un viaje intergaláctico. La tele era un punto de encuentro. Tengo recuerdos de llegar del colegio y de sentarme a ver la tele mientras mi mamá preparaba la comida. Tengo recuerdos de ver Dragon Ball con mi papá. De ver Bob Esponja con mi hermana. Actualmente no dejo de ver Los ojos escandalosos con mi hermano de 12 años. Las caricaturas significan mucha memoria. En lo particular con respecto a Hey Arnold, deseé vivir ahí. Deseé ser un personaje más de la serie. De andar por esas calles, de ir a su mismo colegio. Arnold enseñaba lecciones para la vida. Era como si la serie te entregara consejos para tu salud mental, con todas sus aristas; la disfuncionalidad familiar, la amistad, la escucha, el interés por el otro, pero por, sobre todo, el Amor. Y ahí es donde entra Helga. Esta chiquilla dura, hostil que en el fondo no era más que una cándida niñita desbordada de amor. Helga es el deseo, es el impulso inconsciente de la destrucción como un medio de escape en solución a un amor que se desborda por el pecho. En este libro yo soy Helga y Arnold al mismo tiempo. Soy esa historia que se desborda entre la adoración y la obsesión asesina. Pero por, sobre todo, soy la ciudad. La serie no sería nada si no transcurriera en la Ciudad. Arnold y Helga viven en la ciudad como el amor vive en el corazón. En este libro intento ser ese corazón que late y sufre, que vive y desangra. Que Helga sea poeta es una genialidad de Craig Bartlett, el creador de la serie, quien por lo demás debería ser premiado por su aporte a la conciencia moral de mi generación. Helga es lo máximo en pocas palabras.
—¿Siempre quisiste escribir poemas?
—Nunca pensé que iba a escribir. La poesía surgió de forma espontánea. Ahora bien, este libro no podía concebirlo de otra forma que no fuera en forma de poesía. Su impacto radica en eso: en que es una poesía cercana, es una poesía conocida. Porque, quién no recuerda los poemas de Helga, de memoria podría recitar: «Arnold mi amor/ mi deseo sensual/ por qué debo adorarte y nunca nunca decirlo?» (además de leerlo con la voz del loro que se aprende este poema). Quise jugar con eso. Quise jugar con la cultura pop tan desterrada a la superficialidad, a la desaprobación. Hay que sacar a la poesía de su templo acorazado. Hay que llevar la poesía a la vida. Cuando vea alguno de mis libros siendo vendidos en la feria, me daré por pagado en esta vida.
—¿Cómo fue trabajar con esta editorial?
—Trabajar con las Industrial Tolueno fue una experiencia tóxicamente placentera y exitosa. Y cuando hablo de tóxico, no me refiero a que haya sido una mala experiencia, sino que al contrario. Cual químico que genere adicción, la propuesta de Tolueno no fue más que drogarme de alegrías. Martín Torres, el genio detrás del sello fue un estupendo guía. Más que un editor, fue eso: un Virgilio. Sumamente respetuoso, hizo sus comentarios sobre los poemas, uno a uno, les dio forma, les dio comprensión. Fuera de eso, su performance de diseño me voló la cabeza. El libro es bello. Sé que viene de cerca la referencia, pero es un objeto que despierta en el otro la curiosidad de ojearlo, de abrirlo y leer, aunque sean unos pocos versos. Nada más que agradecimientos a mi querido Martín quien a todo esto no conocí de forma física hasta el día del lanzamiento. La pandemia nos obligó a trabajar a la distancia pero que esta no se hacía notoria en cada reunión que agendábamos.
Luego del trabajo editorial, no puedo dejar de mencionar al mejor asesor de Marketing que podía haber tenido: mi novio Pedro Moraga. Ingeniero Comercial de profesión se esmeró en armar las publicidades que generosamente costeó por Instagram, ideó un packaging, mandó a hacer stickers, chapitas, hizo que mi libro fuera una experiencia de principio a fin. Me convenció que la poesía, si bien no es ni será un negocio, es una empresa tan digna de ser potenciada como cualquier transnacional, como cualquier marca. Amor y agradecimiento infinitos para él.
—¿Cuáles son las expectativas para el 2022?
—Desde la mitad enfermera y académica de mi corazón es el de terminar mis estudios de postgrado. Seguir trabajando y ser un aporte a la salud mental de las personas y comunidades. Desde la otra mitad, espero seguir escribiendo. Tengo un par de proyectos en mente que se tomarán forma y cuerpo cuando me sienta preparado para dárselos, en cualquiera de sus formas: poemas, cuentos, novela o ninguna de las anteriores. Quiero escribir y divertirme en aquello. Siempre he pensado que cuando deje de disfrutar lo que hago, debo dejarlo. Espero dar a conocer además proyectos que se encuentran ahí ocultos, latentes.
—¿Dónde podemos encontrar el libro?
—El libro lo vendo de forma directa a través de mi cuenta de Instagram @afbaros. Ahí entrego las indicaciones de pago y envío.