Sábado, Febrero 15, 2025
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Carvacho Alfaro: «El boxeo es épica, epopeya eterna»

 

En Revista Lector conversamos con Carvacho Alfaro, autor de Crujido de mandíbulas. Entre peleas épicas, críticas a la prensa deportiva y márgenes como formas de sociedad, nos acercamos a su último trabajo narrativo.

 

—¿Cómo y cuándo se produce tu interés por el boxeo y la literatura? ¿Cuál es el punto de arranque, el kilómetro cero? Tenemos entendido que, además de escribir prosa, tienes una biblioteca sobre  púgiles y peleas.

—Mis primeros recuerdos son las películas y los enfrentamientos que mostraba Space, el canal del cable. Luego en mi adolescencia practiqué boxeo en un viejo gimnasio de Quilpué, mi ciudad natal. Ahí aprendí el coraje que hay que tener en la vida, enfrentarse a lo que sea. Luego un “brillante” encargado de fomentar el deporte en la municipalidad, se le ocurrió cerrarlo. Entonces ahí quedó esa etapa deportiva, para luego entrar a estudiar Pedagogía en Castellano y Comunicación en la PUCV y fue en ese lugar donde comencé a mezclar mi pasión por la lectura junto a mi interés por el box. Entonces comencé a leer literatura boxeril, a buscar datos de libros viejos, hasta conseguir la edición y devorarla, para posteriormente pasar a la colección de libros chilenos, y finalmente con libros de cualquier lado del mundo. No es muy numerosa pero he llegado a cositas que son mis tesoros como una foto firmada por Arturo Godoy. De forma paralela, como lo dije al inicio el cine con Rocky 1 fue un empuje constante, esa película es una obra maestra.

Crujido de mandíbulas está dedicado a Esteban Salinero, autor de Vermouth, una de las últimas novelas chilenas sobre boxeo. ¿Cuál fue la relación que ustedes como escritores establecieron?

—Con Esteban nos ubicamos por un documental que se está realizando sobre boxeo y literatura. Luego nos mensajeamos vía chat, pero nunca nos pudimos juntar. Luego se fue a Europa. Para mí fue un tremendo narrador que entendió la visión lírica del boxeo. Lamentablemente su muerte hizo que no pudiéramos seguir compartiendo literariamente. En homenaje a su escritura le dedico este libro, así como también a mi gran amigo fallecido hace algunos años, Alexander Valverde Marín, un púgil de tomo y lomo.

—Me parece que Crujido de mandíbulas tiene esa estructura borgeana o bolañesca de ir narrando, a partir de un fenómeno o suceso, pequeñas biografías. Son historias bonsái de boxeadores que  no supieron retirarse a tiempo.

—En realidad Crujido de mandíbulas es un texto que nace de otro. Hace años estoy escribiendo un ensayo sobre literatura y boxeo que alguna vez, pretendo terminar. Pero sentía que las figuras épicas de los boxeadores necesitaban ser contadas de forma distinta, desde el rescate, tomar de esa historia boxeril nacional que está dispersa y revelarla. Entonces la crónica es un género perfecto para esto, jugar entre lo literario y las historias reales de tanto boxeador perdido. Sé que Borges y Bolaño hacen esos juegos, quizás mis constantes lecturas del segundo influyeron. Yo creo que todas las lecturas influyen en la vida siempre. Ahora no sé si fueron boxeadores que no supieron retirarse a tiempo, ya creo que fueron boxeadores que no han sido rescatados del olvido, por eso era necesario Crujido de mandíbulas.

 —¿Cuánto de la Revista Estadio tiene Crujido de mandíbulas? ¿Eres lector de prensa deportiva?

—No soy muy lector de la prensa deportiva, la encuentro actualmente muy crítica desde la ignorancia de no saber estar en los zapatos del deportista, de no comprender su contexto, su realidad, sus miedos y sueños. Pero la Revista Estadio, Ring u otra revista de antaño son muy diferentes, según mi perspectiva. Creo que si queremos construir una real historia del deporte en Chile, el 90 % debería basarse en esa revista. Crujido le debe mucho a Mister Huifa, Renato González, por ejemplo. Pero más que de datos, es por la nostalgia de su escritura y de la conciencia en la mirada del deportista que hizo que Mister Huifa sea el mejor cronista deportivo.

