Por Juan José Jordán
«Conjunto de muchas hojas de papel u otro material semejante que, encuadernadas, forman un volumen». Esa es la primera acepción de libro según la Real Academia. Como se ve, no dice nada sobre el libro electrónico. Son tan rápidos los cambios a que nos somete internet y la tecnología en general, que muchas veces no hay tiempo para adaptarse, pero eso al mundo no le importa; de a poco el e-book ha ido ganando terreno entre los lectores. Bookmate ofrece algo distinto que otras plataformas similares como Amazon o PlayStore: una suscripción mensual permite acceder a un catálogo gigantesco, «tenemos más de un millón de libros disponibles, una especie de Netflix o Spotify para libros», señala Julia Chardavoine, aunque le acomoda más relacionarlo con Mubi, la plataforma del cine independiente, por el trabajo que realizan junto a distintas editoriales también independientes, aunque tienen títulos de editoriales grandes, «tenemos todos los audiolibros de Planeta, todos los libros de Anagrama».
—¿Cómo funciona Bookmate para sugerir lecturas?
—Hay un algoritmo que va recomendando libros al usuario dependiendo de lo que haya leído anteriormente, pero siempre hemos tenido equipos locales que cuidan muchísimo la curatoría, que se hace a mano, cada semana, por libreros que te recomiendan lecturas. Y se pueden agregar dos cosas. Por un lado, no necesitas algo adicional para leer. Por ejemplo, en Amazon Kindle Unlimited necesitas comprar otro dispositivo, en cambio con Bookmate lees desde tu celular o desde tu tableta o desde tu computadora y nuestro interfaz está muy bien diseñado para que puedas cambiar la luz de la pantalla, el color del fondo para que no alumbre y sea muy cómodo para leer y escuchar. Además, pronto vamos a ser la única aplicación de este tipo que ofrece acceso ilimitado al catálogo.
Fue creado por un inglés y un americano en Rusia y los países del este de Europa. Allá había una tasa muy elevada de piratería, entonces el objetivo inicial fue ofrecer un producto para que la gente siguiera leyendo en digital, teniendo acceso a muchas obras, pero pagando regalías a los autores y a los editores. Así se formó Bookmate, hace aproximadamente 15 años y lentamente se ha ido extendiendo, llegamos a Latinoamérica el 2018. Cuando comenzó la guerra en Ucrania tuvimos que terminar Bookmate en Rusia, que ha sido un proceso muy complicado. Se vendió a Yandex, que es el equivalente de Google en Rusia, de manera que ya no tenemos equipo ni suscriptores allá hoy en día.
—El proceso de digitalización ha afectado de forma distinta al rubro del libro en comparación con otros de la industria cultural. Es diferente lo que ha ocurrido en la música o en el cine, donde arrendar una película o comprar un disco ya son algo de otra época, ¿Por qué crees que ha pasado esto?
—Nosotros creemos que no hay competencia entre el libro digital y en papel. De hecho trabajamos de la mano de muchas librerías en el continente. El audiolibro y el libro digital ofrecen principalmente dos cosas. La primera es que rompen fronteras. Por ejemplo, me gusta mucho Nona Fernandez pero conseguir libros de ella en México es un lío o el libro te sale carísimo. Es muy poco unificado el mercado literario latinoamericano, a pesar de ser todo en lengua española. El costo de impresión, las tarifas aduaneras, las tarifas de envío, todo eso va encareciendo el libro. Hay varios libros que terminan siendo editados por siete editoriales independientes distintas en cada país, para poder distribuirlos. En esos casos el libro digital es una maravilla. Mañana quiero leer de una editorial independiente argentina que no se puede distribuir en México, pues tengo acceso y lo leo. El libro digital expande la cantidad de lectores de un libro y, además, cuando hemos hecho estudios con nuestros usuarios nos hemos dado cuenta que la gente usa mucho el libro digital para explorar. Es decir, no sé si tienes el mismo lío que yo, pero mi biblioteca ya no cabe en mi casa, me la paso seleccionando los libros que voy a tirar. A veces veo mi biblioteca y digo cómo todos esos libros han llegado acá, en esta estantería hay muchos que ni me gustan, entonces nos hemos dado cuenta que lo que hacen muchos lectores es empezar muchos libros y varios a lo mejor no los van a terminar. A mí siempre me da culpa no terminar un libro en papel, pero no siento para nada lo mismo con un libro electrónico. Lo empiezo, lo empiezo a escuchar, me gustó pero no tanto, entonces lo dejo y paso a otro. Nos dimos cuenta que muchas veces los lectores cuando se encariñan con un libro que escucharon o leyeron, terminan comprándolo en papel. Es decir, exploran y si les gustó mucho van a querer el objeto físico. Al final son cosas complementarias. Efectivamente, nada que ver a lo que pasa con la música y el cine. Mi papá se murió hace un año y me dejó 500 dvds, porque era un loco por el cine y no sé qué hacer con todo eso, mi computador ni siquiera tiene algo para leerlos. No creo que el libro en papel vaya a desaparecer, pero va cambiar un poco de sentido.
