Josefina incursionó en la literatura gracias a una serie de tres cuentos ilustrados llamada Lo que Clara encontró en casa. Nos contó cómo se le fueron ocurriendo las historias pandémicas, la importancia de la familia y las bellas ilustraciones con las que Josefina retrata cada una de sus historias deleitando a chicos y grandes. Te invitamos a leer la entrevista.
—Cuéntanos sobre ti
—Soy una persona con intereses múltiples: el arte, la literatura, las ciencias. Diría que en general mi foco de interés es lo humano. Me ha costado definir un solo camino y en mi cabeza siempre tengo nuevas ideas de proyectos y áreas por explorar. Desde hace cinco años comencé mi vida de madre, hoy con tres hijas, lo que implicó un cambio radical en mis prioridades y cotidianeidad. El tiempo y la energía para el arte y la literatura se hicieron escasos. En este escenario el mundo de los cuentos infantiles de alguna manera me ha salvado, porque me ha permitido estar conectada con mis hijas al mismo tiempo que generar nuevos proyectos. Los cuentos se los escribo a ellas, pero también a mí. Como psicóloga infantil también me interesa la dimensión terapéutica de los cuentos: cómo nos permiten hablar de lo que callamos, encontrar símbolos para las emociones difíciles. Estudio también un doctorado en Neurociencias, investigando acerca de la relación entre autismo y déficit atencional (y sus bases cerebrales), me apasiona explorar diferentes maneras de ser en el mundo y tengo en camino cuentos de esta temática.
—Háblanos sobre tus libros editado bajo Ediciones Liz
—Lo que Clara encontró en casa es una serie de tres cuentos ilustrados que relatan las aventuras de una niña pequeña en cuarentena. En Clara y Nicanor, la niña Clara conversa sobre el encierro con el ratón de su casa y juntos revisan cómo se han sentido con lo que ha estado pasando. En Adentro Clara y su hermana Ema resignifican lo que significa vivir adentro de casa, descubriendo toda la magia y cariño que se pueden encontrar en el hogar. Por último, en Estamos Juntos Clara extraña su vida fuera de casa, un pajarito la visita y la ayuda a reconectar con todo lo que ama (sus abuelos, primos, la plaza…) a pesar de la distancia. Son libros escritos en verso libre e ilustrados en acuarela que conectan con las emociones de ese tiempo histórico que nos tocó vivir. Creo que pueden servir para tener un momento de encuentro entre niños, niñas y sus mapadres u otros adultos significativos, y elaborar lo que vivimos de manera tan abrupta y sin ninguna preparación. Ojalá sea un libro que sirva para comprender mejor nuestra historia.
—¿Cómo se te ocurrió crear estas historias?
—Escribir estas historias fue un impulso, una necesidad. La primera que escribí «Estamos juntos», nace desde mis propias emociones: de extrañar a los míos, de querer conectar con lo que amo. Yo pensaba que se las estaba escribiendo a mis hijas, y claro que en gran parte sí, pero también estaban mis propias emociones respecto a la cuarentena en juego. Escribir y pintar, de noche, cuando mis hijas ya estaban durmiendo, también fue un refugio del caos de los días de cuarentena con dos niñas de casi 3 años y 7 meses, respectivamente. Era una manera de «salir» a espacios mentales diferentes. Y si sumamos que además estaba viviendo un cuadro de ansiedad postparto, creo que encontrarme con los pinceles fue muy terapéutico. De hecho, creo que Estamos Juntos y Adentro tienen una lectura desde el puerperio. La necesidad de mantener conexiones desde la intimidad del hogar y de vivir el hogar como un espacio seguro y tibio, donde seguir siendo uno mismo.
—La familia, ¿qué importancia tiene en tus cuentos?
—Es primordial. Soy una persona focalizada, casi obsesiva, cuando comienzo a hacer algo se me va todo en ello. Y, de sorpresa, eso me pasó con la maternidad. Mis hijas son muy pequeñas, 2 meses, 2 años y 5 años, gran parte de mi día es compartir con ellas y lo disfruto plena y caóticamente Y mientras crecemos juntas siempre van pasando cosas que me hacen pensar «esto lo podemos abordar con un cuento». Por ejemplo, me pasó con Ema (mi hija de 2 años) con el destete, que nos costó un montón, entonces le escribí un cuento para apoyar el proceso.
—La poesía es símbolo característico en tus historias, ¿cómo nace eso?
—¿La verdad? Ni lo pienso, cuando empiezo a escribir sale así, es como una canción en mi cabeza. Luego una vez escrita la primera versión empiezo a corregir algunas rimas para darle más ritmo y cadencia. Y creo que tienes razón, tienen la estructura más de poemas que de historias, donde las imágenes y emociones evocadas son primordiales. Tal vez tiene que ver con que creo que tiendo a pensar en imágenes y con que siempre me ha gustado la poesía.

—Cuéntanos sobre tus ilustraciones, las haces tú, ¿cuál es tu técnica?
—Las ilustraciones las hago yo, cuando pienso el cuento en general cada párrafo ya viene con una imagen asociada, lo pienso como un todo. Utilizo acuarelas y a veces tiralíneas. Aprendí en mis años universitarios tomando electivos con profesores como Alejandra Bendel y Efreín Telias, lo dejé por mucho tiempo y retomé con fuerza durante la cuarentena. Si bien siempre he tenido afinidad con las artes, me gustaría mucho tomar más cursos para desarrollar mi técnica.
—¿Cómo llegaste a Ediciones Liz? ¿Qué te gustó de esa editorial?
—A Ediciones Liz llegué por las redes y por las referencias de una querida amiga autora. Me encantó su trabajo artesanal y el concepto del libro como objeto. Creo que recuperan la belleza del libro que se puede tocar, oler y disfrutar. Creo que es un concepto muy afín a los libros infantiles, ya que la infancia es una etapa muy sensorial. Y en el caso de mis cuentos que tienen un sello íntimo creo que el trabajo de encuadernación le queda perfecto.
—¿Qué figuras literarias empleas en tus historias?
—Construyo mis historias sobre todo con imágenes. También uso bastante el recurso de la personificación, dando características humanas a animales que cumplen un rol fundamental en mis historias.
—¿Cuál es el mensaje que quieres dar en tus cuentos?
—La importancia de los vínculos (la familia y la amistad) para sostenernos en momentos difíciles y para construirnos como individuos. Y dejar un testimonio de una época, con sus luces y sombras. Porque fueron momentos difíciles, pero también, en el mejor de los casos, tuvimos la oportunidad de compartir tiempo en familia. Fue una especie de hibernación forzada, pero de la que pudimos aprender a disfrutar de la intimidad y de lo cotidiano, deteniéndonos a observar nuestro entorno más cercano y a nosotros mismos.