—Antes de cada escrito, hay un dibujo minimalista que refleja al personaje en cuestión. ¿Por qué se toma esta decisión?

—En un comienzo había fotos, pero los dibujos que hace Marcela son más certeros. La primera clase de boxeo que tuve fue un dibujo de cómo moverte en el ring. Luego los primeros retratos de boxeadores como ídolos eran dibujos. El trazo que hace cada dibujante es básicamente lo que hace un boxeador: el movimiento rápido, sutil, enérgico, rudo, hasta que consigues lo que buscas, entrar a tu contrincante con un buen gancho o un cross así como el artista busca el dibujo perfecto. Además el dibujo es perfecto con la estética del cuadro de portada que es de Juan Pablo Neira, una hermosa pintura titulada Púgiles.

—Me parece que el boxeo es uno de los deportes más literarios. Hay una mística particular que lo hace ser digno de diversas narraciones (desde London hasta Piglia). ¿Te parece que este fenómeno se produce porque los boxeadores siempre terminan siendo exploradores de abismos que perdieron todo por al alcohol y las mala decisiones?

—El boxeo es épica, epopeya eterna. Cada vez que un atrevido se sube al ring, sea hombre o mujer, está asumiendo un rol épico que debe demostrar frente a otro. Enfrentar sus miedos, sus limitaciones, su destino muchas veces, entonces si eso no es literario, ¿qué será? Como bien dices el boxeo es literatura (eso también lo afirma mi gran amigo Mario Silva Mera). También hay que recordar que el boxeo fue el gran deporte de la primera mitad del siglo XX. De ahí nacen los primeros ídolos, las figuras que representan al héroe en ascenso, que surge de la nada y lo obtiene todo, pero que después se convierta en un héroe trágico. Cae, lo pierde todo y se sumerge en el alcohol o el abandono. ¿Cómo pedirle a alguien que, de un momento a otro de tener nada pasa a tenerlo todo, tome buenas decisiones? Las malas decisiones son parte de la vida, son puñetes que te dan y solo hay que pararse antes que cuenten hasta 10.

—Desde tu lugar de académico estudias la literatura de los márgenes (el anticanon) y desde tu lugar de escritor te interesas por personajes que viven en los márgenes, ¿qué ves en esta construcción?

—En cada margen está el corazón de un país, de un territorio. Los abandonados son la real cara de una sociedad. Somos la verdad absoluta, los demás son caretas que intentan ocultar lo real, entonces encontrar obras donde los personajes y la marginalidad se recrean, están las visiones y los espíritus más concretos. Por eso me apasiona escribir y dar cuenta de lo prohibido. Un escritor o artista que no le guste provocar o incomodar, no puede llamarse así. Mi anterior libro Inmundo ha sido lo más provocador, Crujido es un llamado de atención al abandono de un deporte que representa la vida en un cien por ciento. La soledad, el coraje, la fuerza, el luchar, enfrentarse a tus miedos y salir adelante, aunque te golpeen mil veces o siempre pierdas, esa es la gracia de vivir y para muchos el que nos levantemos a cada rato es un forma de provocación. Es una molestia constante y eso es todo.

—¿Cuáles fueron las novelas sobre boxeo que marcaron tu vida como lector?

—Los relatos de la antología del box que hace Poli Délano es fundamental. Aparece Jerez, London, Díaz Eterovic, Alegría, Lafourcade, Bukowski, etc. y luego una novela como Muriendo por la dulce patria mía de Roberto Castillo Sandoval es clave, pero El púgil y San Pancracio de Juan Uribe Echevarría es hermosa.

Joaquín Escobar
Joaquín Escobar
Joaquín Escobar (1986). Escritor, sociólogo y magíster en literatura latinoamericana. Es autor de los libros de cuentos Se vende humo y Cotillón en el capitalismo tardío, ambos con la editorial Narrativa Punto Aparte.
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