—Con respecto a esta idea de la exploración, leí El corazón de la bestia, que ustedes editaron hace poco, y me llamó la atención el estilo de los cronistas, eran bien diferentes entre ellos. Sentí que había un intento de mostrar un abanico de posibilidades estilísticas.
—Ese libro nació de un sueño. Siempre hemos visto a Bookmate como un proyecto que podía unificar un poco Latinoamérica, entonces teníamos ganas de hacer una colección de textos sobre un mismo tema, en este caso no ficción, con periodistas de distintos lugares, que te hablaran de algo de su país. Los cronistas los escogió Leila Guerriero, ella hizo la edición y la curatoría, quien levantó el proyecto. Son periodistas que ella conocía, con los que había trabajado. Y sí, creo que justamente esa es una de las cosas más bonitas de ese libro. En cada capítulo te adentras en un mundo, por el tipo de prosa, pero también el tipo de historias. La historia de la mona, por ejemplo, en Ecuador, que te deja con ganas de saber qué pasará, mucho suspenso, o el texto de las mariposas en Colombia, que es mucho más poético y refinado en su prosa. El texto de los quiltros en Chile, que es una exploración densa, que te lleva a entender la parte política de Chile. Cada texto es muy distinto. O el prólogo de Martín Caparrós, con una escritura más intimista, o la crónica sobre las mascotas en México que te da una risa tremenda, pero donde el autor se incluye en escena al comienzo. Me gusta mucho eso; todos esos textos tienen algo en común pero también algo muy variado.
—La comunidad lectora suele tener una cercanía con el objeto del libro, pero esto mismo puede ser un impedimento para la incorporación de nuevos formatos, como el libro electrónico, ¿qué se puede hacer para cambiar el paradigma?
—Estamos en un mundo en donde la gente dedica cada vez menos tiempo a la lectura en papel. Leemos todo el tiempo, pero qué leemos. La gente lee post en las redes, artículos en los periódicos. Para mí tiene totalmente sentido que aun haya lectores que peleen por el libro en papel, porque también es una manera de salvarnos de la adicción a las pantallas y el consumo frenético de distintos contenidos. Pero por otro lado, en México hay pocas librerías y muy pocas bibliotecas. Es decir, el acceso al libro en papel es algo muy difícil. Es un objeto carísimo, en comparación con lo gana la población en promedio. Me imagino que en Chile si sales de Santiago y Valparaíso debe pasar algo parecido. Creo que se puede usar la tecnología para facilitar un acceso a la lectura a mucha más gente y conquistar otro tipo de lectores. Hay miles de tipos de lectores y miles de tipo de contenido y lo que importa finalmente es que el libro llegue al lector que está en su búsqueda.
Hablando de comunidad, no sé si pase lo mismo en Chile, pero en México se han desarrollado mucho los clubs de lectura. Es algo muy bonito, la gente está empezando a querer compartir cada vez más los libros que leyeron. Muchos de esos clubs son digitales y a nosotros todo el tiempo nos contactan personas que nos piden un código para tal libro, imposible de conseguir en librerías, para que los miembros del taller puedan leerlo en digital. Yo creo que la comunidad lectora sigue existiendo, se adapta a nuevas realidades. Para mí lo principal es que se siga leyendo.
—Me parece que no se sabe mucho del tema. Por ejemplo, del libro digital yo conocía básicamente lo que ofrece Amazon (Kindle), Google (PlayStore) y lo de ustedes es como otro mundo, totalmente distinto.
—Ofrecemos un trato de librero, una curatoría personalizada, muy fina. Entonces, sí, es diferente. Y además está lo del audiolibro. Estamos en un momento del auge del podcast, cada vez más la gente los escucha y así también el audiolibro está creciendo mucho, porque en este tiempo donde estamos acostumbrados a hacer 7 cosas al mismo tiempo, el audiolibro te permite estar cocinando, estar en el carro y seguir escuchando. Te ayuda a concentrarte en algo y no dejarte contaminar por ese ruido del mundo y es otra forma de leer, es leer escuchando. Siento que el audiolibro está conquistando cada vez más lectores.
—Quería tomar algo que dijo el escritor Alberto Fuguet hace poco en un lanzamiento. Decía que le llamaba la atención que las generaciones nuevas leían y escribían mucho. Quizá no leen novelas, pero lo hacen habitualmente como forma de comunicación y eso le parecía algo antiguo. ¿Esto se podrá traducir, en tu opinión, en un incremento a la lectura (de libros) o serán dos cosas distintas?
—Es interesante como perspectiva. Es verdad que nosotros cuando éramos jóvenes ya casi ni escribíamos, más bien llamábamos. Hoy en día los jóvenes casi no se llaman, se la pasan escribiendo o se graban también. Y es verdad que con el auge de las plataformas de fanfiction, hay muchos jóvenes que están leyendo y escribiendo.
No puedo predecir qué va a ocurrir en el futuro, pero creo que ese discurso tan pesimista que dice que ya nadie va a leer más y que los jóvenes están totalmente abrumados por las pantallas, no es tan cierto. En realidad, viene una nueva generación de lectores y ellos seguramente tendrán otra relación con leer y el libro. Depende de cómo definas quién es joven, pero la mayoría de nuestros usuarios en Bookmate tienen entre 20 y 45 años, crecieron un poco con nosotros.
—¿Han trabajado en conjunto con el Ministerio de Educación y el programa Chile Quiere Leer? El servicio que ofrecen es muy práctico, al utilizar el mismo teléfono o computador personal y por lo mismo se podría adaptar bien.
—Nos encantaría. Se ha buscado varias veces en México. Hemos trabajado de la mano de distintas universidades y preparatorias. Trabajamos con el TEC (Tecnológico de Monterrey) y entonces el profesor puede ir armando la estantería de la clase, de lo que van a leer, los niños no tienen que gastar tanto en comprar muchos libros y se pueden comunicar entre ellos también, porque en Bookmate hay una parte de comunidad y red social de lectores. Me encantaría hacer más proyectos con entidades públicas para promover la lectura en todo el continente. Hasta ahora no se ha hecho, pero estamos abiertos a escuchar cualquier ministerio o secretaría de educación.
—¿Por dónde crees que llegará lo nuevo en el libro? ¿Qué áreas aún permanecen inexploradas?
—La Inteligencia Artificial está teniendo un rol cada vez más presente. Hoy en día se puede grabar un audiolibro con voces artificiales, quizá se van a producir cada vez más audiolibros, de manera automática. O quizá en el futuro podrás pedir a un libro electrónico que una voz artificial te lo lea, eso es algo posible. También hay todo un debate sobre el tema de la escritura. Hoy en día son cada vez más los escritores que usan la IA para escribir. Creo que será un reto que se enfrentará en muchos ámbitos. También en el mundo del diseño gráfico, de la ilustración. Al final da pie para reflexionar en torno a qué es una obra original y se va a tener que cuestionar mucho el tema del autor. Por ejemplo, yo además de dirigir Bookmate para Latinoamérica soy traductora de literatura, traduzco autores del español y el ruso al francés y hay gente que dice que la traducción humana va a desaparecer, porque la Inteligencia Artificial te va a permitir hacerlo, pero hay una parte de la traducción que requiere de una sensibilidad de ser humano, que siente el estilo, que siente la lengua. No creo que vaya desaparecer, pero que se va a transformar, sí, seguramente. Vienen muchos cambios.
—Es muy interesante eso que comentas, porque el arte, digamos, las grandes novelas, las grandes películas, frecuentemente incluyen cosas que pueden ser incómodas. Me acuerdo, por ejemplo, en Crimen y Castigo hay una parte en que se describe la muerte de un caballo. ¿Esta escritura usando la IA no nos alejará de lo feo, de lo incómodo? ¿No se convertirá en una literatura más aséptica?
—No, creo de todo corazón que la escritura seguirá existiendo y no porque algunos autores se diviertan usando la Inteligencia Artificial van a desaparecer los textos originales.
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